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La insólita doble vida del galerista Brent Sikkema, asesinado en Brasil por un cubano

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La insólita doble vida del galerista Brent Sikkema, asesinado en Brasil por un cubano

Brent Sikkema y su presunto asesino se conocieron a partir de un anuncio clasificado. El galerista estadounidense necesitaba personal para custodiar su casa en la barriada de Kohly, La Habana, y tras publicar la oferta de trabajo en el más famoso portal de compraventa de la Isla se presentaron una veintena de candidatos. Entre todos ellos, fue seleccionado Alejandro Triana Prévez, ahora detenido en Brasil y autor confeso de la muerte de su ex patrón.

Asesinado el pasado 14 de enero en Río de Janeiro, el estadounidense dejó en la Isla una estela de amistades, propiedades, amores y conflictos. Tratar de seguir las huellas del marchante de arte por La Habana parece, por momentos, un recorrido en círculos y una cruda radiografía del mundillo artístico local.

Pionero de los viajes a Cuba cuando todavía era un destino turístico prohibido para los norteamericanos, Sikkema estableció en la Isla uno de sus epicentros vitales. Desde los lejanos años 90, comenzó a crear un entramado de contactos que se beneficiaron de su afición por el Caribe, el arte y los hombres jóvenes. Tras su asesinato, muchos de los que recibieron sus favores guardan silencio.

“Ayudó a varias personas a salir de Cuba cuando la situación se puso muy dura, pero, también fuera, algunos seguían viviendo de las ayudas económicas que él les daba”

“Ayudó a varias personas a salir de Cuba cuando la situación se puso muy dura, pero, también fuera, algunos seguían viviendo de las ayudas económicas que él les daba”, reconoce uno de aquellos beneficiarios del “bolsillo ancho y la cartera abierta” del galerista. “Como a mí, son varios los cubanos, casi todos jóvenes, atractivos, trigueños y vinculados, de alguna manera o de otra con las artes plásticas y la actuación, a los que nos tiró un cabo”.

Bruno, como prefiere ser llamado para este reportaje para salvaguardar su privacidad, describe lo que define como el modus operandi de Sikkema. “Le gustaban mucho los hombres atléticos, de piel tostada y jóvenes, muy jóvenes. Lo conocí en una fiesta que se dio en la casa de un conocido actor de cine cubano, porque allí se codeaba la ‘alta sociedad’ del mundo artístico y norteamericanos con billete”.

La casona que compró Sikkema para uno de sus amantes en la calle I de El Vedado, La Habana. (14ymedio)
La casona que compró Sikkema para uno de sus amantes en la calle I de El Vedado, La Habana. (14ymedio)

Tras varios encuentros, Bruno se asomó a parte de la vida cubana de Sikkema. “Sacó del país a uno de sus primeros amores que tuvo aquí, Carlos R. M. Primero le compró una casa en la calle I entre 9 y 11, en El Vedado, pero como él decidió emigrar, la pusieron a nombre de un tío que realmente no la vive, el señor que es muy mayor solo aparece en los papeles”.

La búsqueda de testaferros confiables para colocar las propiedades que iba adquiriendo fue una constante del paso de Sikkema por Cuba, debido a las limitaciones para los extranjeros no residentes de hacerse legalmente con un patrimonio. En varias ocasiones esa apuesta salió mal. Bruno cree, incluso, que el diferendo por alguno de los inmuebles puede haber influido en el asesinato de Sikkema. “Había mucho dinero en juego”, asegura a 14ymedio.

La casona, con jardín, portal señorial, arcos de medio punto y sólidas columnas que dan la bienvenida al recién llegado, “se usa ahora como almacén de las cosas que Brent todavía no había colocado en las otras casas”. En ausencia de Carlos R. M., residente en Estados Unidos, la cuidó un tiempo el creador Julio César P. M., director de una de las más prestigiosas escuelas de arte de La Habana.

“Todo el mundo quería salpicarse con algo porque se sabía que era generoso, aunque también era conocido que tenía VIH y que había contagiado a varios de sus amantes”

Una red de jóvenes vinculados al mundo artístico de la Isla se fue tejiendo alrededor del marchante. “Todo el mundo quería salpicarse con algo porque se sabía que era generoso, aunque también era conocido que tenía VIH y que había contagiado a varios de sus amantes, pero después los ayudaba mucho, les pagaba apartamentos en La Habana, Panamá, Ciudad de México y Nueva York”.

