Monday, September 23, 2024
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Un libro sobre el papel de la UNEAC como gendarme cultural del castrismo

LA HABANA, Cuba.- Policía, policía, ¿tú eres escritor?, el más reciente libro publicado por Armando Añel en la editorial que dirige en Miami, Neo Club Ediciones, disecciona la función de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) como gendarme cultural del régimen castrista, no solo dentro de Cuba, sino también, más sutilmente, sobre los creadores residentes en el exterior.

El libro, cuyo título parodia aquel spot de la TV cubana de la década de 1970 donde un pionerito preguntaba a un agente de la autoridad, “policía, ¿tú eres mi amigo?”, es definido por su autor como “una mezcla de ensayo, testimonio e investigación periodística”. Y es que, para exponer su argumentación, Añel utilizó los criterios sobre el tema expresados por los escritores Amir Valle, Joaquín Gálvez, Lía Villares, Damaris Betancourt, Manuel Gayol Mecías, José Hugo Fernández, Víctor Manuel Domínguez, Jorge Olivera y Rafael Vilches, entre otros.   

Añel y los que directa o indirectamente colaboraron en el libro, exponen cómo la UNEAC, creada en 1961, unos pocos meses después de que Fidel Castro decretara su ominoso “dentro de la revolución todo, contra la revolución absolutamente ningún derecho”, es un redil regido por comisarios y segurosos culturales donde priman la censura y la autocensura, la simulación y el más desvergonzado oportunismo.

No es secreto que la UNEAC, en su papel centralizador y colectivizante, ha creado una elite sumisa al poder y una cáfila de mediocres aspirantes a integrarla que revolotea en torno suyo, y que reprimiendo al pensamiento disidente e implantando un canon literario ortodoxo, homogeneizador y excluyente, los comisarios pretenden que la cultura nacional se limite solo a la cultura oficial.

Lo que es más velado y revela este libro es la utilización de la UNEAC por los órganos de inteligencia castrista para alcanzar con sus largos tentáculos a los escritores y artistas residentes en otros países. No se limitan solo a invisibilizar y ningunear a los autores exiliados, sino que también, como expone Añel, se dedican a penetrar en su medio y contrarrestar y torpedear sus iniciativas mediante el chantaje, la difamación y el asesinato de reputaciones.

Para esto a veces recurren a la vanidad, los complejos y los resentimientos de algunos escritores para enredarlos en una madeja colaboracionista de la que muchas veces no están conscientes.

Así, están los que en el exterior no acaban de cortar el cordón umbilical y siguen presumiendo de sus currículos y premios en la UNEAC, cual si eso los hiciera sentir superiores a sus colegas del exilio o a los creadores que están marginados en Cuba. Y están los que se quejan de que Miami es “un páramo cultural”, pero que en cuanto logran penetrar en tertulias y revistas, trasplantan los vicios y el marrullerismo elitista, pedante y bretero que adquirieron durante su tiempo en la cultura oficial, de la que fueron tan dependientes que la echan de menos cuando son libres y sin el apoyo institucional, tienen que esforzarse y demostrar su verdadero talento y creatividad.

De todo esto y más, trata este nuevo libro de Armando Añel, que con su agudeza habitual advierte a los creadores del exilio sobre los riesgos que les siguen acechando aunque hace años que hayan puesto mar de por medio entre ellos y los comisarios y segurosos culturales de la UNEAC.

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