Hace 17 años que Estados Unidos podría haber detenido al ex diplomático estadounidense Víctor Manuel Rocha, arrestado en diciembre de 2023 por haber espiado, presuntamente, para Cuba. Un militar cubano que había desertado de la Isla dio la voz de alarma a Félix Rodríguez, ex agente de la CIA, de que el funcionario era un topo de Fidel Castro infiltrado al más alto nivel. Pero nadie le creyó.
“Todos pensamos que era una difamación”, ha contado a Associated Press (AP) Rodríguez, agente que participó en la invasión de Bahía de Cochinos en 1961 y en la captura en Bolivia de Ernesto Che Guevara que acabó con su muerte. Aquel teniente coronel, que era su informante y cuya identidad se ha negado a desvelar, acudió en 2006 a su casa de Miami y le dijo con claridad: “Rocha está espiando para Cuba”.
La credibilidad del diplomático era tal que Rodríguez afirma que, aunque transmitió el mensaje a la CIA, todos fueron escépticos con la información y creyeron que se trataba de un intento por desacreditar a un ferviente anticomunista.
“Realmente admiraba a este hijo de puta. Quiero mirarlo a los ojos y preguntarle por qué lo hizo. Tuvo acceso a todo”, dijo Rodríguez
“Realmente admiraba a este hijo de puta. Quiero mirarlo a los ojos y preguntarle por qué lo hizo. Tuvo acceso a todo”, dijo Rodríguez a AP, que este jueves publicó un extenso artículo para el que entrevistó a dos docenas de personas vinculadas al caso, entre agentes y ex agentes de la CIA y amigos y socios de Rocha para intentar entender cómo pudo suceder el caso de mayor infiltración en el Gobierno estadounidense conocido hasta ahora. El ex diplomático, que este miércoles se declaró inocente de los 15 cargos que se le imputan, será juzgado el 25 de marzo.
Pero la gran incógnita, que según AP puede tardar años en conocerse, es a qué pudo tener acceso el régimen cubano gracias a Rocha. Los ex funcionarios entrevistados coincidieron en señalar que la CIA sabía desde, al menos, 1987, que Castro tenía un infiltrado de alto nivel –”super topo”– en el Gobierno estadounidense y que el ex diplomático, de origen colombiano, estuvo probablemente en una lista entregada al FBI de presuntos espías en altos cargos de política exterior.
Peter Romero, ex subsecretario de Estado para Latinoamérica y compañero de Rocha, no duda en admitir que el error fue “monumental”. “Todos estamos haciendo un enorme examen de conciencia y a nadie se le ocurre nada. Hizo un trabajo increíble para cubrir sus huellas”.
AP hace una reconstrucción de la biografía de Rocha, para la que ha hablado con quienes lo conocieron. Sus primeros años en el país, al que llegó a los 10 años, fueron duros, afirman, pero su inteligencia le dio acceso a una beca para minorías con la que pudo estudiar en un centro de élite. “Taft fue lo mejor que me pasó en la vida”, dijo en una revista de ex alumnos de ese internado de Connecticut en 2004.
Esa vida tenía una cara b. Rocha era discriminado por su origen –pobre e inmigrante– por los otros estudiantes. Algunos defienden que en aquellos episodios –que él mismo definió como devastadores y durante los que pensó incluso suicidarse– está el germen que lo llevó a simpatizar con movimientos como la Revolución cubana.
Como ya era sabido, el ex diplomático estudió en Yale, Harvard y Georgetown. En esos años comienzan algunos de sus contactos con Cuba, el primero en 1973 durante un viaje a Chile donde conoce a agentes de la Dirección General de Inteligencia (DGI) desplegados en ese país en tiempos de Salvador Allende, según grabaciones de la operación encubierta del FBI tras la que fue detenido. También entonces se casó con una mujer colombiana que está siendo investigada por posibles vínculos con Cuba y a la que AP no logró localizar.
