LA HABANA, Cuba. – No importa que el regalo del Día de Reyes para los cubanos de la Isla haya sido otro paquetazo económico con reajustes de pensiones, anuncios de alza de precios para los alimentos normados, la electricidad y los combustibles —incluido el gas licuado con que se cocina una parte considerable de los hogares cubanos—; tampoco se tendrá en cuenta que haber servido un trozo de carne de puerco y un plato de arroz moro en la cena de fin de año fue “privilegio” de unos pocos cuando la libra de cerdo superó ampliamente los 600 pesos en el mercado, así como la de frijoles no bajó de los 450 pesos, unos precios imposibles de pagar cuando el salario medio ronda apenas los 4.000 pesos, es decir, unos 15 dólares mensuales (menos de un dólar diario), lo cual nos coloca a todos entre los más pobres del mundo.
Pero nada de eso importa a los comunistas y así como exigen “comprensión” y más “sacrificio” (como más dinero a quienes ya fueron saqueados por la “fallida” Tarea Ordenamiento) ahora anuncian una nueva edición del tan polémico “festival culinario” Cuba Sabe, al que se une el II Taller Gastronómico Internacional, a celebrarse del 8 al 10 de febrero en el Hotel Iberostar Grand Packard.
Esta quinta edición de Cuba Sabe tendrá como principales “atractivos” no solo la presencia de al menos un par de chef españoles importantes como Javier Peña —presentador del programa Comerse el mundo, de RTVE— y Marian Reguera, sino además por el concurso “Pan con lechón”, con el cual se intentaría “homenajear” un bocadillo que fuera típico de la gastronomía cubana más popular, de la calle, hasta que la penosa y larga “construcción del socialismo” requirió de su extinción, por lo que sería más justo rendirle tributo como a cualquier difunto.
El pan con lechón se sigue elaborando allá lejos donde se han establecido los emigrantes cubanos que alguna vez lo conocieron pero en realidad es un bocado que, por su prolongada ausencia o por lo nada barato que resulta cuando alguien lo elabora con todo lo que se necesita para no ser un simple “pan con puerco desmenuzado”, ya no existe en la memoria culinaria de los más jóvenes, de quienes se pudiera decir que han crecido al olor y sabor nauseabundo de las peligrosas croquetas de Prodal pero sobre todo al “calor” de estas, en tanto se han vuelto famosas por la facilidad con que explotan en la sartén, causando quemaduras graves a más de uno.
Pero Cuba Sabe, enfocado en la gastronomía del ayer —aquella que fue desapareciendo forzosamente bajo la “ofensiva revolucionaria”— no tiene espacios para la actual cocina “del invento” que bien define eso indefinible que hacen los cubanos y cubanas a diario para no morir de hambre.
En Cuba Sabe se hablará de paellas, mariscos, del “maridaje” de un habano con los aceites de oliva y hasta de cómo cortar y servir el jamón ibérico, pero se hará silencio absoluto sobre cómo algunos cubanos cocinan la cáscara del plátano para imaginar que finalmente comen el añorado picadillo de res o sobre esos geniales cocineros del Oriente cubano que logran hacer “potaje” con las semillas del mamoncillo porque el frijol tradicional, como la harina y el boniato que alguna vez fueran de pobres, han pasado a ser “comida de ricos”.
Del 8 al 10 de febrero el Hotel Packard funcionará como la vitrina de un museo de arqueología donde los cubanos de a pie que logren pasar por allá —si es que alguno logra llegar como invitado y no como sirviente— se sentirán como que viajan en una máquina del tiempo. Podrán ver y quizás hasta degustar esa Cuba que alguna vez estuvo en nuestros paladares pero que ahora a duras penas los más viejos logran retener en los recuerdos.
Cuba Sabe, aunque se disfraza de evento para “rescatar” tradiciones culinarias en realidad es otro espacio de propaganda que les sirve a los comunistas para esconder lo que en realidad ocurre, proyectando hacia la exterior la idea de que el hambre en Cuba es un mito, a la vez que se sacuden de encima la responsabilidad que llevan en todo el conjunto de penurias que atraviesa el pueblo cubano pero sobre todo en la aniquilación de un elemento tan importante para nuestra cultura como es la cocina.
Así, Cuba Sabe funciona tan engañosamente como el más reciente artículo pagado en National Geographic, con el cual se pretende colocar a la Isla como principal destino cultural de la región, un gran globo inflado que los medios de prensa oficialistas divulgan ―con total mala intención― como una iniciativa elogiosa de la propia revista británica, lo cual está lejos de la verdad, de modo que, a base de mentiras, Cuba “sabe” muy mal.
De la Cuba triste, dura y hambrienta de los últimos 60 años nadie hablará en el hotel Packard, mucho menos si Lis Cuesta —en virtud de su “continuada” pasión por una cocina que no es “continuidad”—, se hace presente en el papel de “primera dama que no es”.
De lo que ocurre hoy en nuestras cocinas y que, entre otros desastres, ha desatado nuestra peor oleada migratoria, no se hablará porque si el cubano “sabe” de algo es de ausencias y desabastecimientos prolongados, de mesas y calderos vacíos.
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