El 2 de septiembre de 1960 más de un millón de cubanos se reunieron en la entonces plaza cívica de La Habana para aprobar a mano alzada la Primera Declaración de La Habana, manifiesto de combate y rebeldía que guarda significativa vigencia.
Testigos del histórico hecho narraron que cuando el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, sometió a votación la declaración de principios que leyó, el auditorio vibró con el fervor de un millón de personas dispuestas a defender su libertad e independencia al precio que fuese necesario.
¿Qué motivó esa reacción del pueblo cubano? ¿De qué manera las agresiones del Gobierno de Estados Unidos (EE.UU.) contra la Revolución cincelaron tal actitud heroica? ¿Cómo este acto proclamó el derecho y el deber de los pueblos a erradicar el dominio explotador del imperialismo y la oligarquía?
De la Casa Blanca al Ministerio de colonias
A inicios de 1960 y en pleno apogeo de ataques contra Cuba, el entonces presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower aprobó el “Programa de acción encubierta contra el régimen de Castro”.
En esa coyuntura, manifestó su interés en que la Organización de Estados Americanos (OEA) ayudara a la Casa Blanca a oponer los países de América Latina contra la nación caribeña.
Meses después, entre el 22 y el 29 de agosto de 1960, tuvo lugar en la capital de Costa Rica, San José, la Reunión de Cancilleres de la OEA, denominada “Ministerio de colonias” por su servilismo al imperialismo.
Recordamos que un 2 de septiembre de 1960 fue expuesta por #FidelCastro y aprobada en Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba en la Plaza de la Revolución, la posición de principios de Cuba conocida como Primera Declaración de La Habana. #TenemosMemoria @centrofidel @CubaMES pic.twitter.com/hgdM3eDuGG
— Universidad de las Ciencias Informáticas (@universidad_uci) September 2, 2023
Antes del encuentro, Fidel alertó que detrás de la convocatoria se tejía una maniobra de EE.UU. para agredir a su nación. Además, dejó claro que Cuba iría a esa reunión a denunciar todas las agresiones de Washington contra la economía de los pueblos de América Latina.
Y así fue. El entonces canciller cubano, Raúl Roa, expresó en San José que el Gobierno Revolucionario cubano no asistía “como reo, sino como fiscal”, para lanzar sin miedo “su yo acuso implacable contra la más rica, poderosa y agresiva potencia capitalista del mundo”.
Finalmente, y en gesto de dignidad, la delegación cubana se retiró de la reunión y los cancilleres de la OEA, salvo el de Venezuela, aprobaron una declaración que atentaba contra la soberanía e integridad de Cuba.
Respuesta viril
Fidel denunció tal traición durante un homenaje a maestros voluntarios que tuvo lugar en La Habana el 29 de agosto, pero dejó claro que la respuesta a aquellos hechos la daría el pueblo cubano el 2 de septiembre.
Ese día, ante la multitud, el líder revolucionario condenó el intervencionismo imperialista en América Latina y denunció los intentos de poner en práctica la Doctrina Monroe a partir del criterio “América para los ‘americanos’, los de EE.UU.”.
Subrayó que lo ocurrido en San José, bajo las órdenes de la Casa Blanca, no solo vejaba la soberanía, la independencia y la dignidad de Cuba, sino de los pueblos de América Latina.
Ratificó que su país sería abanderado de la hermandad y la solidaridad, así como que marcharía con los pueblos y los desposeídos de todo el planeta.
Manifestó que el concepto de democracia había de responder a los trabajadores y oprimidos, no a las oligarquías que perpetuaban la discriminación, la explotación de los trabajadores, la exclusión de las mujeres y otras lacras.
Destacó que la Unión Soviética y China no buscaban penetrar en el hemisferio ni apoderarse de sus riquezas, sino que brindaban su solidaridad para garantizar la soberanía y seguridad de los países frente a la hostilidad de EE.UU.
Fidel también proclamó el derecho de los trabajadores a considerar suyas las riquezas nacionales y enunció el deber de los obreros, campesinos, estudiantes, intelectuales, negros, indios, jóvenes, mujeres y ancianos de luchar por sus reivindicaciones económicas, políticas y sociales.
Más de seis décadas después, en medio de una creciente hostilidad imperialista que se concreta además en el escenario de la guerra digital, los pueblos siguen alertas porque EE.UU. continúa imponiendo sus intereses mediante las presiones, las amenazas, la criminalización, la mentira y la manipulación.