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“Espera un poco…”

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“Espera un poco…”
“Espera un poco…”

LA HABANA, Cuba. – Ellos intercambiaron los anillos hace tres años, después de un noviazgo que duró otros tres. Los novios contrajeron matrimonio luego y se prometieron fidelidad, y también juraron que permanecerían juntos, lo mismo en las buenas que en las malas, hasta que los separara la muerte. Ambos siguen vivos y jóvenes, y aún se aman, y se pelean, se pelean mucho. Ella, llamémosla N., se embarazó prontísimo, mientras que a L., que así lo llamaremos a él, se le pudo ver ebrio de gozo, de gozo el ebrio.

N. y L. comenzaron muy pronto a pelearse después del casorio, y el centro de las discordias fue casi siempre el embarazo. Ella lo evitaba, reconocía los signos, las señales del escarceo y lo interrumpía. Él soñaba con un hijo y con mirarlo crecer en la progresión de sus días. Ella interrumpía sus embarazos a escondidas. Ella y él comenzaron a desentenderse. Ellos comenzaron a pelearse, y las injurias se hicieron conocidas en el barrio.

Los argumentos de él eran razonables: juventud, fuerza, disposición… Ella: pañales sucios, llantos en la madrugada, ojeras, cansancio, juventud avasallada, la leche que no llega, la malanga que es muy cara, tan cara como el pollo… mientras él hablaba del nombre si nacía un niño, del nombre si nacía una niña.

Los dos habían soñado con largarse de Cuba, y ella se lo recordaba insistentemente. Para convencerlo, hablaba de la carestía de la vida cubana, de las muchas angustias que acarrean en esta Isla la maternidad y la paternidad. Ella le hacía notar las penurias de la vida cubana y las enfermedades que pululan. “Nunca más podrás tomarte una cerveza ni vas a dormir a pierna suelta”, le decía.

Ella y él terminaron entendiéndose. Ellos dos se pusieron de acuerdo. Ellos ahora pretenden marcharse del país, a cualquier sitio que les permita ponerse en la ruta de Estados Unidos. Ellos se pusieron de acuerdo en que sería mejor convertirse en los padres de un niño o niña, pero en Estados Unidos, lo que se ha convertido en el sueño de muchos de esos que pretenden ser padres, pero allá… “Allá tú me ves, allá”.

Y este es solo uno de entre muchos casos que conozco. La natalidad decrece en Cuba, porque crece el costo de los pañales, porque la leche es cara y también el pollo y la malanga, porque hay muchos apagones que no permiten esos giros continuos y veloces de las aspas de un ventilador, porque un aparato de aire acondicionado es toda una utopía, porque pican los mosquitos y dejan huellas, muchas; porque los niños, cuando vayan a la escuela dejarán de decir que quieren ser como sus padres, porque tendrán que vociferar “Seremos como el Che”.

Y el dinero que iban a usar para interrumpir el embarazo se convirtió en el primer ahorro, ese que, aunque no sustancioso, les permitiría tener un hijo en “El Yuma”, alejado del Servicio Militar y las guerras ajenas. Ellos podrían ser los padres de un ciudadanito estadounidense. Ellos debieron abrazarse llorando cuando llegaron a ese consenso. Ellos debieron alegrarse porque no tendrían que pagar por la interrupción de otro embarazo. 

Y no son pocos los padres que posponen la maternidad, la paternidad, para cuando hayan concretado el viaje. En Cuba se quebrantan la maternidad y la paternidad porque los progenitores no quieren traer hijos al mundo para pasar trabajo, para que sean como el Che y no como el padre y la madre que los genera.

Y todo eso hace que exista en Cuba una de las tasas de fecundidad más bajas de todo el continente. Los padres y las madres que viven sus edades fértiles posponen y posponen los embarazos en espera de tiempos mejores. Los cubanos que podrían ser padres no quieren que sus hijos, que las vidas de sus hijos, se vean expuestas a las enormes escaseces de viviendas y a los bajos salarios que ha estado distinguiendo los muchos años de “revolución”.

Los padres no quieren que sus hijos se vean obligados a pasar años cumpliendo el Servicio Militar. Los padres no quieren tener hijos que sean llevados, por mandato, a una guerra extraña que podría ser nefasta. Los padres atienden a las recomendaciones que algunos médicos se atreven a ofrecer. Yo sé de un médico al que sus pacientes le llaman “Espera-un-poco”, y es que ese médico reconoce las enormes dificultades de la vida para un niño cubano, para un joven que es obligado a cumplir, obligatoriamente, el Servicio Militar. “Déjalo para cuando te vayas”, así recomienda el médico que cuida los embarazos de sus pacientes. Y lo consigue a veces.

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