Enseña la mercancía, unas cajas de tomate frito de 500 gramos. “Son de buena calidad, cada una a 300 pesos y tengo cinco. Si me compras todas te hago una rebaja”, explica el vendedor informal, ataviado con gorra y mochila, que tocó la mañana de este miércoles a la puerta de Niurka, de 72 años, en la barriada de San Leopoldo, en Centro Habana. Habitual de la zona, el comerciante ha labrado por años una clientela basada en la confianza. “Ni chivatos ni gente que quiera que le fíe”, es su lema.
Pero hoy, la seguridad era más necesaria que otras veces. En los tetrapacks no solo se leía que era un producto de España de la marca Apis, sino que se trataba de una mercancía llegada a Cuba a través del Fondo de Ayuda Europea para las Personas Más Desfavorecidas (Fead). En letras mayúsculas en el envase se advertía: “Entrega gratuita, prohibida su venta”. Niurka extendió tres billetes de 100 pesos, tomó la caja e hizo como que no había leído el cartel ni visto la bandera azul con sus estrellitas en círculo.
¿De dónde sacó el comerciante la salsa de tomate? ¿La robó de un almacén estatal o se la dieron las propias familias beneficiadas con la ayuda para obtener algo de efectivo? Las preguntas se agolparon en la cabeza de Niurka nada más cerró la puerta. Pero se dijo que, fuera como fuera, ella también era “una persona vulnerable”, con una escasa pensión y dos nietos a su cargo. De inmediato abrió la caja, vertió el contenido en la sartén donde ya tenía unas rodajas de salchichas y preparó, a toda velocidad, unos espaguetis para los niños que pronto llegarían de la escuela.
El módulo que ha arribado recientemente a Cuba, proveniente de España, incluye arroz, garbanzos cocidos, conserva de atún y de carne, pastas alimenticias, tomate frito o galletas
El Fead proporciona alimentos o asistencia material básica a las personas que más lo necesitan en naciones con altos índices de pobreza e inseguridad económica. El apoyo consiste en alimentos, ropa, calzado y otros productos esenciales de uso personal, como jabón o champú. Pero cada nación europea decide el tipo de ayuda que desea proporcionar, cómo obtenerla y distribuirla.
El módulo que ha arribado recientemente a Cuba, proveniente de España, incluye arroz, garbanzos cocidos, conserva de atún y de carne, pastas alimenticias, tomate frito, galletas, macedonia de verduras, cacao soluble y aceite, una composición similar a la que ha llegado a otros países de América Latina. La intención es que desembarquen en la mesa de esas familias a las que la inflación, las bajas pensiones, la discapacidad física de alguno de sus miembros y la vejez han hundido en la miseria.
Sin embargo, el mecanismo no escapa a los trucos y al desvío de recursos. Tampoco hay forma de controlar que los beneficiarios utilicen esos alimentos gratuitos para colocarlos sobre su plato o los terminen vendiendo en el mercado negro. Con los 300 pesos cubanos que se logran con una caja de salsa de tomate, pueden, probablemente, hacerse de algunas viandas o verduras que les rendirán más en la mesa.
Por esos inextricables caminos que toma la vida, Niurka comió hoy gracias a la ayuda europea, aunque su nombre no esté inscrito en ningún programa humanitario.
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