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El cubano que fue preso por hacerle la competencia a ETECSA 

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El cubano que fue preso por hacerle la competencia a ETECSA 

MIAMI, Estados Unidos. – Raudel García Bringas tenía 34 años cuando los militares lo esposaron y arrestaron una madrugada del año 2012 en La Habana. Le acusaban de emprender en un sistema socialista que odia la iniciativa privada y erigir, posiblemente, la primera red digital independiente del monopolio estatal de telecomunicaciones, ETECSA. En resumen: tambalear el control estatal de información y noticias.

Miembro de la Iglesia Bautista de Batabanó desde 1994 y alumno del Seminario Teológico Rafael A. Ocaña entre 1995 y 2000, sin dejar de servir como predicador local, construyó a la par un camino como persona de negocios en la informática con embajadas extranjeras y clientes privados cubanos.

García Bringas emprendió de manera autodidacta cuando aún el castrismo no había dado el pistoletazo para expandir el trabajo por cuenta propia, con el fin de seducir a Barack Obama en pos de un deshielo diplomático. Su vida cambiaría radicalmente a consecuencia de ello. 

Sobre el período de encierro castrista escribió un libro de memorias titulado El reto de vivir en Cuba. Entre la aceptación y el rechazo. Desde una cosmovisión cristiana, que le fortaleció en aquellos momentos, recapituló los procesos penales en los que estuvo involucrado y la vida en, al menos, tres cárceles cubanas.

El pasado mes de marzo de 2024 se cumplió una década del juicio en su contra. García Bringas recuerda, para CubaNet, aquellos traumáticos acontecimientos mientras el castrismo vende, ahora a la administración de Joe Biden, la imagen de respeto por los empresarios privados y los presos políticos.

―Fuiste condenado a tres años de prisión por “actividad económica ilícita”, pero tengo entendido que la vigilancia sobre ti era anterior a tu detención en 2012. ¿Es así?

―Antes de septiembre de 2012 mis labores comenzaron a ser llamativas para el Departamento de la Seguridad del Estado, cuando comencé a trabajar en la Embajada de Brasil en Cuba como informático. Luego pasé a la Embajada de Chile y finalmente comencé mi propio proyecto de empresa dentro de Cuba, a fines del año 2007, ofreciendo servicios a embajadas de conexiones de internet satelital, los sistemas Hughesnet. Mi empresa es la más antigua en Cuba y mantenemos clientes activos hasta el día de hoy. 

A fines de 2008 comenzamos a trabajar en un proyecto nuevo de telecomunicaciones que consistía en crear una plataforma paralela a ETECSA donde enrutamos llamadas telefónicas desde el extranjero hacia Cuba. No hay en el mercado de las telecomunicaciones ningún producto o equipo que pueda ser comparado con lo que hicimos. 

Todo fue producto de un equipo reducido. Mi aporte en este caso fue adaptar los sistemas satelitales de internet para usarlos para pasar llamadas telefónicas. Los equipos que utilizamos fueron diseñados por nosotros mismos y los mandamos a fabricar exclusivamente para utilizarlos en Cuba. 

Hoy en día la telefonía IP es algo muy común, pero aun con el desarrollo de las telecomunicaciones no existen paralelos posibles como lo que nosotros hicimos en Cuba y exclusivamente para Cuba. Estos se diseñaron obviamente por un conocimiento que obtuvimos de cómo funcionan las telecomunicaciones en Cuba, incluyendo configuraciones de sus centrales telefónicas. 

Después de esto, usted mismo puede sacar sus propias conclusiones. Nuestro proyecto fue operativo en Cuba por tres años. Por lo general siempre estuvimos un paso adelante del espionaje en las telecomunicaciones que el mismo régimen mantenía. 

Puede tener “pinta” de muchas cosas, pero créame que solo fueron negocios. Sí, podía haber sido utilizado para cualquier cosa, y de hecho siempre hubiera sido exitoso, pero nuestro interés era solo hacer negocios, y a eso me he dedicado siempre. No existe evidencia de lo contrario.

―¿Cómo se produjo tu detención? ¿De qué te acusaban?

―A mí me detuvo, el 5 de septiembre de 2012, la misma división de Contrainteligencia que procesó a Alan Gross; de hecho, estuvimos juntos en el Hospital Militar “Carlos J. Finlay”, de La Habana. 

―¿El estadounidense que importó tecnología para dar servicio de internet clandestino y libre?

―Sí, él.

Yo fui interrogado por la Policía política. Ellos procesaron mi causa ante la Sala Octava de los Delitos contra la Seguridad del Estado el 6 de marzo de 2014. Obviamente, aunque en el expediente de la Fiscalía no se hace mención de ellos, siempre estuvieron de una forma u otra presentes y, oficiales de ese cuerpo represivo participaron también en interrogatorios en [la unidad policial de] 100 y Aldabó. 

Me acusaron de ser agente de inteligencia del Mossad israelí, después de una sarta de acusaciones locas y sin fundamento. Aunque nunca se comprobaron están vigentes hasta el día de hoy, razón por la que no puedo volver a Cuba.  

Inicialmente me esforcé por darles a entender que lo que hacía no era “político”, algo que ingenuamente creía. Es obvio que si te procesan los Órganos de la Seguridad del Estado eres un caso político; solo yo era incapaz de verlo en aquel momento de tanta confusión.

El 7 de diciembre de 2012, cuando comienzan a publicar por primera vez mi caso en la prensa estatal, ya hacía mucho tiempo que era un caso político. 

―El uso de la medicina e instalaciones clínicas con fines de tortura y malos tratos ha sido documentado en la historia reciente cubana. En tu libro cuentas sobre ello. 

