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Cuba: lo “privado” como enemigo de la “unidad”

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Cuba: lo “privado” como enemigo de la “unidad”
Cuba: lo “privado” como enemigo de la “unidad”

LA HABANA, Cuba. – Un análisis realista de nuestra situación debería partir del hecho de que en Cuba no existen “negocios privados” como tampoco condiciones para que surja algo semejante. Lo que hemos visto como tal, lo que hemos etiquetado así por no querer encontrar otro modo de nombrarlo, son puras ilusiones, nacidas de ese “trauma” que sufren muchos por causa de la resistencia a aceptar que lo “privado” no tiene cabida bajo un régimen totalitario. 

Lo privado estuvo entre los primeros “atributos” que el castrismo adjudicó al “enemigo” para corporeizarlo, y contra él desplazó todos esos sentimientos y actitudes negativas (odios, envidias, revanchismo, vagancia, delincuencia y mediocridad) que el populismo siempre necesita movilizar no solo para justificar su perpetuidad en el poder sino, sobre todo, para enmascarar sus constantes fracasos. 

De ahí la aparentemente “absurda” aniquilación de las más mínimas manifestaciones del sector privado en los años 60, la abolición de la vida privada con los Comité de Defensa de la Revolución, la creación de las escuelas en el campo y la educación fuertemente ideologizada para disimuladamente dinamitar ese núcleo de individualidad que constituye la familia, la instauración del sistema de avales políticos (es decir, la aprobación o reprobación “colectivas” de un derecho) para continuar estudios o acceder a un empleo, y de ahí, por supuesto, las sucesivas e interminables purgas en sus propias filas, los retrocesos, las “rectificaciones”, las “correcciones” donde —fijémonos bien— se ataca no el mal que nos afecta sino solo aquello que supuestamente no contribuye a la “unidad”, un concepto de pura fantasía ideológica pero que para los comunistas siempre será irreconciliable con lo privado.

Precisamente por eso también es importante tener en cuenta que lo opuesto de lo “privado” para los comunistas no es para nada lo “colectivo” (una de las grandes estafas del castrismo) sino todo lo que está fuera de esa “unidad” que para nada debemos confundir con “unidad de consenso” (ni político ni ideológico) sino, en todo caso, como “unidad de un cuerpo represivo”, es decir, de un régimen que solo sobrevive en virtud de la represión, y que por tanto agota la mayor parte de los recursos en fortalecerla.

De modo que aquellos intentos de formas “privadas” que no se articulan con esa “unidad” (que en realidad es “represión”, reitero) no tienen la más remota posibilidad de prosperar, a pesar de las “bondades” de leyes, decretos, contratos y promesas, y a pesar de que un “emprendimiento individual” quiera erigirse al margen de la política bajo el pragmatismo de que “negocios son negocios” en un escenario altamente politizado donde el verdadero gran “negocio” del régimen consiste no en otra cosa que no sea mantenerse en el poder a como dé lugar.

Es decir, todo es coyuntural y todo existe en función de sostener la dictadura. Así, los negocios y empresarios “prósperos” que vemos por acá —sobrevivientes a toda adversidad— de algún modo han pactado esa “prosperidad” con el régimen para así recibir lo “privado” como prerrogativa. De modo que es un error distinguir uno de otro como entes “individuales”, así como un acierto analizarlos en su relación de complicidad.  

Para el totalitarismo, lo privado —o mejor dicho, su propia recreación de lo “privado”— es un privilegio y no solo es imposible ejercerlo o reclamarlo como derecho sino que el propio discurso, con sus ambigüedades y contradicciones se encarga de excluirlo e incluso hasta criminalizarlo, y es lo que hemos estado viendo por estos días con la ofensiva contra las mipymes, así como durante todos estos años contra cualquier manifestación de lo individual. Y de eso saben activistas, escritores, periodistas independientes, cineastas, animalistas y hasta los hombres y mujeres que hoy guardan prisión por el “delito” de una simple publicación en sus redes sociales. 

Asistimos a esta cacería de brujas como a un déjà vu que solo ha tomado por sorpresa a los “mareados”, es decir, a los que no se recuperan de ese trauma que sin dudas es pasar de la sospecha a la certeza de que un régimen comunista es en realidad una abominación política donde todo rastro de individualidad es aniquilado en virtud no de una ideología o un “sueño” (eso es lo que dicen para lucir “bonitos”), sino de viejos rencores, envidias, frustraciones, ambiciones y todo lo peor de la naturaleza humana.   

Los negocios que han cerrado o que han quebrado por estos días deben su fracaso a la incapacidad de sus “dueños” comprender que existieron, que los dejaron surgir, no para ellos como propietarios del capital y la idea, ni siquiera para la prosperidad de una economía o un país, sino solo como elemento “coyuntural” para el sostenimiento de un sistema represivo que descarta todo lo que no se articula con él en franca complicidad. Y es por eso que el gremio “sobreviviente” está repleto de exrepresores, exdirigentes, amigos y familiares de esta o aquella figura en el poder.

La “prosperidad digna” de la que habla Miguel Díaz-Canel (un calificativo que ya de por sí le rebaja unas cuantas “rayitas” al concepto de “prosperidad” que suponíamos “plena”, de Raúl Castro) no está ni estará para los comunistas y militares por encima de eso que llaman “unidad” pero que es en realidad “represión” en su grado más perverso y que jamás reconocerá como derecho lo verdaderamente “privado”, de modo que nunca podrá realizarse ni siquiera a ese grado mínimo, miserable, que significa lo “digno” frente a lo “pleno”. 

Emprender un “negocio” en Cuba con la esperanza de “prosperar” al margen de la represión más que fantasía es una locura, un desconocimiento total de nuestra realidad y sobre todo del verdadero origen y propósito de la miseria material y humana que nos rodea, que nos asfixia, y que hoy desgraciadamente ha alcanzado el punto de no retorno. 

ARTÍCULO DE OPINIÓN Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

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