CIUDAD DE MÉXICO, México.- En 1995 llegó a la pantalla un filme donde los grandes protagonistas no son humanos, sino animales; el director australiano Chris Noonan y el productor George Miller, director de la trilogía Mad Max, coescribieron el guión de Babe, basándose en The Sheep-Pig, del novelista infantil británico Dick King-Smith.
Ambos guionistas y el diseñador de producción Roger Ford recrearon un mundo mágico, ambientado en una granja imposiblemente idílica presidida por el alto, larguirucho y amable granjero Hoggett y la baja y amable señora Hoggett. Sin embargo, las verdaderas estrellas son los animales -incluyendo perros, caballos, vacas, ovejas, patos y ratones- y el fabuloso Babe.
La película transcurre en Australia, donde el héroe, el joven cerdo, observa con nostalgia cómo se llevan a todos los demás cerdos en camiones para no volver jamás. Se van al Paraíso de los Cerdos, piensa: “un lugar tan maravilloso que nadie regresó jamás”.
Pero Babe se libra del viaje. El granjero Hoggett lo ve, le gusta y lo lleva a vivir a la granja, donde es adoptado por una border collie y criado como uno de sus cachorros.
La vida es agradable en la granja, aunque los animales tienen diversos problemas. Ferdinand, el pato, se cree un cerdo y observa con tristeza cómo los humanos se comen un animal para cenar: “Debe haber tierras lejanas con disposiciones más amables”. Rex, el collie, odia a las ovejas y Cat, el gato, tiene mal carácter.
Babe ha trascendido como un cerdo capaz de romper paradigmas que dicen que estos animales fueron creados para proporcionar tocino, o que las ovejas eran estúpidas y debían ser condescendientes.
En Babe, los perros se encargan de pastorear a las ovejas mordiéndolas y tratándolas como si fueran inferiores. Sin embargo, cuando el cerdito interviene para cambiar esta situación, pide a las ovejas de forma cordial que obedezcan sus órdenes, y con ello demuestra a su “madre”, Fly, la perra pastora con la que se crió, que las ovejas deben ser tratadas con respeto, porque todos los animales son iguales.
La granja es un microcosmos de la sociedad, donde cada cual está constreñido por funciones que determinan su valor. Pero el cerdito protagonista cuestiona esta estructura y la idea de lo que cada uno puede y debe hacer. Es aquí quizás donde radica la mayor semejanza con Rebelión en la granja, de George Orwell, el cerdo raquítico llamado Babe no quiere conformarse con ser un simple cerdo.
Para la producción de 1995 se requirieron 59 personas para entrenar a los 500 animales actores. Además, para el cerdito protagonista se necesitaron 48 cerdos Large White Yorkshire, pues esta raza crecía a gran velocidad.
En 1998 siguió una secuela, Babe: el cerdito va a la ciudad, donde, después de que el granjero se lesiona y no puede trabajar, Babe tiene que ir a la gran ciudad para salvar la granja.
En la segunda entrega, Babe regresa triunfante a la granja con su trofeo de perro pastor pero una cadena de acontecimientos acaba con Hoggett postrado en cama y la señora Hoggett obligada a exhibir a Babe en una feria estatal para salvar la granja de la ejecución hipotecaria.
Babe y la Sra. Hoggett pierden el vuelo de conexión, y se quedan sin hogar en la ciudad, donde los hoteles persiguen a los cerdos y a los animales. Babe terminaen una pensión cuya casera cree que los animales merecen habitaciones igual que las personas.
Los animales, que actúan como sustitutos simbólicos de solicitantes de asilo, están condenados al ostracismo y al margen de la sociedad. Un grupo de ellos vive aislado en esa pensión.
“Demasiado oscura y cruel para los niños”, escribió el crítico Peter Stack tras el estreno del filme.
Gatos, perros, monos y otras criaturas capturadas violentamente en jaulas, redes o lazos por un ejército de humanos de un laboratorio urbano; un pez dorado jadeante que da vueltas sobre una mesa durante largos, dolorosos y jadeantes minutos después de que se rompe su pecera son los protagonistas de un filme sobre las diferencias de clases y la opresión.
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