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Cuba 2024: un país oscuro para un sistema oscuro

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Cuba 2024: un país oscuro para un sistema oscuro
Cuba 2024: un país oscuro para un sistema oscuro

LA HABANA, Cuba. – Los prolongados y frecuentes cortes del fluido eléctrico perjudican a todos. Tras un día o una madrugada de apagón el rendimiento disminuye, los escolares no asimilan las lecciones, los obreros no producen, el país retrocede. No obstante, los apagones no son nada nuevo en Cuba. Muy por el contrario. De hecho, constituyen uno de los rasgos intrínsecos más distintivos del desgobierno antillano, como lo fueron de los regímenes de la Europa socialista los cortes de combustible y calefacción en lo peor del invierno. Ningún cubano que las haya vivido podrá olvidar jamás, por ejemplo, aquellas ocho o 16 horas diarias sin corriente durante el malhadado Período Especial de la década de 1990. Y es que el desamparo que experimenta el individuo al no poder protegerse de las condiciones climáticas extremas es una de las herramientas de dominación preferidas por los sistemas totalitarios modernos, ya fueran o no satélites de la Unión Soviética. 

Ahora bien, a despecho de las sobradas evidencias que demuestran lo anterior, ya entrado el presente siglo, en el año 2006, a Fidel Castro no le tembló la voz para aseverar ante los medios: “La Revolución Energética en Cuba avanza firmemente y nada podrá impedir que el país multiplique su capacidad de generar electricidad. Hemos elaborado un amplio y ambicioso programa de rehabilitación para dejar atrás problemas acumulados y hacer más eficiente el servicio eléctrico que se brinda tanto al sector estatal como al residencial”. 

Tal y como presagiaba aquella sentencia (típica de la dialéctica artificial que Castro I dominaba magistralmente), hoy los cubanos sufrimos el descalabro de la “Revolución Energética”. De los grupos electrógenos que tanto ensalzaban los dirigentes y sus voceros, apenas un puñado continúa en funcionamiento. La mayoría quedó en desuso a causa de la obsolescencia tecnológica. Con el resto acabaron el vandalismo y los elementos. Algunos tuvieron que ser removidos de una ubicación incorrecta, como sucedió, por ejemplo, con el de la calle María Auxiliadora, en el reparto Víbora Park del municipio Arroyo Naranjo, pues además del estruendo que producía y del desagradable olor de sus emisiones de gases contaminantes, sus vibraciones excesivas destruyeron varias casas con las consiguientes protestas de los vecinos.

Un poco más acá, en el 2013, se celebró en La Habana la XII Conferencia Mundial de Energía Eólica y Exposición de Energías Renovables. El evento fue auspiciado en el marco de una de esas innumerables campañas maratónicas a las que nos tiene acostumbrados el régimen. Y como es habitual en cada maniobra de ese tipo, la propaganda era implacable. A diario se informaba de alguna operación trascendental encaminada a extender en el país el uso de fuentes de energía limpia como la eólica y la solar. Así, por ejemplo, por un reportaje publicado en la revista Bohemia del 13 de diciembre de ese año conocimos de la instalación en Cienfuegos del primer parque solar fotovoltaico construido a gran escala en Cuba. 

No, no leyó mal. Construido en Cuba. De acuerdo con el artículo “De la energía, algo más que rayos”, con una capacidad de 2,6 megavatios los 14.000 paneles solares suministrados por el Combinado de Componentes Electrónicos (CCE) “Ernesto Che Guevara”, de Pinar del Río, habían ahorrado al país entre abril y julio de ese año “unas 145 toneladas de combustible fósil” y produjeron “el equivalente al consumo diario de 780 viviendas de aquella provincia” (si bien, cuando se trata de los tejemanejes castristas, esto último no necesariamente significa que en efecto esas supuestas viviendas hayan sido beneficiadas de esa manera). 

Como sea, la única instalación cubana dedicada a la manufactura de paneles fotovoltaicos fue inaugurada en septiembre de 1987 como fábrica de semiconductores y estuvo a punto de sucumbir a la desaparición del campo socialista. Fue reconvertida alrededor de 2001 y dos años después, si vamos a creer a los entrevistados, exportaba al por mayor a España, Italia, Japón, Alemania, Venezuela y Bolivia.

Claro, que, como también es costumbre en la mayor de las Antillas, exportaciones masivas no significan mercado nacional abastecido. Antes lo contrario, pues el régimen de La Habana no exporta los excedentes, sino lo que debería disfrutar el pueblo. De hecho, esas producciones no parecen haberse enfocado hacia las necesidades nacionales sino hasta 12 años más tarde, precisamente alrededor de la fecha de emisión del reportaje. 

Para 2017, el CCE pinareño producía, no sin ayuda del exterior (de China, nada menos), 60.000 paneles anuales con una capacidad total de 15 megavatios. En otras palabras: con muletas y a pasito de tortuga (si no de cangrejo), así transita esta Isla castigada por el sol hacia lo que hace al menos dos décadas es realidad en otras latitudes, acaso menos favorecidas por el astro rey, pero mejor dotadas en cuanto a derechos humanos. Mientras, los cubanos seguimos sumidos en la oscuridad. En la insondable oscuridad generada por un sistema oscuro.

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