Friday, September 20, 2024
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Un grande del romanticismo literario: José Jacinto Milanés

AREQUIPA, Perú – Entre las voces imprescindibles del romanticismo literario cubano en el siglo XIX resalta José Jacinto Milanés, cuyos aportes a la literatura y la cultura de la Isla le merecieron una estatua en medio de la Plaza de la Catedral en Matanzas.

Nació el 16 de agosto de 1814 en la citada provincia. José Jacinto Milanés, el primogénito de la familia, provenía de un hogar modesto encabezado por Don Alonso Milanés y Doña Rita Fuentes.

A pesar de la limitada situación económica de sus padres, José Jacinto logró adquirir algunos conocimientos superiores en la destacada escuela dirigida por el educador Don Ambrosio José González, en Matanzas.

Si bien no pudo completar sus estudios, se contentó con aprender latín, siendo guiado en este proceso por el maestro Don Francisco B. Guerra Betancourt.

Desde temprana edad José Jacinto Milanés compensó la falta de recursos materiales con una voluntad de hierro. Amaba el estudio y estar entre libros, hábitos que influenciaron la sensibilidad apreciable en toda su obra poética, caracterizada por el lenguaje delicado y sencillo, el tono intimista y una forma muy peculiar de plasmar en sus versos la naturaleza.  

En 1832 su tío político, Don Simón de Ximeno, casado con una hermana de su madre, le consiguió un empleo en el escritorio de una ferretería en La Habana “por su bella forma de letra”.

No obstante, durante una epidemia de cólera en la capital, José Jacinto Milanés regresó a su ciudad natal apenas un año después. Poco después, estableció una amistad con Domingo del Monte, una figura destacada en las letras patrias, que se convirtió en su gran amigo y consejero.

A partir de 1836, cuando Del Monte lo invitó a pasar temporadas en su residencia habanera, Milanés se integró a tertulias literarias y amplió su cultura a través de la biblioteca de Del Monte. Durante este período (1836-1843), el autor experimentó su mayor actividad literaria.

Bajo la influencia de Del Monte, Milanés desarrolló una sensibilidad poética única, apartándose de las maneras de otros jóvenes escritores y mostrando un lirismo apasionadamente romántico, saturado de melancolía y ternura idílica.

En este contexto, surgió su drama El Conde Alarcos, estrenado en 1838 en el Teatro Principal de La Habana con gran éxito crítico. Aunque la obra le causó una crisis nerviosa y nunca la presenció en escena, marcó su posición entre los primeros cultivadores del drama romántico en lengua española.

Poco después del estreno de esa pieza, Del Monte aseguró un importante cargo público para Milanés en su provincia natal, que desempeñó desde La Cumbre. Durante este tiempo, Milanés se dedicó a la producción teatral, aprovechando el tiempo libre que le dejaban sus responsabilidades oficiales.

Entre sus obras durante este periodo se encuentra la comedia de costumbre Una Intriga Paternal y otras obras menores para la escena, como El Poeta en la Corte y los cuadros dialogados El Mirón Cubano, que no llegó a concluir pues murió el 14 de noviembre de 1863.

A partir de 1843, José Jacinto Milanés padeció un mutismo que perduró hasta su fallecimiento, convirtiéndose en un espectro viviente en su casona. Se rumorea que una pasión imposible por su prima Isa lo llevó a la locura. Aunque experimentó cierta mejoría, escribió pocos versos, sin lograr igualar la calidad de sus primeras obras.

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