Jóvenes artistas que de pronto veían sus obras aterrizar en una exposición en la Gran Manzana, creadores plásticos que salían de la nada para integrar prestigiosos catálogos y figuras vinculadas a las instituciones cubanas que pasaban de vivir en una casa endeble a habitar palacetes muy bien ubicados son parte de la huella que dejó Sikkema en su amplio reparto de regalos, prebendas y ayudas.

Ahora, con el galerista asesinado, muchos de ellos miran hacia otro lado para “enfriar las cosas y quedarse con las propiedades y los recursos que no les pertenecen”, lamenta Bruno. La casa de la calle I le fue confiada a Julio César P. M. gracias a su estrecha relación familiar con Alejandro P. B., un joven artista apadrinado por Sikkema y que saltó a la primera plana de los medios del corazón por su relación con una famosa actriz cubana.

La casona de El Vedado “todavía necesita una inversión y repararla, pero solo haberla comprado debió haberle costado mucho dinero por su tamaño y el lugar donde está ubicada”, advierte Isolda, una amiga de Sikkema residente en La Habana que ha estado muy al tanto de los asuntos del galerista y que ya contribuyó con este diario en una investigación anterior tras el homicidio.

“Todo en su vida iba muy rápido en los últimos años, cada vez consumía más droga, antes de 2017 era algo ocasional, pero después era más y más”

“Todo en su vida iba muy rápido en los últimos años, cada vez consumía más droga, antes de 2017 era algo ocasional, pero después era más y más, aunque no sé cómo la compraba aquí en La Habana”, reflexiona la mujer. “Pensé que era porque estaba deprimido por la dura separación por la que estaba pasando”, dice refiriéndose al cubano Daniel García Carrera, de 53 años, que usa el apellido Sikkema desde que se casó con el galerista y es señalado por la Policía brasileña como el presunto instigador del crimen.

Matt, un amigo neoyorquino de la pareja, con el nombre cambiado para este reportaje, asegura que fue Daniel quien pidió el divorcio a Brent. La vida frenética del galerista quebró la relación. En total, la pareja había vivido 15 años de matrimonio. “Al principio se veían felices y muy tranquilos pero luego todo comenzó a complicarse”.

La situación entre ambos también se resintió con los frecuentes viajes de Sikkema a Brasil, donde compró dos casas, una de ellas la vivienda en el acomodado barrio de Jardín Botánico, en Río de Janeiro, donde lo asesinaron. Fuentes cercanas a la investigación policial en Brasil confirman a este diario que Sikkema era asiduo cliente de las saunas gais y que “buscaba hombres jóvenes y con la promesa de regalos y de una mejor vida los llevaba a su casa”.

Sikkema “se veía acelerado, nervioso y triste en los últimos tiempos, aseguraba que era por el divorcio y porque veía poco a su hijo”

En La Habana, Sikkema también “se veía acelerado, nervioso y triste en los últimos tiempos, aseguraba que era por el divorcio y porque veía poco a su hijo, así que me hice la de la vista gorda con todos los excesos porque, más allá de eso, era un hombre de muy buen corazón y había que protegerlo de los que querían vaciarle la cartera”, asevera Isolda.

La mujer no titubea en incluir en ese grupo de “oportunistas y aprovechados” a Belkis Z. M., profesora universitaria y prima de Daniel, con la que la pareja acordó que pusiera su nombre en la propiedad del penthouse de la calle G entre 19 y 21, en El Vedado, que Sikkema compró para el hijo de ambos, actualmente de 13 años. Todos los intentos de 14ymedio por contactar con la académica han quedado hasta el momento sin respuesta.

Matt confirma ese dato: “Brent compró el apartamento para ponerlo a nombre del niño de ambos cuando este tuviera la nacionalidad cubana, trámite que estaba trabado en el Ministerio de Relaciones Exteriores”. En el momento en que Sikkema pagó por el penthouse, las leyes de la Isla no contemplaban la posibilidad de reconocer al hijo de dos padres del mismo sexo. La prima de Daniel se ofreció como testaferro hasta que se resolviera el papeleo.

Su condición de mujer de paja le trajo enormes beneficios. “Ella y su esposo Javier L. F. vivían en condiciones infrahumanas en Camagüey. Así que Brent y Daniel les compraron primero una casa amplia en esa ciudad y luego un apartamento en la calle Galiano en Centro Habana, de tres cuartos. Se lo amueblaron completo”, detalla el amigo.

