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Iberostar en Cuba colecciona elefantes blancos

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Iberostar en Cuba colecciona elefantes blancos
Iberostar en Cuba colecciona elefantes blancos

LA HABANA, Cuba.- Finalmente, la cadena española Iberostar logró la administración de la Torre K, el que será el hotel más alto de Cuba, en medio de la calle 23. Pero en realidad su “logro” no es un triunfo, en tanto se sabe que las demás cadenas hoteleras que hasta 2019 estuvieron interesadas en el nuevo juguetico de GAESA, recientemente se echaron para atrás al ver sus cuentas cubanas en números rojos, a diferencia de las otras cuentas fuera de la Isla, en crecimiento.

Los malos indicadores del turismo en un destino de vacaciones sin nada que ofrecer además de sol y playa, una crisis con tendencia al endemismo, los temores a un estallido social que ponga en peligro sus intereses como inversores extranjeros, dejaron el campo libre a la “inversión” que quizás pudiera convertirse en la gota de desborde en la ruina cubana de Iberostar, que ya tiene sus grandes dolores de cabeza con la desolación del Grand Packard, el constante éxodo de personal, la mala calificación de los que aún permanecen, a pesar del privilegio de importación de insumos libre de intermediarios y aranceles otorgado por el régimen a la cadena ¿por tal de que no haga las maletas?

Ahora con esta “movida” ni los propios trabajadores dentro de Iberostar saben qué pensar, porque ya la cosa pinta bastante fea. No obstante, todo parece dispuesto para que le vaya bien a Iberostar en Cuba pero el hecho, comentado por su propia gente “off the récord”, es que le va mal, aunque la hayan convencido (por cuestiones de marketing) de prestar su marca para apadrinar un proyecto que, con solo el antecedente del Gran Aston La Habana (administrado por el Grupo Archipiélago International), tiene pinta de un nuevo fracaso.

Porque el punto que llama poderosamente la atención es que Iberostar se ha hecho con otro gigantesco hotel de ciudad aún cuando jamás ha logrado llenar el otro elefante blanco que tiene parqueado en el Paseo del Prado, y aún cuando se sabe que los otros grandes hoteles fuera del circuito de sol y playa, como el Habana Libre, el Nacional, el Manzana, el mismo Grand Aston y la totalidad de los demás, tienen y mantendrán una bajísima tasa de ocupación no solo en esta temporada sino probablemente en los cinco y hasta diez años venideros, de mantenerse los comunistas en el poder o si estos no emprenden verdaderas reformas políticas más que económicas.

La fórmula de los grandes hoteles de ciudad para Cuba —habiendo tanta casa de renta y hasta pequeños hoteles, muchos de ellos en construcción— no funciona ni funcionará. Mucho menos mientras no haya un producto extrahotelero de calidad y distintivo que venderle a los visitantes más allá de los pocos congresos y eventos que apenas sirven para promoción y cubrir gastos. Se sabe cuán grande es la tajada que se llevan los organizadores cubanos a sus bolsillos, y cuán pocas son las ganancias que dejan incluso para el Estado y los propios hoteles como el Grand Packard que, en realidad, han terminado convertidos en salones de conferencias mientras sus plantas habitacionales, bares, restaurantes, tiendas y piscinas permanecen sin generar dinero por falta de verdaderos huéspedes y clientes.

De modo que sería prudente hacerse la pregunta sobre qué otros “beneficios”, más allá de la libre importación y los “amiguismos”, pudiera estar recibiendo Iberostar a cambio de su arriesgada decisión. ¿Solo garantías a futuro cuando este cada vez es más incierto y ya no sirve como moneda de cambio?

En ese anuncio apresurado, que desdice los anteriores sobre una inversión y una administración de la Torre K ciento por ciento cubana, sin dudas se echa ver un acto de desesperación (por parte de la otrora orgullosa GAESA), además del “pie forzado” (la metedura de pie, dicho en buen cubano), porque en cuestiones de negocios —y más cuando se trata de los del régimen cubano— nada ocurre por “compasión”, o en honor a la amistad, sino por conveniencia o acorralamiento. Y si la primera no es, solo queda la segunda. Y no puedo creer que a Iberostar le haya dado por coleccionar elefantes blancos.

De modo que en este minuto no solo Iberostar sabe por qué ha aceptado la locura de administrar la Torre K, es decir, por qué ha decidido sumar a su inventario de “productos ociosos” en Cuba otro raro paquidermo. Porque lo saben ellos como también lo sabe quién los ha “convencido” de aceptar semejante “reto”. Pero a nosotros, los ajenos, por ahora solo nos queda mantenernos siempre en la suspicacia, estar atentos a los edificios que se caen sobre nuestras cabezas, sí, pero también a los que se alzan sobre esas ruinas aún cuando, dicen que “no hay dinero” para construir y saben que estarán vacíos.

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