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El legado de la Universidad jesuita de Nicaragua que intenta destruir Daniel Ortega

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El legado de la Universidad jesuita de Nicaragua que intenta destruir Daniel Ortega

El robo de la Universidad Centroamericana (UCA), ejecutado por la dictadura de Daniel Ortega, amenaza a Nicaragua entera, con la intención de Ortega de anular la libertad de pensamiento y callar cualquier intento de crítica, afirman académicos y docentes que analizan el impacto de la confiscación y cierre del alma mater.

“Las implicancias son nefastas, incalculables de momento. Y el gran afectado es el pueblo nicaragüense”, valora Armando, docente de la UCA por una década.

Desde septiembre de 2018, tras la masacre y represión contra la Rebelión de Abril, Nicaragua está sometida a un estado policial de facto. Fundada en 1960 por los jesuitas, la UCA era la primera universidad privada de Centroamérica, y uno de los últimos espacios que promovía el libre pensamiento y la crítica, en un ambiente académico de excelencia y reconocimiento internacional.

Con una matrícula de más de 5.000 estudiantes de grado y posgrado, más de 500 docentes de planta y horario y unos 200 colaboradores administrativos, era también una referencia de excelencia académica y una de las universidades mejor equipadas del país.

Con una matrícula de más de 5.000 estudiantes de grado y posgrado, más de 500 docentes de planta y horario y unos 200 colaboradores administrativos, era también una referencia de excelencia académica

Tras el robo de la UCA, la dictadura orteguista mandó a quitar sus emblemas la noche del 17 de agosto y, a la mañana siguiente, instaló una “nueva” universidad estatal, que bautizó Universidad Nacional Casimiro Sotelo.

Un especialista nicaragüense en educación superior –que pidió ser identificado como Luis para evitar la persecución política–, afirma que la confiscación de la UCA trastoca al país, y considera que este es un acto “muy grave”.

El especialista alerta que con la instalación de universidades estatales, a partir de las universidades canceladas y confiscadas, “lo que queda en Nicaragua no se puede llamar universidad”.

El docente Armando teme que el cierre de la UCA “va a detonar una fuga masiva de jóvenes”. Esa juventud, detalla, “ya no solamente buscará mejores oportunidades laborales (fuera del país), sino de formación, porque en Nicaragua no existen instituciones independientes del Gobierno”.

En sus redes sociales,  Confidencial invitó a sus comunidades a compartir sus experiencias, recuerdos y reacciones sobre la confiscación de la UCA. En las participaciones, abundan los testimonios de indignación, y las historias de quienes enfrentan la pérdida de su futuro académico y profesional.

Con la UCA, son 27 las universidades nicaragüenses canceladas entre diciembre de 2021 y agosto de 2023. Contra la mayoría, el orteguismo argumentó ofertas académicas deficientes o incumplimiento de sus obligaciones con el Ministerio de Gobernación. A la UCA, de incuestionable trayectoria académica, la acusó de “terrorismo”.

El docente Armando considera que la UCA “era el último eslabón del Gobierno para terminar con las opciones independientes de formación”

El docente Armando considera que la UCA “era el último eslabón del Gobierno para terminar con las opciones independientes de formación”.

Tras el robo de las universidades, el siguiente paso del orteguismo es el adoctrinamiento. En las “nuevas” universidades estatales, las autoridades impuestas por el Consejo Nacional de Universidades (CNU) hacen gala del proselitismo político a favor de la dictadura.

“Son centros políticos que lo único que hacen es repetir lo que el régimen quiere. Son centros represores, sin ningún tipo de autonomía”, critica Luis. Como ejemplo, cita el caso de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN). Esta universidad expulsó a los estudiantes que lideraron las protestas cívicas de 2018 y mantiene bajo vigilancia política a sus docentes y alumnos.

En su primer discurso como rector de la “nueva” universidad estatal en las instalaciones robadas a la UCA, el 18 de agosto, Alejandro Genet Cruz, inició: “Agradecemos a Dios, ser supremo, a la Revolución Popular Sandinista, a nuestro presidente comandante Daniel Ortega Saavedra y nuestra vicepresidenta compañera Rosario Murillo, al Consejo Nacional de Universidades, por la confianza depositada en este equipo de trabajo, para asumir esta misión histórica, revolucionaria, social y educativa en la conducción de esta casa de estudios superiores”. El acto estuvo repleto de banderas del Frente Sandinista.

El especialista en educación afirma que es evidente que el objetivo es “abolir la educación”, porque “no quieren ciudadanos, quieren clientes que se conformen con una lámina de zinc… con una bolsa de granos básicos en la Purísima”.