Rocha fue a parar entonces a la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, donde estaba cuando los MiGs de las Fuerzas Aéreas cubanas derribaron, en febrero de 1996, las avionetas civiles de Hermanos al Rescate
En 1981 ingresó en el Servicio Exterior de EE UU y fue destinado a Honduras donde su tarea era asesorar a los contras que luchaban contra el Gobierno sandinista de Nicaragua, respaldado por Cuba. Su primera parada relevante fue en 1994, cuando llegó a la Casa Blanca como director de Asuntos Interamericanos en el Consejo de Seguridad Nacional con responsabilidad sobre Cuba. Desde esa posición hizo un memorando instando a Bill Clinton a desmantelar las principales sanciones contra la Isla, una idea que no pudo prosperar ya que en 1996 los republicanos se hicieron con el control del Congreso y la política hacia Cuba se endureció.
Rocha fue a parar entonces a la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, donde estaba cuando los MiGs de las Fuerzas Aéreas cubanas derribaron, en febrero de 1996, las avionetas civiles de Hermanos al Rescate.
El artículo de AP repasa lo que se conoce como el mayor favor de Rocha a Cuba, cuando estando en Bolivia como embajador dijo durante una conferencia que votar por un narcotraficante –aludiendo al candidato y líder cocalero Evo Morales– haría que EE UU cortase la ayuda extranjera. Liliana Ayalde, también diplomática, afirma a la agencia que se sintió muy incómoda. “Le dije que no era apropiado que el embajador hiciera esas declaraciones cuando las elecciones estaban a la vuelta de la esquina”.
“Ahora que lo veo en retrospectiva, todo fue parte de un plan”, considera Ayalde. Tras aquellas declaraciones, que fueron consideradas un acto de injerencia, Morales fue catapultado en la carrera presidencial. Aunque no ganó en esa ocasión, años más tarde lo hizo, calificando a Rocha de su “mejor jefe de campaña”.
El agente cubano Florentino Aspillaga, que desertó cuando dirigía la oficina de la DGI en Bratislava (actual Eslovaquia), fue el primero en hablar a la CIA, a mediados de los 80, de los espías infiltrados en EE UU. Según sus declaraciones, cuatro docenas de cubanos reclutados por la CIA eran agentes dobles cuidadosamente seleccionados por la DGI para penetrar el Gobierno de Estados Unidos.
Brian Latell, exanalista de la agencia, dijo que Aspillaga mencionó a “dos espías altamente productivos dentro del Departamento de Estado” y que “el propio Fidel Castro actuaba en gran medida como jefe de espías de Cuba”.
Afirmó haber visto documentos marcados como secretos “tan valiosos que fueron enviados directamente a la residencia de Castro sin pasar por el Ministro del Interior
Otro desertor de la DGI cubana consultado por AP, Enrique García, dijo que también conocía desde los 90 la red de espionaje de la Isla y afirmó haber visto documentos marcados como secretos “tan valiosos que fueron enviados directamente a la residencia de Castro sin pasar por el Ministro del Interior. “No tengo duda de que [Rocha] era parte de esa red”, sostiene.
También ha hablado del caso Peter Lapp, agente del FBI que supervisó, entre otros, el caso de Ana Belén Montes, aunque en su caso para declarar que ignoraba si Rocha estuvo en algún momento bajo sospecha –como sostiene Jim Popkin, autor de un libro sobre Montes– pero fue contundente a la hora de evaluar el riesgo que supone Cuba para la seguridad nacional y dijo que se suele infravalorar, al revés que a Rusia o China.
“Es un país que ignoramos bajo nuestro propio riesgo. Los cubanos no sólo son realmente buenos en inteligencia humana, sino que también son expertos en intermediar información para algunos de nuestros mayores adversarios”, sostiene Lapp.
Rocha, que en 2002 se retiró de la función pública y pasó a la empresa privada, dedicándose a intentar influir en el embargo mediante la compra de bienes confiscados por la Revolución, se jactaba de sus contactos. “Tengo acceso a casi todos los países de la región o sé cómo conseguirlo”, dijo en 2006 al Miami Herald.
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