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El régimen contra la prensa independiente, su principal enemigo

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El régimen contra la prensa independiente, su principal enemigo
El régimen contra la prensa independiente, su principal enemigo

LA HABANA, Cuba. – No pueden controlar el valor de las divisas en el mercado informal, no logran que las personas vendan sus dólares al banco, y entonces, entre amenazas de cárcel y campañas de desinformación, demonizan a la prensa independiente, a la que por estos días se han propuesto exterminar de una vez y por todas, en otra fantasía totalitaria que aspira a la impunidad perfecta convirtiendo la libertad de expresión y de información en delitos contra “la seguridad del Estado”.  

Son incapaces de garantizar los servicios básicos para que el país funcione, sacrifican la salud pública y la educación por la obsesión de construir hoteles vacíos, inútiles, en un sinsentido que ya a muchos nos huele a lavado de dinero cuando no a “desvío de recursos” pero, como si no fuera evidente, igual van contra quienes los exponen con datos y demás pruebas, demostrando que la miseria donde nos hundimos no es tanto un asunto de “bloqueo” como de corrupción y abuso de poder.

No logran que los bodrios de la Mesa Redonda, Con Filo, Hacemos Cuba, Tras la huella, la retransmisión de En silencio ha tenido que ser y demás “producciones” del Ministerio del Interior desplacen al “Paquete Semanal”, al Netflix de los cubanos de a pie, entonces, como si asentar la prepotencia en la ley fuese suficiente para normalizar la represión, se sacan del bolsillo otro decreto más para eliminar la “competencia”, aunque más tarde, fracasada la operación ante el peligroso descontento popular que avizoraban (en un país donde la “felicidad” pareciera depender exclusivamente así de las patanas del puerto como de las novelas turcas), se echaran para atrás y culparan a la prensa independiente de malinterpretar lo que, estando bien claro en La Gaceta Oficial, no había modo de ser malinterpretado. 

Hasta al asunto de El Taiger, precisamente por los sentimientos, acciones y atenciones que moviliza, han intentado sacarle lascas, usándolo contra los medios que no les son favorables, que no les hacen el juego, y es que no tienen límites con la maldad, y cuando califican de “odiadores” a todo el que se les enfrenta, son muy conscientes de dónde en realidad se forja ese odio, y aun a sabiendas de que merecen ser odiados se fingen y divierten en el papel de víctimas, cuando sobre ellos pesa un largo y pesado historial de odios y represiones, que van mucho más atrás de aquella Primavera Negra cuando igual intentaron en vano silenciar 75 voces disidentes que ahora, con el acceso a internet y las redes sociales (esos a los que califican como “mal necesario”), se les han multiplicado por 1.000.

No han aprendido que cuando una voz es apagada a la fuerza lo hace por miedo, por estar amordazada o por asesinato, pero no porque en realidad ha sido aniquilada, extinguida. Que cuando el miedo se pierde —como está pasando ahora, a diferencia de los años 90 cuando nos alimentábamos casi exclusivamente de miedo, así como de promesas jamás cumplidas—, no sirve de mucho apagar voces o intentar hablar más alto sin la razón y sin soluciones concretas, eso es imposible, sino de no dar motivos para hablar —para ser cuestionados, escrutados y expuestos—, y eso es algo que el castrismo no podría lograr ni en mil años porque el principal y único problema de “nuestros problemas” son ellos mismos sacando provecho de sus “errores” una y otra vez. 

Y el principal obstáculo para que prosperen con ese gran negocio que se llama “Revolución” (y que no podría existir sin “bloqueos” ni enemigos, sin remesas ni represión, sin las empresas de envíos a Cuba, sin el empobrecimiento general como estrategia de control, sin la hipocresía, las cajas de pollo y la “vista gorda” del “enemigo”) no es para nada el gobierno de Estados Unidos, ni la “mafia de Miami”, ni siquiera los que toman las calles o sacan un cartel, sino quienes tienen por oficio informar sobre eso, divulgar la noticia, opinar sobre la realidad y, además, estudiarla, desentrañarla, investigarla aun cuando el acceso a la información sea casi una quimera, aun cuando el verdadero periodista, para el régimen, sea sinónimo de “delincuente”, de “terrorista”. 

El periodismo ejercido con apego a la verdad y a la ética profesional, sin acuerdos o pactos políticos, sin complicidad y con imparcialidad, es el gran enemigo de la dictadura, el único fantasma que la aterra, en tanto le hace muy difícil el construir esa narrativa de fantasía que fácil le compran como legítima los partidos de izquierda, los organismos internacionales y todo aquel al que no le importa la libertad de expresión porque, aunque vivan en democracia, la ven como una piedra en el zapato, y aunque en público digan odiar a las dictaduras, en secreto envidian la impunidad de sus excesos.

El periodismo independiente (independiente sobre todo de la manipulación del Gobierno) es el verdadero enemigo porque impide la realización perfecta de una falsedad, porque no contribuye como cómplice en la venta de esa imagen que se esfuerzan en proyectar y que, aún siendo a las claras una estafa, se sobran dentro y fuera de Cuba los que están dispuestos a comprarla, así como, con los estómagos vacíos y una herida en el pecho, increíblemente están entre nosotros los que, a pesar de ser testigos directos de lo que ocurre, amén de testimonios y fotos, agarran el otro paquete que les obligan a comprar el NTV y el Granma

No les interesa tanto acabar con los apagones como con la nota que cuestiona por qué hay dinero para construir hoteles y no para componer el sistema eléctrico nacional. No buscan bajar los precios de las mercancías sino callar a quienes denuncian el doble rasero que usan para perjudicar a los privados y favorecer la red estatal de tiendas en divisas. No van tras el médico que dejó morir al paciente sino contra el familiar que hizo la denuncia. Y así, de seguirles el rastro en todo, encontraremos que siempre el meollo del asunto es contener, ocultar y manipular la información. Castigar a quien la libera de su encierro.

Es por eso que no hay operación desplegada ni estrategia emprendida por el régimen, por aparentemente alejada del tema, que no tenga a la prensa independiente por objetivo principal a ser eliminado, y es que el ciento por ciento de las “soluciones” que el castrismo dice buscar a los miles de problemas internos y externos generados por ellos mismos no pretenden otra cosa que desaparecer el problema apenas desapareciendo aquello que da cuenta de su existencia. 

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