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El negocio de la ropa reciclada: las nuevas “shopitrapos” privadas

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El negocio de la ropa reciclada: las nuevas “shopitrapos” privadas

SANTA CLARA, Cuba. – En el rosario de ausencias que por décadas ha debido sobrellevar el cubano el mero hecho de poder vestir y comer a la vez ha constituido una eterna dicotomía que hoy golpea de manera más directa en la planificación económica familiar. Si de los años 80 algunos recuerdan aquellas tendencias austeras forzadas y luego la crisis textil del llamado Período Especial, la mayoría concuerda que jamás una prenda en una tienda estatal llegó a valer más del doble del salario íntegro de cualquier trabajador.

El escaparate de la mayoría de los cubanos se conforma por atuendos pasados de moda, heredados de familiares que emigraron o adquiridos de segunda mano. A través de su grupo WhatsApp, Jessica, una joven emprendedora que a la vez trabaja como enfermera, se encarga de promocionar y recoger pedidos de Shein y Temu en Santa Clara con la promesa de entregar la mercancía elegida por el cliente en solo una semana y con servicio de domicilio incluido. En la nula oferta de ropa por parte del Estado en pesos cubanos sumada a los altos precios de la que venden en las tiendas MLC ha hallado un nicho de mercado que le reporta ingresos netos mensuales.

La clientela de esta vendedora se conforma básicamente de personas que cuentan con buena solvencia económica, pero para quienes no pueden permitirse el pago en dólares o su equivalente en moneda nacional procura una segunda opción: piezas “casi nuevas” importadas en pacas que adquiere a través de un proveedor. Cada bulto comprado a través de las redes sociales le cuesta entre 90.000 y hasta 150.000 pesos.

“Realmente las ganancias no las obtengo al momento, pero la ropa es un producto que no se echa a perder”, asegura la muchacha. “El cubano lo que necesita es vestirse, no importa si se pone algo que ya pasó de moda. En estos tiempos de invierno tienen muy buena salida las enguantadas y los pantalones. Cada paca puede traer 100 piezas o más, a veces en dependencia de las libras. Lo malo de este negocio es que, aunque el intermediario te permite revisar si la mercancía está en condiciones, no te deja escoger las tallas ni sacar ropa de una paca para meter en otra. Es lo que te toque”, recalca.

La venta de ropa reciclada no es una tendencia novedosa en Cuba, aunque anteriormente era gestionada exclusivamente por tiendas del Estado. En los años 90 surgieron una serie de establecimientos bautizados por la población como “shopitrapos” porque se trataba de mercancía de tercera resultante de múltiples cadenas de “sustracciones” desde el puerto, luego en los almacenes, hasta llegar a los referidos comercios donde también los vendedores “metían la mano” antes de exponer las prendas a la población. 

Tienda de ropa reciclada en Santa Clara
Tienda de ropa reciclada en Santa Clara (Foto de la autora)

En 2015, el periodista uruguayo radicado en Cuba Fernando Ravsberg reveló a través del testimonio de un informante que, en efecto, las pacas eran abiertas y su contenido era canjeado en varios puntos: todo empezaba por los reclusos que la seleccionaban y seguía en los centros de acopio, dando lugar a esa sarta de “harapos” y “andrajos que dejaron otros por el camino”.

Sin embargo, aquellas “shopitrapos” comenzaron a desaparecer por falta de mercancía y la inmovilización de prendas sin salida comercial. De hecho, un reportaje del medio oficial Invasor catalogó de “drástica” la reducción de importaciones de ropa reciclada en los últimos años, dando lugar a que los “nuevos actores” hayan capitalizado ese nicho de mercado con el ingreso al país de “contenedores de 20 y 40 pies rebosantes de pacas”.

Vestirse con lo que otros descartan

El aroma inconfundible que se desprende hacia la calle desde el establecimiento de Maylín, una vendedora de ropa reciclada de importación, atrae infinidad de clientes que, incluso, se forman en pequeñas filas para ingresar a la pequeña sala en la que se exhiben las perchas con la mercancía. “Al cubano le arrebata ese olor a yuma”, describe esta vendedora. “Es como el sello de garantía de que es ropa traída del extranjero”. En el suelo hay desperdigadas dos o tres cajas en las que la gente rebusca con cierta expectación: por solo 1.000 pesos se puede adquirir, por ejemplo, algún short o pantalón y dos piezas superiores. 

Tanto esta comerciante como muchos otros que existen en Cuba operan bajo la permisibilidad de las ventas de garaje que otorga la Resolución 102 del MINCIN. La norma establece que las personas no requieren de licencia para comercializar artículos de uso doméstico y personal, que pueden ser usados, seminuevos y nuevos. Está permitido organizarlas en garajes, patios, portales y otras áreas residenciales, pero en cada provincia pueden variar los días permitidos para ejercer dicha actividad. 

Aunque supuestamente esa ropa importada no debería entrar dentro de la referida categoría, al amparo de la legislación ha tomado auge en los últimos meses el negocio de las pacas de ropa reciclada traídas fundamentalmente de España y Canadá. Por publicaciones de grupos como Revolico también se corrobora que la compra de los referidos bultos sellados está siendo muy solicitada por cuentapropistas de toda Cuba. De hecho, algunos proveedores mayoristas ofrecen comisiones de hasta 5.000 pesos por cada venta. 

Pacas de ropa reciclada (Foto: Cortesía)

Gran parte de las pacas se adquieren a través de terceros y cuartos intermediarios, pero Yeniset, otra vendedora radicada en Camajuaní, las compra directamente en la capital, por lo que sus precios son un poco más asequibles y asegura que logra recuperar la inversión en poco tiempo. Como promedio, si uno de estos paquetes contiene unas 150 prendas y muchas de ellas se comercializan a más de 500 CUP, la ganancia para la primera mano sería de unos cuantos miles de pesos. “Las mías son de la marca Jambo Gold”, precisa vía WhatsApp. “Realmente las tallas son un poco grandes y la mayoría de las cosas están fuera de temporada, pero al menos es una alternativa para quienes jamás podrán pensar en la ropa por MLC y mucho menos para la nueva que traen las mulas”. 

La mayoría de los jóvenes, que no se hallan totalmente desconectados con las tendencias contemporáneas, están imposibilitados de pagar a sobreprecio los atuendos de las boutiques privadas que, en su mayoría, ya ni siquiera comercializan en pesos cubanos sino exclusivamente en dólares o euros. “Como una vez escuché decir por ahí, las crisis hay que saber aprovecharlas para hacer negocio”, puntualiza esta última entrevistada. “Esta ropa ni siquiera parece que se la haya puesto alguien. No sé si pase igual en otros lugares, pero aquí es donde único se le saca el kilo a la ropa hasta dejarla para colcha de piso o trapo de cocina”.

Si en muchas partes del mundo la moda circular constituye una especie de tendencia ecológica que ha tomado auge en los últimos tiempos, para los cubanos el hecho de vestirse con lo que otros descartan nada tiene que ver con el upcycling o las alternativas renovables. Tal y como resume la escritora Wendy Guerra en un artículo publicado por CNN, los cubanos han sido desprovistos por muchos años de la posibilidad de seleccionar su propio estilo: “Se visten con lo que alguien les elije del otro lado del mar o con lo que pueden hallar en mercados improvisados y clandestinos instalados en la sala de las casas. Muchas sueñan con poder elegir y dejar atrás el tiempo en que otros seleccionen lo que usamos”.

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