LA HABANA, Cuba.- Entre los días 11 y 13 de septiembre de 1892 tuvo lugar un histórico encuentro entre José Martí y Máximo Gómez. La reunión, celebrada en la finca La Reforma, provincia de Montecristi (República Dominicana), había sido organizada por el Apóstol con el objetivo primordial de ganar al experimentado militar para la nueva etapa de lucha por la independencia.
Pocos meses antes Martí había constituido el Partido Revolucionario Cubano (PRC), desde el cual había iniciado una importante labor en pos de unir a la emigración cubana en un frente común contra el colonialismo español. Incansable y persuasivo, pretendía involucrar a los principales oficiales y patriotas que habían tomado parte en la Guerra de los Diez Años (1868-1878), a los que habían colaborado desde el exterior y a los jóvenes que anhelaban una Cuba libre.
Con la serenidad de dos grandes hombres que siempre colocaron el bien general por encima de cualquier ambición personal, Martí y Gómez se tomaron su tiempo para analizar la situación existente en la Isla, el apoyo alcanzado y aún por lograr, el papel aglutinador del PRC y los recursos disponibles hasta el momento.
No podía esperarse menos de un patriota como Máximo Gómez, quien de inmediato se comprometió con la causa cubana, prometiendo servirla con el mismo honor y desinterés que había demostrado en los años de la Guerra Grande.
Martí y Gómez se despidieron el 13 de septiembre en Santiago de los Caballeros. Aunque no se haría oficial el nombramiento hasta un tiempo después, ese día el Apóstol puso el destino de Cuba en manos del más leal de sus hijos adoptivos, seguro de que llevaría la contienda a buen término, hasta el nacimiento de una república con todos y para el bien de todos.
El Generalísimo se ocupó de preparar para esta nueva etapa de lucha a los veteranos de la guerra de 1868. Lo hizo con diligencia y firmeza, dejando escrito en su diario de campaña que “Martí había encontrado sus brazos abiertos para él, y su corazón, como siempre, dispuesto para Cuba”.