LA HABANA, Cuba. – Cerca de un año llevan Yanela Hernández Álvarez y su familia sin electricidad. Desde que, en septiembre de 2022, el transformador que proporciona corriente eléctrica a su vivienda se quemó la Empresa Eléctrica de Boyeros ha dicho que no tiene recursos para reponerlo.
La vivienda, inmueble que fuera la antigua estación de bombeo de agua que abastecía el Instituto Politécnico Agropecuario Villena-Revolución, es la única que recibe electricidad de este transformador.
“Hubo unos días de lluvia con truenos y nos quedamos sin corriente. Lo reportamos, pasó una semana, dos, tres, y siempre nos decían que el carro estaba en camino. Entonces fuimos para la Empresa Eléctrica”, explicó Hernández Álvarez
Una semana después de la visita a dicha entidad estatal aparecieron en su vivienda varios trabajadores que descubrieron que el transformador se había quemado. Aseguraron que volverían pero nunca más lo hicieron.
“Volvimos a ir a la Empresa y allí nos dijeron que en el país había una situación crítica con los transformadores, que tuviéramos calma y paciencia, pero hasta al sol de hoy nada de nada”, detalló la joven, actualmente en estado de gestación.
Aunque los afectados sugirieron a la Empresa Eléctrica que sustituyera el transformador por alguno de los que se encuentran en desuso en los alrededores, esta nunca respondió.
“La antigua Vaquería 5 tiene tres transformadores, la Vaquería 4 tiene dos transformadores a la entrada también, en desuso”, precisa Miguel Ángel Bermúdez Hernández, padre de la joven entrevistada.
Yanela Hernández Álvarez detalló que el próximo 22 de septiembre va hacer un año que su familia vive sin electricidad. Desde que dejó de funcionar el transformador que les brindaba servicio, la joven vive angustiada, temiendo que esto influya en la salud de su hijo por nacer.
“Si tuviese el dinero yo busco y sé que aparece; si aparecen otras cosas, un transformador creo que también aparece, pero me imagino el costo”, dijo a CubaNet la joven.
Además de la falta de electricidad, otro de los problemas que afecta a esta familia es el abasto de agua potable. “Tuve que comprar una manguera y tirar desde la vaquería [a un kilómetro de distancia, aproximadamente] una acometida por debajo de toda la tierra hasta aquí. Cuando se me vacía el tanque tengo que ir a llorarles para que me pongan el agua, aunque sea una hora”, contó el padre de la joven, quien reside en la antigua estación de bombeo desde el año 1990.