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Aniette González, la mujer de la bandera 

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Aniette González, la mujer de la bandera 
Aniette González, la mujer de la bandera 

HARRISONBURG, Estados Unidos. – En una de esas fotos Aniette aparece con el rostro ladeado a la derecha, mirando ligeramente hacia arriba. En otra aparece en la misma posición, pero mirando a la izquierda. Y en la foto más significativa, aparece sentada en el piso, con las piernas entrecruzadas, sus codos apoyados en las rodillas y las manos sujetando el triángulo rojo que le cubre la cabeza.

¿Qué habrá querido decirnos Aniette González? ¿Acaso la mirada hacia arriba representa una pregunta a Dios? Algo así como: “¿Hasta cuándo, Señor?”. ¿Acaso el rostro oculto por el triángulo y la estrella es un alarido silente, un gesto de impotencia que en medio del dolor clama por la fuerza telúrica de la sangre de nuestros mártires por la independencia?

Aniette aparece serena. En esas fotos que le han costado la cárcel a esta mujer joven no hay maldad ni intento por ultrajar a nuestra enseña nacional. Está presa, sencillamente, porque no es comunista y se atrevió a protestar.

Porque en múltiples ocasiones hemos visto al señor Miguel Díaz-Canel y a otros dirigentes cubanos usar la bandera en pulóveres y gorras. Y todavía recuerdo algo que sí es la afrenta mayor que jamás se ha hecho a nuestra bandera, me refiero al rostro del Che Guevara insertado en ella por la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). Eso sí que fue un ultraje, pero lo hicieron ellos, que están por encima de la ley.

Por las calles cubanas se paseó el señor Tekashi envuelto en una bandera cubana y ningún policía se atrevió a detenerlo. Aniette no tuvo la misma suerte que el extranjero; ella fue detenida y enviada a prisión pocas horas después de haberse tomado esas fotos. No se tuvo en cuenta que es madre y, además, una persona de buena conducta social. Eso en un país cuya ley de procedimiento penal asegura que la prisión provisional es una medida cautelar de carácter excepcional.

Aniette esperó más de seis meses presa por el juicio, que se celebró el pasado mes de octubre. El fiscal se empeñó en tratar de demostrar que Aniette estaba desnuda, como si este fuera un elemento esencial para considerar tipificado el delito de “ultraje a los símbolos nacionales”, previsto en el artículo 269 del Código Penal.

Dicho artículo es otra muestra más de la ausencia total de técnica jurídica de las leyes cubanas para definir un acto punible, algo que es intencional, pues busca atribuirle un amplísimo margen de posibilidades acusatorias a la dictadura.

“Artículo 269: Quien mancille o, con otros actos, muestre desprecio a la Bandera de la estrella solitaria, al Himno de Bayamo o al Escudo de la Palma Real, incurre en sanción de privación de libertad de dos a cinco años o multa de 500 a 1.000 cuotas, o ambas”.

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, el verbo “mancillar” significa manchar, deshonrar, desdorar, baldonar, infamar, afrentar, macular o ultrajar. En sentido general son acciones que tienden a rebajar la buena reputación del símbolo, hacer algo que signifique, de forma marcada e inequívoca, una afrenta a él. Pero es evidente que nada de eso puede percibirse en las fotos que se tomó Aniette. En esas fotos creo ver a una mujer que al ponerse la bandera clama por protección a su desnudez, una desnudez que trasciende en la performance los límites de su cuerpo y apunta a la orfandad de derechos que hoy padece gran parte de nuestro pueblo.

¿Qué tuvo de “peligroso” esta performance para que Aniette González fuera sancionada a tres años de privación de libertad?

El juicio se realizó el 4 de octubre y ese día el Tribunal Municipal Popular de Camagüey debió haber dictado la sentencia, pero no lo hizo hasta el pasado 1 de febrero porque la dictadura y sus instituciones sí pueden violar la ley.

Cuando ejercí la abogacía en Guantánamo conocí la historia de una mujer de esa ciudad que, siendo joven, en la década de los años 50, salió a la calle cubierta por la bandera cubana, sin ninguna ropa debajo, para protestar contra la dictadura de Fulgencio Batista. La policía la detuvo, la montó en un auto patrullero y la llevó a su casa, donde la entregó a sus padres. Allí la requirió para que no volviera a hacerlo. La de Batista fue una cruel dictadura, la de Castro lo ha sido mucho más. La diferencia radica en que los Castro han gozado de la complicidad, el silencio o el apoyo de gran parte del mundo.

Por eso es que hoy en Cuba hay más de 1.000 presos políticos y el país tiene la segunda mayor tasa carcelaria del mundo, solo superado por El Salvador. Por eso es que gobiernos hipócritas votan a favor de la dictadura en la ONU y la apoyan para que ocupe un escaño en el Consejo de Derechos Humanos.

Entre esos miles de presos políticos, y solo por cubrir su cuerpo con la bandera de la estrella que ilumina y mata, está Aniette González, quien hoy es más conocida entre los cubanos como “la mujer de la bandera”, porque de forma serena y para nada irrespetuosa se la echó encima, como si también lo hiciera con todos los sufrimientos de la patria.

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