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El ministro de Agricultura fiscaliza la reducción de la producción agropecuaria

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El ministro de Agricultura fiscaliza la reducción de la producción agropecuaria
El ministro de Agricultura fiscaliza la reducción de la producción agropecuaria

LA HABANA, Cuba.- El miércoles de esta semana, el programa de agitación y propaganda Mesa Redonda, de la Televisión Cubana, estuvo dedicado a una comparecencia del actual ministro de la Agricultura, Ydael Pérez Brito. Como es lógico, la prensa, tanto la verdadera (la independiente) como la “de mentiritas” (la oficialista) han reseñado lo expresado en esa ocasión por el referido señor.

Me pareció muy feliz la frase inicial del reportaje que a ese acontecimiento dedicó el jueves este mismo diario digital: “Inventario de la desgracia: ministro cubano reconoce crisis de la agricultura”. Porque, en efecto, de eso se trató: de una confesión (no importa que haya sido vergonzante y manipuladora) de la terrible crisis en la que está sumido el agro de la Isla.

Para que aun los más furibundos castristas reconozcan esa triste realidad, basta con que citemos algunas de las estadísticas comparativas (de hace 4 años y de ahora) que citó el alto funcionario, las cuales reflejan la terrible merma sufrida: Gallinas (de 8 millones a solo 3); puercas reproductoras (de 96 a 26 millares, y estas últimas, dijo, “no están en buenas condiciones”); huevos (de entre 4 y 5 millones diarios a menos de 200.000).

Otro dato: La agricultura cubana necesita “entre 1.200.000 y 1.500.000 toneladas de pienso al año”; pero hoy, aclaró el ministro, “no superamos las 200.000”. Y doy una última cifra: Cuba, país que, gracias a su enorme capacidad azucarera, era agrícola-industrial (pero se convirtió, como resultado de las torpes políticas del castrismo, en uno simplemente agrícola), cuenta solo con 440.000 productores en ese ramo. El compareciente habló de “ofrecer más incentivos a las personas para regresar al campo”, pero no dijo cuáles.

En resumen, un cuadro ruinoso que, dada la magnitud de los aspectos negativos y de la contracción productiva, no resulta injusto calificar como catastrófico. Cabría suponer que, ante ese escenario en el que las cosas marchan de mal a peor, los culpables de esa involución económica piensen en realizar cambios sustanciales en el agro cubano. Pero no: lo que sigue predominando es el más reaccionario inmovilismo… ¡como si todo marchara de maravillas!

El ministro no habla de eliminar la monopólica Empresa de Acopios, la cual en ocasiones deja que se pudran en el campo algunas de las esmirriadas cosechas y que ni siquiera paga en tiempo a los campesinos los precios abusivamente bajos que fija de modo arbitrario el mismo Estado. Pero sigue considerando adecuadas las medidas coercitivas que se dictan contra los usufructuarios.

De hecho, gran parte del limitado tiempo otorgado al programa el ministro lo dedicó a explayarse sobre los actos de persecución desatados contra los referidos productores, lo cual, según él, permitió detectar “más de 100.000 irregularidades”. Como si fuera un gran acto de generosidad, se refirió a legalización de numerosos casos de usufructuarios que habían violado las limitaciones establecidas para edificar una vivienda en las tierras asignadas.

Vale decir, que en principio sigue estando prohibida una acción que debería ser algo tan normal como tomarse un vaso de agua: que el tenedor de la tierra pueda fabricar en ella una casa. Estamos hablando de una cosa que, salvo en los casos de quienes han recibido un predio cerca de su vivienda, resulta indispensable en estos tiempos de pésimo transporte público y de incremento desenfrenado en los delitos cometidos contra los productores agrícolas.

En resumidas cuentas: en lugar de imitar a sus “camaradas” chinos, los comunistas de Cuba siguen negados a efectuar cambios serios en el agro. Como se sabe, en el gigante asiático, las nefastas comunas establecidas por el genocida Mao Dze-dong y su demencial “Gran Salto hacia Adelante”, ¡produjeron la muerte de veintenas de millones de seres humanos!

Al llegar al poder, Deng Xiaoping cambió las reglas del juego agrario: reconoció la propiedad de los campesinos particulares, les fijó un impuesto moderado (el 10 % de lo que produjeran) y los autorizó a disponer libremente de su producto. Esas simples medidas pusieron punto final a las terribles hambrunas y sentaron las bases para el actual florecimiento de China (en lo económico, claro; pues ya sabemos que, en lo político, se mantiene la brutal dictadura comunista).

Pero, insisto, los mayimbes castristas continúan renuentes a hacer algo parecido en Cuba. Como resultado de ello, la “coyuntura” actual es negra, y las perspectivas para un futuro inmediato (aunque tal cosa parezca imposible y también increíble) son aún más tétricas.

Pero debo reconocer que, en este asunto, me resultó harto esclarecedor el comentario que el usuario “Fígaro” le hizo a la información publicada sobre este asunto aquí en CubaNet. El referido señor, con gran acierto, plantea que el del número de gallinas o huevos “no es tema que le importe a la población”. Con esto, creo, él pone el dedo en la llaga.

Porque en cualquier país normal (en la misma Cuba prerrevolucionaria, sin ir más lejos), ¡por supuesto que a un citadino, cuando desea comer pollo, cerdo o huevos, lo único que le interesa es poder adquirirlos en la tienda más cercana a su casa a un precio razonable! Esos detalles de insumos, medios de producción, etcétera, interesan solo, si acaso, a los agricultores… y, para eso, no a todos, sino a los especializados en los rubros de los que se trate en cada caso.

Pero así marchan las cosas en Cuba. A todos se nos informa sobre los pormenores de la crisis en la producción agrícola, pero eso no evita que las cosas vayan de mal en peor; ni que el hambre de hoy deje de amenazar con transformarse en la terrible hambruna de mañana. ¡Que Dios se apiade de nuestra islita y de sus desdichados habitantes!

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