Académicos, ex rectores, estudiantes y docentes de la UCA coinciden en que el cierre es una venganza contra la universidad y los jesuitas por su rol durante el estallido social de 2018, cuando acuerparon a sus estudiantes ante la brutalidad policial y denunciaron las graves violaciones de derechos humanos.

El 12 mayo de 2018, las autoridades jesuitas llamaron a “asumir con determinación la defensa de la vida de los estudiantes y la inviolabilidad de los campus universitarios”, y condenaron la violencia estatal.

Días después, el 30 de mayo, la UCA abrió sus puertas para proteger a miles de nicaragüenses que buscaban refugiarse de las balas de policías y paramilitares que atacaron la marcha de las Madres de Abril.

El 12 mayo de 2018, las autoridades jesuitas llamaron a “asumir con determinación la defensa de la vida de los estudiantes y la inviolabilidad de los campus universitarios”

En 2020, al celebrar sesenta años de historia, la UCA se describió como una universidad “pionera, resiliente e inspiradora”. Su entonces rector, el padre José Alberto Idiáquez, reafirmó el alma mater como “una universidad dedicada a educar integralmente, a defender la autonomía universitaria en su sentido más puro, a educar ciudadanos que buscan la justicia y el bien común, y a transformar la sociedad”.

Durante la década de los noventa, la UCA lideró marchas estudiantiles demandando el 6% constitucional. El sacerdote, economista, y rector Xabier Gorostiaga se esforzó por mejorar las fuentes de ingresos de la universidad para “liberar de la pobreza a la educación, para que la educación libere de la pobreza a nuestros pueblos”.

El ex rector de la UNAN-Managua y académico de generaciones, Carlos Tünnermann Bernheim, destacó en aquella ocasión que, desde sus inicios, la UCA estableció un fondo para becas, y que gran parte del 6% –que dejó de recibir en 2022– era destinado para ayudar a estudiantes de escasos recursos. “La UCA jamás ha sido una universidad elitista. La composición de su matrícula demuestra que en ella estudian jóvenes que provienen de los diferentes estratos sociales de nuestra sociedad”, sostuvo.

En 2021, cuando el CNU ya había empezado asfixiar económicamente a la UCA, a través de la reducción presupuestaria, limitando el número de becas que la institución otorgaba, se estima que 5757 estudiantes –de una matrícula de 5891– tenían una beca parcial o completa, según un informe del mismo CNU que lo excluyó de la partida siguiendo órdenes orteguistas.

La UCA sobrevivió al terremoto de 1972, a las presiones políticas de la dictadura somocista, a la asfixia económica y la persecución política de la dictadura orteguista, la intimidación policial y amenazas de muerte a su rector José Alberto Idiáquez, luego desterrado del país. Pero siempre –destacó en aquel acto el doctor Tünnermann– “ha sabido actuar como corresponde a una auténtica Universidad. Es decir, una institución que salva el honor de la academia nicaragüense por mantenerse fiel a sus principios de ser un centro de pensamiento independiente, donde se cultiva el pensamiento crítico, donde se ofrece una educación superior impregnada de valores, plenamente consciente de su compromiso ético y moral con Nicaragua”.

Luis, el especialista en educación, afirma que “los más afectados con el cierre de la UCA son las personas más pobres de Nicaragua”, que accedían a una educación “que ninguna otra institución les puede dar”

Luis, el especialista en educación, afirma que “los más afectados con el cierre de la UCA son las personas más pobres de Nicaragua”, que accedían a una educación “que ninguna otra institución les puede dar”. También aquellos nicaragüenses beneficiados con sus voluntariados y los programas de desarrollo en las comunidades, a través de sus institutos y centros de investigación.

“Definitivamente –agregó–, la UCA ha sido, en medio de todas sus limitaciones, la mejor universidad de Nicaragua”. En 2012, de hecho, integró el ranking Quacquarelli Symonds, que enlista las 250 instituciones de educación superior de mayor prestigio en América Latina. La UCA fue la única nicaragüense en ese índice. Su formación también estaba respaldada por una red internacional de universidades que permitían valiosos intercambios académicos.

El especialista en educación asegura que los Ortega-Murillo se irán en algún momento. Sin embargo, lamenta que “van a dejar un país que vamos a tener que recoger con una escoba y una pala. Un país arrasado, con cosas que ya no se pueden reconstruir, que hay que comenzar de cero, y eso no se sí lo vamos a poder hacer… tenemos una demolición de todo en Nicaragua”.

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NdlR: este texto ha sido publicado por el diario nicaragüense Confidencial que autoriza a este diario a reproducirlo.

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