Los tubos de policloruro de vinilo, habituales en las instalaciones hidráulicas y eléctricas, son el material con el cual el doctor Pedro Oliva lleva años fabricando prótesis en Las Tunas. El proceso de fabricación no solo exige sudor y tiempo, sino también “quemaduras en las manos y más”, lamentó el ortopédico en una entrevista con la prensa oficial.
Para confeccionar una férula –las más trabajosas son las que inmovilizan el torso de los pacientes–, Oliva tiene que utilizar una pistola de calor que derrite el plástico al que, “después de un buen rato”, puede dar forma de plancha. Cuando está listo, lo recorta y le coloca espuma de goma, con ayuda de un adhesivo de doble cara, para que la piel no esté en contacto directo con el policloruro.
También, según las fotografías de Periódico 26, Oliva utiliza cubetas plásticas, que recorta hasta tener la forma de un corsé adaptable a la espalda del paciente, que muchas veces es quien aporta el material.
“El trabajo es agotador”, señala, aunque admite sentirse satisfecho cuando ve que los pacientes –sobre todo los que no pueden conseguir los costosos implementos médicos si no es en el mercado informal– le agradecen tras la fabricación de más de 100 corsés y otras piezas ortopédicas.
“La gente que me toca la puerta llega marcada, agobiada por una dolencia, discapacidad, por el dolor y el miedo de los padecimientos de sus hijos y esa carga yo la acojo también”
Oliva ha fabricado, además, prótesis para aliviar el pie equino, férulas para los brazos aquejados de tendinitis y para inmovilizar el codo. “La gente que me toca la puerta llega marcada, agobiada por una dolencia, discapacidad, por el dolor y el miedo de los padecimientos de sus hijos y esa carga yo la acojo también”, asegura.
La prensa oficial no aclara si Oliva, que forma parte de la plantilla del Laboratorio Provincial de Prótesis Ortopédicas, recibe algún tipo de financiamiento o ayuda del Ministerio de Salud Pública. Tampoco dice si el médico cobra algún honorario por sus servicios o dónde consigue los materiales para su taller.
La “inventiva” de Oliva a la hora de encontrar materias primas alternativas le ahorra al Estado entre 250 y 500 dólares, el precio de una férula según otra entrevista realizada al médico hace varios meses. “No somos los únicos, ni tenemos un gran mérito. Otros colegas también han realizado dispositivos que sustituyen los originales”, exponía entonces Oliva, describiendo que la situación es habitual en otros laboratorios ortopédicos del país.
Por su parte, los sitios oficiales de Salud Pública se enorgullecen del “gran prestigio” de la ortopedia cubana, cuyo emblema, aseguran, sigue siendo el doctor Rodrigo Álvarez Cambra, fallecido el pasado marzo. El ex presidente de la Sociedad Cubana de Ortopedia y Traumatología insistía en que el Gobierno de La Habana garantizaba, “desde la década de 1970”, que los cubanos accedan a los tratamientos e implementos necesarios de forma gratuita.
Las frecuentes descripciones de Álvarez Cambra sobre la Isla como “potencia médica”, en línea con la propaganda habitual del régimen, contrastan con la dura realidad de los cubanos que padecen enfermedades óseas y deformaciones. La interminable espera por una prótesis o unos zapatos ortopédicos –sobre todo los infantiles– es otra de las caras de una debacle sanitaria que ha llevado a los cubanos a pedir a sus familiares en el exterior que, antes de cualquier tratamiento, envíen los insumos imprescindibles.
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