AREQUIPA, Perú. – En abril de 1556, el Cabildo habanero estableció estrictas ordenanzas para las casas de alojamiento y comida en Cuba. Quienes no cumplieran serían multados, con sanciones más severas para reincidentes. Se fijaron precios, como dos reales por tres libras de pan de casabe y medio real por una libra de carne de cerdo o vaca con guarnición.
Las ordenanzas exigían transparencia en la venta de vino, suministro gratuito de agua, mesas y manteles limpios. Se imponían penalizaciones por incumplimiento, incluyendo multas y revocación de licencias. Pernoctar costaba un real con hamaca y medio real sin ella.
Llegado enero de 1557, el Cabildo de La Habana tomó otras medidas respecto a vendedoras ambulantes, principalmente mujeres negras, que ofrecían productos sin licencia y sin precios regulados. Se establecieron precios para productos como longanizas y se advirtió que la venta de otros productos no autorizados resultaría en multas.
Un año después, se impusieron penalizaciones de dos pesos oro a zapateros que aumentaran los precios sin justificación. Se fijaron así tarifas específicas para diferentes tamaños y materiales de zapatos.
Era un hecho causante de resquemores que por aquel entonces el trabajo manual en La Habana fuera tan costoso. Dan cuenta de ello casos como la confección de una ropilla simple que costaba 20 escudos de oro y los honorarios exorbitantes de los músicos de la ciudad.
En la etapa colonial de la urbe la obtención de licencias era imperativa para diversas actividades, desde construir y reparar hasta mendigar.
Por ejemplo, el bloqueo de calles requería una licencia con restricciones sobre el ancho ocupado. Los mendicantes necesitaban licencias visibles para pedir limosnas. Las escuelas, tiendas, mercados y lugares de entretenimiento también requerían permisos. Incluso para mudarse de casa o vender en la calle, se necesitaba autorización.
Asimismo, los impuestos sobre tierras, propiedades, industria y comercio eran comunes. Los contratos debían hacerse en papel timbrado del gobierno y gran parte de los ingresos se enviaba a la “Madre Patria”, lo que llevó a la percepción de que Cuba era la “vaca lechera” de España.
Sin embargo, la corrupción permeaba el sistema, desde sobornos hasta malversación de fondos públicos, generando una larga historia de prácticas corruptas en la administración colonial cubana.
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