MADRID, España.- La rica tradición musical de Cuba ha dado al mundo numerosos géneros que han dejado una marca en la historia de la música latina. Entre estos géneros, el chachachá ocupa un lugar especial, y uno de sus máximos exponentes fue el talentoso músico cubano Enrique Jorrín.
Enrique Jorrín nació el 25 de diciembre de 1926 en Cienfuegos. Desde joven demostró un innato interés y habilidad para la música. Comenzó su carrera como violinista en diversas orquestas locales, pero su destino cambió cuando se unió a la orquesta de Antonio Arcaño, donde tuvo la oportunidad de experimentar con ritmos y estilos diversos.
La historia del chachachá tiene un capítulo fundamental en la trayectoria de Jorrín. En la década de 1950, mientras tocaba con la orquesta de Arcaño y sus Maravillas, Enrique Jorrín comenzó a experimentar con un ritmo más lento y pegajoso, que eventualmente se convertiría en el distintivo sonido del chachachá. Su objetivo era crear una música bailable y alegre, apta para todos los públicos.
Poco tiempo después integró la orquesta América, de Ninón Mondéjar, y fue en esa época que el joven músico creó esta nueva célula rítmica entre la tumbadora, el timbal y el güiro, sumada al figurao del piano en la última parte. Género cantable y bailable, más refinado que su predecesor, el mambo, y heredero de tradiciones soneras como el canto a dos o más voces, el chachachá tuvo también la particularidad de ser un ritmo con la menor cantidad posible de síncopas.
Buscando lograr un sello inconfundible en el vasto panorama musical cubano de la década de 1950, Enrique Jorrín agregó las trompetas a la orquesta tipo charanga para romper con la monotonía de la flauta a cargo de las secciones melódicas. Amplificó los violines y el contrabajo para aumentar el volumen sonoro de la orquesta, e independizó la última parte de sus danzones, confiriéndole una fisonomía propia que invitaba al bailador a crear sus propios pasillos.
Si bien muchos de los elementos constitutivos del chachachá eran perceptibles en la música popular bailable de la época, especialmente en la obra de Arcaño y sus Maravillas, pero también en la del Conjunto de Arsenio Rodríguez, fue Enrique Jorrín quien aportó la estructura y el estilo que hoy distingue a uno de los grandes géneros de la música cubana, en el cual se inscriben éxitos perdurables como “La Engañadora”, “El alardoso”, “Cógele bien el compás” y muchos otros temas.
Entonces el chachachá se convirtió en un fenómeno musical. La melodía pegajosa y los ritmos contagiosos conquistaron rápidamente los corazones de los bailarines y amantes de la música en Cuba y más allá. El chachachá logró hacerse popular en gran parte el mundo, especialmente en Suramérica, Estados Unidos y algunos países de Europa; donde aún se enseña en las escuelas de baile.
Entre quienes lo han incluido en su repertorio están el venezolano Oscar de León; en Estados Unidos, la Broadway; en África, Maravillas de Mali y Baobad; y reconocidas orquestas chilenas como Ritmo y Juventud, Los Peniques y Huambaly.
Enrique Jorrín murió el 12 de diciembre de 1987 en La Habana, a la edad de 61 años.
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