La Policía cubana solo respeta una religión: el palo monte. El mundo hermético de sus rituales, sus brujos y calderos, su idioma fragmentario –el kikongo–, con que pronuncian conjuros y maldiciones, la han convertido desde tiempos coloniales en la más temida de la Isla, según sus propios adeptos. Solo hay un aspecto del palo mayombe, como también se le conoce, que los agentes no dejan pasar: la profanación de tumbas para conseguir huesos rituales.
“El hueso humano es el centro del fundamento”, explica a 14ymedio Ta José, un habanero de 42 años que lleva varias décadas practicando este culto procedente de África Central. El fundamento –también llamado prenda o nganga, caldero– es el objeto más sagrado de los paleros. Consiste en un recipiente donde se depositan trozos de madera, tierra y un sinfín de objetos que el palero no debe revelar. También contiene restos humanos.
La importancia del fundamento se duplica si el hueso perteneció a alguien prominente o a un antiguo miembro de la religión. De ahí que, para conseguirlo, un palero no escatime recursos ni lo piense dos veces antes de entrar a un cementerio. Por complicada que sea, “siempre se ha buscado una manera de conseguirlo”, admite Ta José.
“La vía más común es ir al cementerio y robarlo. La otra manera es localizar a otro palero que ya tenga uno”
“La vía más común es ir al cementerio y robarlo. La otra manera es localizar a otro palero que ya tenga uno, porque se metió él mismo en el cementerio o se lo compró al custodio”, asegura. El negocio de compraventa de huesos ha provocado el despido sistemático de los custodios de los camposantos de la Isla. El caso más sonado de este año, el pasado enero, fue el de las profanaciones continuas del cementerio de Matanzas, que provocó la intervención del Partido Comunista provincial.
“Entre nosotros o con ayuda de amistades buscamos los puntos clave”, describe el palero. “Cuando a alguien le hace falta, por ejemplo, una cabeza (cráneo), pregunta a sus contactos, aunque sean de una rama distinta del palo monte, o se va al cementerio a preguntarle al custodio. Siempre se resuelve”. “Eso sí, es bastante caro”.
“Depende del tipo de trabajo que se va a hacer y qué parte del cuerpo se va a trabajar”, explica. “El pedacito más pequeño y más barato que se consigue cuesta 1.000 pesos o su equivalente en dólares. Un esqueleto completo puede llegar a costar entre 10.000 y 12.000 pesos. El precio puede variar en función de las circunstancias del fallecimiento, de la enfermedad que padeció el muerto. Depende también de la raza: los huesos de chino tienen más potencia para nuestros trabajos y se venden a precios más altos”.
Según Ta José, hay personas que se dedican a ir a los sepulcros y sacar todos los huesos que puedan. Luego encuentran cómo venderlo en el mercado negro, aunque ninguna tienda de artículos religiosos –legales, como trabajo por cuenta propia– lo anunciará a menos que la persona que pregunte sea de máxima confianza. “La Policía siempre ha perseguido a los profanadores”, insiste, pero en general “no se mete” con los paleros.
A veces, eso sí, cuando ven a alguien merodear por las calles “con un saco” a altas horas de la noche –como suele ocurrir después de una ceremonia–, los oficiales detienen a la persona y constatan que trae un arma blanca. Los cuchillos, explica, son parte del fundamento. Cuando la persona se lo explica a la Policía, generalmente lo dejan seguir su camino.
“Hay familias que brindan los huesos de sus fallecidos, porque eran practicantes y eso los motiva a hacer la donación”
“Los huesos son esenciales en el palo monte”, recalca Ta José. Para un palero, en ellos están “las bases del poder” y su expresión material. Si hay un fundamento espiritual, que se “atiende” con ron y humo de tabaco, el material no puede existir sin los restos de alguna persona. “Hay familias que brindan los huesos de sus fallecidos, porque eran practicantes y eso los motiva a hacer la donación”, pero no es lo habitual, indica.
Del fundamento dependen todos los “trabajos” del palero, que Ta José sintetiza con una enumeración: “Consagrar, salvar, matar, resolver los problemas y ayudar al mundo”. Según el habanero, cada caldero es efectivo y logra lo que quiere su dueño, tarde o temprano. “Algunos son más fuertes que otros. Depende de la ceremonia y del conocimiento de la persona”, dice, aunque prefiere no hablar de más: una parte importante de su religión es guardar secretos, que los practicantes solo manejan después de varias iniciaciones y pruebas. “No puedo decirlo todo”, reconoce.
A pesar de las dificultades y el misterio que siempre ha rodeado al palo monte, su impacto en la sociedad cubana no se ha detenido desde que la religión llegó de África, asegura. “Siempre hubo cierta discordia entre el palo monte y la santería, porque cada una quería ser el culto más fuerte”. En la Isla, los estudios dicen que la santería está más extendida. Sin embargo, insiste Ta José, el palo mayombe conserva la fama de ser “la más efectiva, rápida y fuerte”.
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