LA HABANA, Cuba. – Como sucede todos los años alrededor de la fecha del 20 de mayo, la propaganda castrista, que generalmente se niega a reconocer cualquier aspecto positivo que tuviera lugar en la Isla antes de 1959, la emprende contra la República que vio la luz en 1902, casi siempre bajo el argumento de que la nación nacía con una soberanía mediatizada, especialmente debido al anexo constitucional conocido como Enmienda Platt.
Por supuesto que el desarrollo de la economía cubana con posterioridad a 1902 también es blanco de los dardos del oficialismo castrista. Se habla de que la República adquiría una deformación estructural al especializarse en la producción de materias primas y artículos primarios para el mercado estadounidense, con el que mantendría un alto porcentaje de su intercambio comercial.
En ese contexto sobresale un artículo del historiador oficialista Ernesto Limia aparecido en el periódico Granma. El historiador castrista apunta que “al dominio sobre el azúcar y los minerales [de EE.UU. sobre Cuba] se sumó el control del 90% de las exportaciones de tabaco torcido. En 1905 unos 13.000 colonos norteamericanos habían adquirido tierras en Cuba, valoradas en 50 millones de dólares, y ya en 1920 las inversiones estadounidenses se calculaban en más de mil millones de dólares”.
Sin embargo, el análisis del señor Limia se aleja del contexto en que la República de Cuba nacía al concierto de naciones independientes. Con una economía en ruinas como consecuencia de la Guerra del 95, en especial la industria azucarera, afectada entre otras cosas por la destrucción de muchos ingenios, y la política de tea incendiaria aplicada a los cañaverales por los mambises, Cuba necesitaba cuanto antes conseguir un mercado seguro para sus dos productos principales de exportación: el azúcar y el tabaco.
Y ese mercado resultó ser EE.UU. Mediante el Tratado de Reciprocidad Comercial firmado con Washington en 1903, Cuba lograría que esos dos productos entraran al mercado estadounidense con preferencias arancelarias, lo que redundaría en un estímulo para el aumento de esas producciones en la isla, con el consiguiente aumento de los ingresos que precisaban la economía y la sociedad cubanas.
Las siguientes cifras, tomadas del libro Esplendor y decadencia del azúcar en las Antillas hispanas, del economista Oscar Zanetti Lecuona, nos permiten comprobar el gran salto de la producción azucarera cubana durante los dos primeros decenios de su vida independiente. En 1900, la Isla solo pudo producir 309.000 toneladas de azúcar. Ya en 1903 la producción alcanzó el millón 28.000 toneladas. El segundo millón 515.000 toneladas se logró en 1913, y ya en 1916 la zafra superó los tres millones de toneladas. Y para 1919 Cuba era capaz de producir 4 millones 180.000 toneladas de azúcar.
Por otra parte, el historiador Limia nada dice del superávit comercial que Cuba casi siempre experimentó durante toda la etapa republicana, un reflejo de la pujanza de las exportaciones de la isla. Solo en cuatro ocasiones durante el período 1902-1958, Cuba enfrentó un déficit comercial, es decir, que compró más que lo que vendió en sus relaciones comerciales con el mundo.
Aquí conviene recalcar que, a diferencia de lo sucedido en la República, la ineficiente economía castrista solo pudo ser superavitaria durante los años 1959 y 1960. A partir de ahí siempre ha sido deficitaria, incluso durante la etapa de las amplias relaciones con los países comunistas nucleados en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME).
En nuestros días es muy difícil imaginar que Cuba pueda firmar un tratado comercial con algún país, al estilo del pactado con EE.UU. en 1903, que levante la economía de la Isla. Porque, ¿con qué productos de exportación cuenta Cuba para ello?…
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