Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 45 segundos
Hay hombres como el destacado intelectural cubano Enrique Pineda Barnet que perduran en el tiempo, esos grandes que con inigualable sensibilidad impregnan su arte, seres de infinita luz que apagan la muerte con sus propias huellas.
Lleguen estas palabras para homenajear el cumpleaños 90 de este célebre realizador cubano, quien falleció en 2021 legando a su pueblo una impronta cinematográfica y humana colmada de esa autenticidad que lo definió.
Escritor, periodista, guionista, actor y director, ingresó al Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica (Icaic) en 1962 como guionista de la serie didáctica Enciclopedia Popular, para la cual realizó notas sobre dos estrenos teatrales: Aire frío, de Virgilio Piñera y Fuenteovejuna, de Lope de Vega.
Un cuento suyo “Y más allá de la brisa…” le valió el premio Hernández Catá, distinción literaria cubana más importante de la época. Luego, en 1964, la pieza de teatro El juicio de la quimbumbia, le otorgó una mención en el certamen de la Casa de las Américas.
Fue fundador de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, del tradicional Teatro Estudio, de la Escuela Profesional de Publicidad, y de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).
Con enorme orgullo relataba su experiencia en la Sierra Maestra, pues fue el primer maestro voluntario en llevar la enseñanza a los lugares más apartados.
Sobre esta noble labor expuso en una ocasión: Es el momento más importante de mi vida; me fortalecí como individuo y como creador, ser maestro es la obra de creación más grande que uno pueda concebir.
El eminente director de cine cuenta con un extenso quehacer dentro del séptimo arte, con Giselle (1963), David (1967), Aquella larga noche (1979), Tiempo de amar (1981), La Bella del Alhambra (1989), Angelito mío (1998), La Anunciación (2009) o Verde verde (2010), el realizador perpetuó su obra en el imaginario de quienes siempre lo admirarán.
La Bella del Alhambra (1989) constituyó para el artista y su público el mayor de los éxitos, y aunque no conquistó el Premio Coral que otorga el Festival de Cine Latinoamericano, ganó tres meses después el premio Goya, el primero para el cine cubano.
Luego de esta producción, su carrera cinematográfica experimentó un creciente ascenso, marcada por otra infinidad de lauros que llegaron con el tiempo.
En 2006, el Ministerio de Cultura de Cuba y el Icaic le confirieron el Premio Nacional de Cine por el conjunto de su carrera y obra. Una década después, recibió el Coral de Honor en la edición 38 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano por la obra de la vida.
Por su maestría artística, recibió la distinción honorífica francesa Orden de las Artes y las Letras (Ordre des Arts et des Lettres) y la Medalla por la Cultura Nacional, entre muchos reconocimientos.
La mezcla entre ficción y realidad marcó su estilo cinematográfico, y así lo definió en una ocasión:
“La vida nuestra de todos los días como la vida del ser humano es tan mágica y tan fantasiosa que supera todas las fantasías del arte, la novelística y el cine de ficción, por eso se me mezclan lo uno y lo otro. Muchas veces no sé dónde empecé a soñar y dónde comencé a vivir”.
Impactos: 5