LA HABANA, Cuba. – Hace 150 años Estados Unidos acudió en ayuda de los cubanos que luchaban por la independencia durante la Guerra de los Diez Años. En 1873 la nación norteña tenía muy bien marcado su destino de gran potencia económica, política y militar; mientras que España era un imperio decadente y en retirada, que luchaba a brazo partido por no perder su última joya en las Américas.
La siempre fiel Isla de Cuba se había alzado en armas. El gobierno insurreccional creado en la manigua, inexperto y desorganizado, necesitaba toda la ayuda posible para enfrentar a un enemigo superior.
El apoyo llegó gracias a John F. Patterson, estadounidense que actuaba como agente de la junta cubana de Nueva York. Patterson era dueño del vapor Virginius, que había conocido buenos años durante la Guerra Civil estadounidense, y poseía aún la rapidez necesaria para escabullirse de los buques de la Marina Española.
El 23 de octubre de 1873 Virginius zarpó con 102 mambises a bordo bajo el mando del capitán Joseph Fry. Cuatro militares cubanos guiaban la expedición: el general de brigada Bernabé Varona Borrero (Bembeta), el coronel Pedro María Céspedes (hermano de Carlos Manuel de Céspedes), los tenientes coroneles Jesús del Sol y Agustín Santa Rosa, más una dotación de 52 efectivos estadounidenses y británicos. El buque cargaba, además, 300 fusiles Remington, 400 revólveres, 300.000 cartuchos de municiones, sables y machetes.
En algún punto de la ciudad de Holguín pretendían desembarcar, pero fueron sorprendidos en la tarde del 30 de octubre por la corbeta Tornado, al mando del capitán Dionisio Costilla Asensio. Tras una persecución de más de siete horas durante las cuales el Virginius tuvo que arrojar al mar parte de la carga que transportaba para ganar velocidad, fue capturado por la embarcación española.
En el Virginius, bajo supervisión, quedaron el capitán y 16 tripulantes. El resto de los prisioneros sobrevivientes fueron llevados a la cárcel de la ciudad el 1ro. de noviembre. Dos días después, los jefes de la expedición murieron fusilados.
El 7 de noviembre recibieron paredón 37 miembros de la tripulación, casi todos extranjeros, incluido el capitán Joseph Fry. Al día siguiente fueron pasados por las armas otros 12 expedicionarios y la matanza habría continuado de no ser por los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña, que enviaron barcos de guerra y amenazaron con bombardear la ciudad si no se detenían las ejecuciones.
El asunto culminó con la firma, el 29 de noviembre de 1873, de un acuerdo entre España y Estados Unidos, mediante el cual la Corona se comprometía a devolver el Virginius y los tripulantes supervivientes a las autoridades estadounidenses, además de indemnizar a Estados Unidos y Gran Bretaña por sus ciudadanos fusilados.