―Todos los que hemos estado en 100 y Aldabó coincidiremos sin duda alguna en que es un lugar diseñado para romper psicológicamente a cualquier persona. 

Fui testigo de cómo muchos que estuvieron conmigo, en la misma celda, cuando llevaban cerca de 30 días allí, padecían de síntomas psicológicos de asfixia. Otros no soportaban el encierro y trataban de suicidarse. Al menos en mi piso lo normal eran alrededor de tres o cuatro intentos de suicidios por mes. Ignoro en los otros pisos.

La crisis de ansiedad que tuve en 100 y Aldabó fue provocada. Para ese entonces aún estaba lejos de saber muchas cosas que hoy me son evidentes. Ningún médico, de varios que me han atendido en Estados Unidos, considera que fue producto de un proceso natural. Quizá hubiera sido “natural” en el lapso de los primeros 30 a 40 días de cautiverio. 

Yo mismo coincido con este criterio. Mi caso es atípico: la crisis surge en el día 72 de estar viviendo en esas condiciones. 

Con respecto a cómo surgió, aunque creo que nadie del Ministerio del Interior lo afirmará o negará, debido a los síntomas que tuve, es muy seguro que comenzara al poner en mi bandeja de comida pequeñas dosis de psicofármacos. Con el tiempo, eso creó adicción en mi organismo. 

―¿Qué síntomas experimentaste?

―La respuesta de mi organismo ante la ausencia de estos sería naturalmente la crisis nerviosa, un nivel de ansiedad muy alto. En un lapso de 72 horas desde que comenzaron los primeros síntomas perdí completamente el sueño y comencé a experimentar temblores en mis manos y mis pies. Fue espantoso. 

Mis ideas corrían a una velocidad increíble al punto de que atropellaba el lenguaje al no poder expresarme correctamente. Comencé a hacer muecas con la boca, la nariz; eran tics nerviosos. 

Conocía ya esos síntomas que vi en casos de enfermos alcohólicos que eran ingresados para entrar en proceso de abstinencia. Los míos fueron exactamente los mismos, solo que yo no soy alcohólico. Rebasé la crisis nerviosa por la misericordia de Dios. 

Nadie me atendió médicamente, nadie hizo nada. Solo cerca de tres semanas después de aquel episodio, y estando aún en 100 y Aldabó, me llevaron a Medicina Legal para un diagnóstico. 

Todos eran médicos militares. Me hicieron varias preguntas. Respondía las que creía que debía responder y omití información que entendía que no debía decirles, pero, para mi sorpresa, pudieron manejar la conversación al punto que me hicieron vivir por ese momento, quizás 10 o 15 minutos, los mismos síntomas que semanas atrás había rebasado. 

Los mismos psiquiatras de Villa Marista, el cuartel de la Policía política, me dijeron que habían quedado secuelas, por lo que requeriría seguir siendo atendido. La principal fue con el sueño. Con el paso de los meses, ya en la prisión de Valle Grande y después en la Sala de Penados de La Covadonga, esa marca se hizo más profunda. 

―¿En qué sentido?

―En la Sala de Penados de La Covadonga me administraron por primera vez fármacos para dormir. Allí estuve un año exacto, en un pabellón grande para presos, pero sin ventanas. 

Después la Policía política me movió a la cárcel de máxima seguridad del Combinado del Este, bajo la acusación de un supuesto plan de fuga masiva. A los pocos días de estar en el Combinado me movieron para la sala del Departamento de la Seguridad del Estado en el Hospital Militar “Carlos J. Finlay”, en Marianao. Fue ahí donde me comenzaron a dar dosis altas de fármacos para dormir.

A las pocas semanas ya mi organismo había asimilado esas dosis, y entonces me cambiaron los medicamentos por otros muchos más fuertes, de los que soy dependiente hasta el presente. Lo establecido para esos psicofármacos es que se deben suministrar con dosis controladas, por no más de tres semanas. Cuatro semanas puede ser muy arriesgado no solo por lo dañino del medicamento sino, además, por la adicción que crea. 

A mí me dieron en dosis bien altas todos esos medicamentos por un año. 

Logré exitosamente bajar las dosis hasta un punto, pero no pude deshacerme de estos. Al día de hoy, ya no ayudan con el sueño, pero tampoco los puedo eliminar. 

―A causa de eso estuviste en otras situaciones límites, ¿cierto?

―Tuve un coágulo a finales de 2016, sí, debido a las toxinas de los medicamentos que desde 2014 me comenzaron a proporcionar en altas dosis. Fue una suerte que quedara en una vena secundaria. Si hubiera aparecido en una arteria principal hubiese necesitado un milagro bien grande para sobrevivir. Desde aquel momento he añadido a mis medicamentos otro que es anticoagulante y evita que se forme otro coágulo.

Raudel García Bringas
Raudel García Bringas (Foto tomada de su perfil de Facebook)

―Aun así me has dicho que eres un hombre afortunado. ¿En qué sentido?

―Otra persona tomando todas esas medicinas por tanto tiempo hasta hoy es muy posible que no fuera capaz de mantener una vida equilibrada, por la cantidad de efectos secundarios. No ha sido mi caso. 

Por gracia divina, hoy sigo activo en mis deberes como padre y profesional. He realizado en tiempo récord dos maestrías y cuatro posgrados en universidades internacionales con diferentes zonas horarias, y he obtenido notas sobresalientes. 

Mi vida no es normal, nunca lo será debido a los medicamentos, experiencias y secuelas que quedaron, pero es algo que he aprendido a manejar sin que nadie a mi alrededor se sienta afectado. Me siento agradecido por ello. No me quejo, solo trato de vivir agradecido.

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