PUERTO PADRE, Cuba.- _ Este viernes, cuando Venezuela debe tener un nuevo presidente, será un día crucial para la nación venezolana y el continente americano todo; será, sí, una jornada particularmente concluyente, para bien o para mal por motivos de relaciones de vecindad y convivencia pacífica entre naciones con intereses mutuos.
Será un día decisivo, y no solo para Venezuela sino también para todos los países de Norteamérica, Centroamérica, Suramérica, el Caribe y el mundo democrático, interrelacionado como un sistema socioeconómico, sociopolítico y de seguridad nacional e internacional, por una razón sencillísima. La democracia puede ganar o perder frente a la dictadura castrochavista que se consolidaría como otro régimen totalitario en la región, y esto, en el contexto de otra suerte de “Guerra Fría”, sin la URSS, pero con otros adversarios y no menos peligrosos por matreros, aliados entre sí ,donde Vladimir Putin, ahora no cesa de mencionar las armas nucleares, como antes hizo Nikita Jruschov, que situó misiles intercontinentales en Cuba apuntando a las principales ciudades de Estados Unidos, y esto, mientras los comunistas cubanos decían y dicen que nada tienen contra el pueblo estadounidense.
Este viernes, de forma pacífica, para la reconstrucción y estabilidad de esa nación y su entorno, en Venezuela puede tomar posesión un Gobierno legítimo, surgido el 28 de julio pasado del voto popular y del liderazgo de María Corina Machado, el del exdiplomático Edmundo González Urrutia.
Pero también puede ocurrir que un egresado de la escuela del Partido Comunista de Cuba, Nicolás Maduro, se perpetúe en el poder, de forma violenta, aupado por fuerzas comunistas nacionales e internacionales, dando lugar así a la malversación y dilapidación de sus recursos naturales y continuidad del empobrecimiento del pueblo venezolano, la fractura nacional y la desestabilización de naciones vecinas y de todo el mundo.
Lo haría con los mismos procederes empleados por el régimen totalitario castrocomunista dirigido por Fidel y Raúl Castro por más de sesenta años, hasta hoy día, diversificando e incrementando los frentes de combate, militar y de lucha política, más como estrategia defensiva, alejando los bordes de batalla, que por “solidaridad internacional”, según pregonaron en mejores tiempos los hermanos Castro, y pregona hoy en Cuba la propaganda oficial, exportando médicos, como antes exportó soldados.
Cierto es que el pueblo venezolano con manifestaciones masivas, pacíficas, puede contener el ataque del régimen de Nicolás Maduro contra el resultado de las elecciones del 28 de julio. Y cierto es que es el pueblo venezolano quien puede colocar la banda presidencial a Edmundo González Urrutia. Pero no es menos cierto que, aun llegando a asumir la presidencia constitucional, así y todo, no terminarán los peligros contra la democracia en Venezuela, donde están enquistadas importantes células del más rancio comunismo estalinista, genuinamente criminal, circunstancias agravadas, al punto de transformarse en una situación humana, compréndase psicosocial, derivada de la introducción del narcotráfico y del castrocomunismo.
Pero recuérdese, nunca se olvide, que tan temprano como el 13 de mayo de 1958, cuando Fidel Castro todavía estaba metido en la Sierra Maestra, el Partido Comunista de Venezuela, para demostrar que podía liderar las masas y dominar las calles de Caracas, según investigaciones periodísticas y de inteligencia, organizó las manifestaciones y el ataque contra la caravana presidencial del por entonces vicepresidente de Estados Unidos, Richard Nixon.
Si Nicolás Maduro y cofradía mantuvieran el poder por la fuerza, ayudado por los comunistas cubanos y de otros regímenes, totalitarios, autoritarios, cuasi democráticos o democráticos -todos con raíces comunistas o socialistas en la llamada “dictadura del proletariado” o en muy específicas tribus de allende los mares-, tampoco caben dudas de que, entonces, los gobiernos democráticos del mundo ejercerán presión sobre el régimen de facto, dictatorial, que a partir de este 10 de enero de 2025 se implantaría en Venezuela.
Y, en la ejecución de esas presiones, confluye el aislamiento diplomático internacional, por lo que las embajadas en Caracas debían quedar al mínimo nivel, sin embajadores, solo con encargados de negocios, que es el menor rango. Tampoco es de dudar el embargo comercial y financiero, que paralizaría al régimen, pero también estancaría al pueblo venezolano en penurias mayores a las que hoy ya sufre.
Y, siendo así, avizorándose en el horizonte la tormenta por venir sobre Venezuela y por irradiación sobre otras tierras del mundo, mediten los jefes de Estado, los líderes mundiales, las naciones, y, como dice el refrán, “cúrense en salud”.
Empleando todos los medios posibles, nacionales e internacionales, impídase que Nicolás Maduro y su curia usurpen los poderes del Estado, haciendo suya la soberanía de los venezolanos todos. Ayúdese a la democracia en Venezuela. Destiérrese el totalitarismo de Venezuela. Y el mundo será, al menos, un poco más seguro de lo que es hoy por lo que puede suceder este viernes.