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Apuntes sobre el cine de horror cubano

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Apuntes sobre el cine de horror cubano
Apuntes sobre el cine de horror cubano

MIAMI, Estados Unidos. – Uno de los preceptos absurdos del cine producido por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), sobre todo en sus comienzos, era el rechazo al cultivo de los llamados géneros, tan caros a la cinematografía estadounidense.

El cine de gánsteres o serie negra, los musicales, el de horror, thrillers, ciencia ficción, aventuras, entre otros, fueron cancelados o ninguneados, de alguna manera, para dar paso a una pretenciosa europeización de la circunstancia nacional. Muchas de esas películas pertenecen hoy a la historia universal del aburrimiento y el olvido.

Hubo que esperar la llegada del llamado cine joven, sobre todo aquel de las famosas y controversiales “Muestras”, luego canceladas, para disfrutar de experimentales y hasta divertidas incursiones en el cine de género.

Es realmente lamentable que el “horror” en todas sus atractivas variantes, no se haya cultivado con más frecuencia en la cinematografía nacional, dado el contexto de espanto que le ha tocado vivir al cubano común y corriente.

En muchos de sus libros sobre los mitos de la Isla, Samuel Feijóo rescató cuentos de aparecidos con historias de franco horror en la campiña que pudieran erizarle los pelos hasta al propio Guillermo del Toro.

Recuerdo haber disfrutado una caracterización que hiciera Héctor Medina como vampiro en el cortometraje Hemoglobina (2010), dirigido por Michel Pascual y David Pérez, al igual que Luis Alberto García en un avance de otra película sobre vampiros que preparaba Carlos Lechuga en La Habana, antes de partir al exilio.

El clásico del cine de horror cubano sigue sin competencia: se trata de Juan de los Muertos, largometraje que Alejandro Brugués realizó en el año 2011. Este filme no solo pertenece a la modalidad del miedo en grande, sino que es la primera y certera aproximación nacional al subgénero de zombies. 

Con todos los contratiempos que ya sufre la población cubana, infestar La Habana con muertos vivientes fue un desafío, totalmente vigente, que se debate entre la ridiculez y el drama de la más rancia dictadura. 

Juan de los Muertos es tan escatológica como Alicia en el Pueblo de Maravillas (1991), de Daniel Díaz Torres. Ambas especulan a partir de lo feo, lo putrefacto, el deterioro de una sociedad inhóspita que se derrumba, sin mantenimiento espiritual ni material.

Habrá que regresar a estas películas para dirimir la inoperancia del castrismo en sus desfachateces más hiperbólicas.

Como tantos otros realizadores de cine, Alejandro Brugués, quien es considerado un director cubano-argentino, partió de la Isla, pero en vez de asentarse en Miami o en alguna ciudad europea, optó por estar cerca de la gran industria cinematográfica de Hollywood, donde siguió cultivando el género de horror, primero con algunos cortos y recientemente mediante un largometraje titulado The Inheritance.

La película, hecha a la antigua, acontece en el tradicional escenario de la residencia embrujada sin salida, donde debe pernoctar una familia de la elite económica, integrada por algunos descendientes sin pretensiones financieras y otros inescrupulosos ante la posibilidad de una sustancial herencia. 

Brugués sabe mover los resortes del género y convoca su cultura y su experiencia en una investigación a la manera de Agatha Christie, donde se manifiesta lo sobrenatural, el misterio y hasta escenas gore en una historia clásica llamada a mantener entretenidos a los seguidores del recelo a lo inexplicable y desconocido, que de alguna manera forma parte de la condición humana.

Hay puestas en escena de la película que visualmente son herederas de Lovecraft, sumamente sofisticadas, donde asoma un realizador que alguna vez podrá desarrollar sus potencialidades estéticas y conceptuales como lo hiciera en Juan de los Muertos.

Brugués ha dicho en el sitio Halloween Daily que el cine hispano de horror está necesitado de un personaje malvado, como Michael Myers o Freddy Krueger, que marque pauta en el género. Quién sabe si en el futuro su perseverancia le depare ese privilegio creativo.  

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