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Biden lo hizo: ¡A recargar baterías!

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Biden lo hizo: ¡A recargar baterías!
Biden lo hizo: ¡A recargar baterías!

LA HABANA, Cuba. – Biden finalmente lo hizo. Como para que no queden dudas de que a su paso por la Casa Blanca nada aprendió de su vecino o, por el contrario, que sabe muy bien dónde lleva las baterías ese juguete comunista que, aunque nadie lo compra por espantoso, a todos les da “sentimiento” sacarlo definitivamente de la vidriera. 

El régimen cubano ha sido convertido por las izquierdas en una “reliquia” y quizás solo por eso El Vaticano lo cuente entre las tantas herramientas de martirio que atesora como símbolos de su pasado. Así una vez más ha sido el mediador, perdonando los años en que en la Isla visitar una iglesia, portar un crucifijo o mencionar a Dios era duramente castigado por el Partido Comunista. 

Pocos se atreven a llamarlo dictadura, todos le perdonan las meteduras de pata, los coqueteos y los vínculos con el Nicolás Maduro que fantasea con invadir Puerto Rico, con Moscú, Pionyang, Hamás, Hezbolá, ETA y con cuanto grupo guerrillero o partido político que les huela a cocaína o a petróleo regalado, y en gran medida esa “inmunidad”, ese tratamiento especial se deriva del modo meticuloso con que el castrismo ha trabajado la proyección de su imagen hacia el exterior y, además, a las redes de influencia que ha sabido tejer y que se extienden desde La Habana hasta los lugares más insospechados.

Una imagen con la que se permite jugar a la represión de tal modo que parezca “autodefensa”, y que le permite salir ileso en asuntos de derechos humanos en la ONU aún con artistas, activistas y periodistas en prisión o desterrados, que le vale un respiro en un intercambio de presos cuando apenas la víspera encarcelaba a otros dos jóvenes por protestar en sus redes sociales, de modo que es una imagen bien construida, aunque desde aquí le veamos los costurones y demás chapucerías. Pero es una imagen solo para “dar el plante” allá donde solo bastan palabras, estadísticas y negociaciones para que funcione.   

Al fortalecimiento de esa imagen, hecha de puro lenguaje y de muy escasa materialidad (donde unas veces se representa el papel de víctima y otras el de “buenas personas”), donde se habla de “logros”, de “cambios”, de “intenciones de diálogo”, de “cooperación”, de “intercambio” en buena medida hemos contribuido todos al no dedicarle el suficiente tiempo al desmontaje inteligente, pieza por pieza, de lo que realmente significa cada palabra y cada nueva ley en el discurso de la dictadura, cada paso, estrategia, experimento y ejercicio, así como a revelar en detalles cómo funciona el mecanismo más profundo de ese “juguete” al que, casi a punto de extinguírsele la fuente de energía, el “enemigo” contradictoriamente ha vuelto a dar carga como por compasión. 

Pero creer en las “buenas intenciones”, o en la ingenuidad, o en la no comprensión del problema por parte de Biden es un ejercicio inútil y hasta imperdonable. Sobre todo para quienes pretenden de verdad dar una estocada mortal a ese que ha demostrado tener más vida que el gato, y hasta para los que continúan confiados en que el final del castrismo está en manos del Gobierno de Estados Unidos y que al mismo tiempo desprecian el poder que tenemos los propios cubanos y cubanas, sin depender de las ayudas externas, para derribar, incluso sin disparar una sola bala, ese muñeco diabólico que es hoy mucho más vulnerable de lo que aparenta, incluso con este nuevo ciclo de carga en sus achacosas baterías. 

He visto el entusiasmo de algunos, la decepción de otros, las esperanzas de unos cuantos que se esfuerzan por ver en las nuevas decisiones ese camino a la democratización del que habla Biden, y no una oxigenación del régimen, mientras otros se lamentan por lo que suponen un error, una traición que alargará la vida del que parecía a punto de estirar la pata. 

Están incluso los que piensan que Donald Trump podrá deshacer con un chasquido de dedos el “maleficio” de Biden cuando la realidad es que no le será tan fácil como firmar una orden. Lo logrará finalmente, pero le llevará tiempo lograr revertirlo, y será ese brevísimo tiempo el que necesita la dictadura para mover su dinero de un lugar a otro más seguro, para disfrazar los rastros que quedaron expuestos, en fin, el momento de aprovechar la luz verde para salir a toda prisa de ese embotellamiento donde estuvo esperando esta oportunidad que quizás no se repita hasta que vuelva otro demócrata compasivo a dirigir el tráfico. 

He visto todas esas reacciones a raíz de las noticias y aún no me decido a hacer grupo con ninguna pensando en la razón que llevan todas, porque es muy cierto que a la vez que se oxigena la dictadura, que lo hará sin dudas, aunque sea aprovechando esa fugaz bocanada, lo harán también quienes necesitan igual oxigenarse dentro de Cuba, en el verdadero campo de batalla, para poder continuar la pelea, que no se gana solo a fuerza de consignas y carteles, de publicaciones y de redes sociales, sino sabiendo llegar al compartimento de baterías del juguete y hacerlo detonar, pero desde bien adentro.

De modo que eso que parece adversidad es posible que sea bendición, y no porque en parte haya sido mediada por El Vaticano, que necesita de muchas más bendiciones que la dictadura comunista en esta época de poca fe, sino porque el dinero (que sin dudas está en el centro y no en el trasfondo de las negociaciones, porque no por casualidad se han apurado en vaciar bolsillos abriendo tiendas en dólares y cerrando mipymes) es el oxígeno pero a la vez la perdición del castrismo, en tanto la corrupción y las “deslealtades” que lo devoran necesitan cada vez más para alimentar “sueños” y ambiciones, que no son precisamente la construcción del socialismo sino lo que todos sabemos, y por eso también a veces estamos dispuestos a perdonar.

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