En algunos puntos, los desperdicios llegan casi hasta las casas, ya sea por su frente o por el lateral. La fetidez se siente desde lejos.
LA HABANA, Cuba.- Coincido con lo planteado por la colega Ana León en el trabajo para este medio “No hay basureros en La Habana: La Habana es un basurero”, publicado hace unos días. Aunque el tema es reiterado, ampliaré la información brindada por ella con una situación que desgraciadamente ya no está resultando insólita en la capital: en la barriada Mantilla, municipio Arroyo Naranjo, ya no son las esquinas las que están invadidas por la basura, sino calles completas.
Las calles Cuarta y Sexta, en los tramos comprendidos entre Progreso y Delgado, están bloqueadas en su totalidad al tránsito, tanto de vehículos como de peatones, por los desechos que ocupan más de 50 metros. Para cruzar la vía, hay que rodear el basurero y el lodazal que lo circunda.
Evidentemente, hace mucho tiempo que no se recoge la basura. El día que decidan hacerlo, tendrán que venir con unos cuantos camiones, pues son varias toneladas a retirar.
En algunos puntos, los desperdicios llegan casi hasta las casas, ya sea por su frente o por el lateral. La fetidez se siente desde lejos.
Producto de esta situación, los residentes de la zona corren peligro de contraer los virus y enfermedades que hoy invaden el país.
Pregunté a un vecino que se encontraba sentado en la acera de la esquina de Cuarta y Progreso, cómo era posible vivir en un lugar así y si las autoridades tendrían conocimiento del problema, y el hombre me respondió con resignación: “esto lo sabe todo el mundo y no hacen nada”.
A unos 200 metros de allí, detrás del antiguo paradero de la Ruta 4, en la esquina de las calles Progreso y Primera, hay un caos similar. Las inmundicias se extienden más de 50 metros por cada vía, y si no se actúa pronto, en cualquier instante se bloqueará la intersección por ambos puntos.
Viendo esta situación he recordado cómo era, hace varias décadas, la recogida de la basura en La Habana. Era un proceso casi manual, hecho siempre en horario nocturno. Pasaba un camión, donde iban dos o tres hombres encima de la cama, y dos o tres más por la calle a su lado, que con una habilidad pasmosa recogían los recipientes con la basura que sacaban los vecinos de sus casas y se los lanzaban a los que estaban en el camión, quienes los vaciaban y devolvían al que estaba abajo para que lo volviera a poner en la puerta de cada casa.
Para avisar que se acercaba el vehículo recolector, golpeaban con una cabilla en los laterales del camión y gritaban: “la basura”. Esta forma de avisar dio lugar a un chachachá que se hizo muy popular cuya letra decía: “a esconderse que ahí viene la basura”.
En la década de 1960, para recoger la basura se empezaron a emplear unos camiones checos, con un sistema colector acoplado a unos latones medianos colocados en las esquinas. Pero ese sistema duró poco tiempo, pues los camiones se fueron rompiendo y no se adquirieron las piezas de repuesto necesarias.
A partir de entonces y hasta nuestros días, se ha experimentado con distintos sistemas, gracias a las donaciones de vehículos japoneses y chinos que, de forma mecanizada, usan grandes tanques colectores, que primero fueron metálicos y ahora son plásticos. Pero estos medios también han resultado insuficientes para brindar el servicio, debido no solo a la falta de piezas de repuesto, sino también porque hay personas que se roban los contenedores para utilizar las ruedas y para fabricar objetos de plástico que luego venden los cuentapropistas en los mercados o en la vía pública.
