Friday, September 20, 2024
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Yo miré los lacerados pies de Tortoló

LA HABANA, Cuba. – Yo miré alguna vez los destrozados pies de Tortoló. Fue hace tiempo, y en El Nicho, un sitio intramontano en la Sierra del Escambray cienfueguero. Yo miré sus pies con estos ojos que alguna vez se tragará la tierra. Yo miré aquellos pies que daban lástima, y más que lástima daban grima. Yo miré los pies descalzos de Tortoló, esos pies ensangrentados y sucios que curaba una enfermera. Yo miré los pies destrozados del coronel Tortoló, y hasta escuché sus quejidos con estas orejas que también serán polvo y tierra alguna vez.  

Yo vi los sangrantes y destrozados pies de Tortoló, y hasta su cara, esa cara que era sin dudas la cara del dolor. Yo sentí sus quejidos desde lejos, los sollozos del militar, del coronel Tortoló. Yo escuché las súplicas que le hiciera a la enfermera que limpiaba, que hacía por curar aquellos pies destrozados. Yo miré las lágrimas correr sobre las curtidas mejillas de coronel. 

Yo estaba visitando a un amigo que era el médico de aquel hospitalito. Fue él quien me instó a que mirara, sin hacerme notar, los pies del militar. Por casualidad, por mis afectos y deseos de ver al médico, miré yo los pies mugrientos, sangrantes, destrozados, de Tortoló, de ese Tortoló que conoció esa vez la irá de Fidel Castro. Se dice que Tortoló corrió, que corrió mucho para salvar su vida, se dice que desatendió sus deberes militares. Se dice que no enfrentó a los yanquis…

Tortoló no enfrentó al gran enemigo de Fidel Castro. Tortoló tuvo la oportunidad de convertirse en uno de esos héroes que adoraba Fidel Castro. Tortoló pudo ser recibido con honores, vivo o muerto, por Fidel Castro. Tortoló pudo ser el centro de un discurso en la Plaza de la Revolución donde lo llenaran de medallas y reconocimientos, donde se le llamara “El héroe de Granada”.

Tortoló no fue recibido con honores porque Fidel Castro lo consideró un cobarde, un traidor, porque se perdió del paisaje de la batalla a la hora exacta de enfrentar al ejército yanqui, de manera muy parecida a esa en la que se perdió el mismísimo Fidel en Santiago de Cuba aquel 26 de julio del asalto al cuartel Moncada. Tortoló no consiguió el heroísmo que de él se esperaba, y por eso yo lo miré en El Nicho, allá en el Escambray, con los pies destrozados, donde era obligado a hacer enormes caminatas en un paisaje montañoso. 

Yo me puse una bata blanca que me prestó mi amigo el médico para acercarme al castigado, para contemplar los destrozados pies de Tortoló, esos pies que bien le sirvieron para correr allá en Granada. Y todavía me pregunto si Fidel Castro, sin dudas inteligente y cruel, decidió que la sierra del Escambray le destrozara esos pies que apoyaron su carrera en largas caminatas, en duros ejercicios militares, en castigadoras carreras en las montañas del Escambray.     

La prensa nacional exhibió entonces sus perspectivas, más bien sus conveniencias, dictadas todas por Fidel Castro. La prensa nacional se llenó de “Tortodetractores”. Dicen que la razón distingue al hombre de los animales, dicen que la razón favorece cualquier desempeño de investigación, pero esa vez, como siempre, las investigaciones periodísticas operaron con los dictados del poder.

Yo lo vi con estos ojos que se tragará la tierra, yo miré sus pies, esos que lo sostenían en las largas caminatas por la sierra del Escambray. Yo percibí el castigo que para él decidió Fidel Castro, el castigo que dictara el mismo Fidel Castro, ese Fidel que se “extravió” en el camino hacia el Moncada. Yo miré a Tortoló, sin que él me viera y constaté su amargura, sus dolores, la pesadumbre, y hasta supuse que algo de rabia le asistía. A ese hombre le dolían los pies, le sangraban, pero lo peor fue el castigo que decidiera el jefe.

Tortoló respondió en Granada a ese instinto de conservación que a todos nos asiste, ese bien supremo que todos reconocemos, aunque algunas veces no los reconozcamos. Tortoló intentó preservar la vida, pero Fidel Castro hubiera preferido que todos se inmolaran. Fidel Castro adoraba las heroicidades en exceso, esas guapezas que servían luego a sus largos discursos. 

Fidel Castro no pudo construir esa vez a un héroe, no consiguió exaltar a un héroe, no consiguió poner nombre a la hazaña, no hubo hazaña, se quedó con las ganas. Tortoló no le regaló la posibilidad de otra jactancia. Tortoló no le permitió estrenar un nuevo arrebato laudatorio. Fidel Castro no tuvo en Granada a un héroe, y eso fue lo peor, y le pareció insultante. Granada no le sirvió. Granada fue más bien un tropezón, una piedra en el zapato del jefe.

La desesperación del “jefe” tuvo que ver con la falta de su propia realización a través de la obra de los otros, más bien con su falta de realización, con esas escaseces que le proveyó el militar Tortoló. Esa derrota lo puso frente a sus insuficiencias, frente a la vana tentativa de ser siempre un héroe y descubrirse insuficiente, y derrotado. Fidel Castro no admitía la derrota. Fidel Castro suponía que en el orden del mundo estaban marcados cada uno de sus “triunfos”, aunque muchas veces fuera derrotado. Fidel Castro no ganó en Granada, y muchos vieron las culpas en los pies de Tortoló, como Fidel quería. 

ARTÍCULO DE OPINIÓN Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

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