“Unos meses más tarde les compraron una casa colonial de cinco cuartos, dos baños, sala, comedor-cocina y patio interior en el parque de La Pera y se la amueblaron también completamente. Le regalaron dos motos eléctricas, ropa, zapatos, comida y medicinas durante años”. Pero el financiamiento a la académica Belkis Z. M. y su esposo no quedó solo en bienes e insumos. “Le financiaron al marido un viaje a Europa supuestamente organizado por la Universidad de La Habana y a ella un viaje a México, también bajo la misma cobertura”.

El edificio de la calle G, en El Vedado habanero, donde Sikkema compró el ‘penthouse’. (14ymedio)

“Creo que Belkis Z. M. estuvo protegida en todo lo que hizo, el esposo en el Centro de Estudios para el Perfeccionamiento de la Educación Superior de la Universidad de La Habana y ella en la cátedra de Patrimonio, ambos son personas muy integradas políticamente. Lo irónico de todo esto es que la mayoría de los materiales con los que cuentan los profesores de esa cátedra se los proporcionaron Brent y Daniel, a los que después traicionó”.

En enero de 2023, en pleno proceso de divorcio, que había comenzado un año antes, Daniel viajó a La Habana y le pidió a su prima que le transfiera el título de propiedad del apartamento para hacer los trámites y obtener una licencia de renta para extranjeros. Sin embargo, Belkis Z. M. parecía haber cambiado de idea y le exigió un pago de 20.000 dólares antes de ejecutar el traspaso. “Después le escribió directamente a Sikkema y le pidió más, hasta 50.000 dólares para devolverle la casa”, advierte Isolda.

Entre una cosa y otra, Alejandro Triana Prévez había salido de Cuba y llegó a Brasil en 2022. Varias fuentes coinciden en que había retomado el contacto con Sikkema y que, incluso, lo visitó en su casa de Río de Janeiro en julio de 2023. “La próxima vez que se ha podido comprobar que estuvo en esa vivienda fue cuando lo mató, porque las cámaras de seguridad registraron las 14 horas que esperó fuera hasta que entró”.

Tras el asesinato de Sikkema y la captura de Triana Prévez por parte de la policía brasileña, Belkis Z. M. “se apuró y mandó a varios amigos un mensaje que supuestamente había recibido en su correo en el que se le amenazaba de muerte si no devolvía el penthouse“, cuenta Isolda. “Pero hasta donde sabemos la Policía no la ha interrogado y está tratando de desviar la atención del robo que hizo”.

“La próxima vez que se ha podido comprobar que estuvo en esa vivienda fue cuando lo mató”

La hermana de Triana Prévez ha enviado un audio a sus abogados en Brasil que la prensa del país sudamericano narra como una descripción del carácter del joven, a quien ella tacha de “manipulable”. Tras su arresto, el cubano ha alegado que le echaron algo en una bebida que tomó en un bar antes de cometer el crimen y también que el asesinato no fue idea suya.

Sin embargo, la investigación sufrió un vuelco con su nueva declaración, que apareció publicada en los medios brasileños este viernes y en la que Triana asegura que Daniel Sikkema lo contrató para matar al galerista a cambio de 200.000 dólares. Explicó que el marido de Brent le había enviado por correo desde Nueva York una copia de la llave de la casa de Río de Janeiro para que pudiera entrar sin ser detectado.

Consultado por 14ymedio, el entorno de Daniel Sikkema lo desmiente todo y atribuye el envío de esa llave al propio galerista, a una fecha muy anterior, en abril de 2022. “Se la hizo llegar por Fedex a un brasileño llamado Fabio, al que ordenó echar a la calle a una prima de Daniel que se estaba quedando en la casa después de una operación maxilofacial. La echaron y cambiaron la cerradura de la puerta”.

Isolda, la amiga del galerista, no puede ocultar su desazón: “Hay varias personas que han salido ganando con esta muerte, gente que se ha quedado aquí en Cuba y en otros países con dinero, casas, carros y bienes que no les pertenecen. Ahora miran para otro lado a ver si esto no les salpica y se pueden quedar con todo eso. Hay mucha gente que podía desear su muerte por cualquiera de esas cosas”.

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