Monday, November 25, 2024
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Últimos días del año pintan grises para los cubanos: “Mucha tristeza, esperanza de nada”

El intangible muro construido por los hermanos Castro en Cuba sigue conculcando los derechos de los habitantes de la Isla y, para vergüenza nuestra, ha durado mucho más que el de Berlín.

Al nuestro le faltan algunos de los componentes que dieron forma material al de la histórica ciudad alemana: hierro, piedra y cemento, pero tiene sobrados mecanismos de odio, miedo, intolerancia y sangre que estaban presentes en la fatídica muralla que construyó el gobernante Partido Socialista Unificado de Alemania en 1961, bajo el entonces omnipotente Walter Ulbricht.

Estos 34 años del derrumbe de la ignominia que significaba el muro berlinés han incidido directamente en los 65 años que tiene el de Cuba, acrecentando la miseria, incertidumbre, turbación y espanto de quienes lo padecen.

El muro isleño ha sido devastador para varias generaciones, afectando el carácter nacional, la iniciativa y solidaridad humana y, lo peor, causando innumerables tragedias en la que miles de personas han perdido la vida.

El muro insular nunca ha contado con el repudio internacional que inspiraba el de Berlín; tampoco, con el rechazo que el de Israel edificó en su frontera con Cisjordania. La tapiada isleña tiene hasta defensores, incluyendo algunos de los que hicieron ingentes esfuerzos por derribar el de Berlín, o protestaron contra el de Israel.

El farallón castrista, aun sin presencia física, influye en el actuar de muchos. Desconfianza con el amigo, el familiar y el vecino. Falta de esperanzas para luchar por un cambio y demoler los sobrentendidos ladrillos que enajenan la voluntad, a la vez que la aplastan.

Cuba tiene más ingredientes totalitarios que la desaparecida República Democrática Alemana. La policía política de la isla poco o nada tiene que envidiarle a la Stasi, porque también está en capacidad de arrestar a su voluntad y dictar a los tribunales la sanción a aplicar en cada caso, tal y como esta, junto a otras agencias represivas del mundo soviético, le instruyeran. Este es, además, un conocimiento que la policía política castrista ha trasmitido a sus pares de Nicaragua, Venezuela y Bolivia.

Los derechos de los ciudadanos son violados por el régimen. Las cárceles albergan cientos de prisioneros políticos y miles están cautivos porque violentaron alguna absurda prohibición del estado.

La capacidad represiva del gobierno de La Habana compite, al menos en plano de igualdad, con la de la sepultada República Democrática Alemana. Control sobre las organizaciones gubernamentales de masas, intervención de los sindicatos y en la gestión económica, intimidación ciudadana, división de la familia, discriminación, control absoluto de entradas y salidas del país y una legitimidad que determinan las autoridades en ejercicio y no una legislación basada en el derecho. La represión está presente en todos los estratos de la sociedad.

No obstante, la isla está sumida en una profunda bancarrota económica como no conoció la Alemania Oriental, y no es que la RDA fuera el país de la abundancia, pero en índices como salario, vivienda, acceso a bienes de consumo, servicios de salud y educación, era un paraíso comparado con la isla que heredó Miguel Díaz-Canel de los hermanos Castro.

Aquellos que están contra todos los muros no deben olvidar al cubano. Esa pared imaginaria levantada por el régimen ha sido la causa directa de que cientos de miles de hombres y mujeres hayan pasado por las prisiones, y que otros miles hayan perecido en el paredón o en la lucha contra el totalitarismo. Un número elevado de personas que intentaron escapar de la dictadura insular han muerto o desaparecido en el mar.

La estructura política, idiosincrasia, pretensiones hegemónicas, extrema crueldad y la vocación de interferir en los asuntos de otras naciones, han colocado al régimen de La Habana en una posición mucho más compleja y desestabilizadora que la ocupada por la difunta RDA.

Lech Walesa afirmó en una ocasión que el Muro de Berlín empezó a perder sus primeras piedras en la Polonia de los 80, sin embargo, no se debe ignorar que algunas de esas paredes siguen levantadas en Cuba, y se han extendido a las colonias del castrochavismo anteriormente mencionadas.

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