En Cuba existe una Comisión Nacional de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional, pero no hay nada qué comer. Sin embargo, en las fotos donde aparece la plana mayor de eso que llaman “la dirección de la revolución” no se nota ese desamparo estomacal. Los dirigentes no son cuadros, sino barriles, redondeles con los vientres abultados, los cachetes mofletudos y las papadas empepadas que dicen otra cosa del asunto. Es, en realidad la verdadera “soberanía alimentaria”, comen ellos y los demás, que se fuñan. Uno entiende entonces que hay algunos más “soberanos” que otros.
Nadie sabe la solución. Solamente el pueblo, que los ha sufrido por más de 64 años, hace un sacrificio más y envía a sus hijos a comer al extranjero. Muchos no regresan, es decir, nadie. Y de pronto descubren que se alimentan y son libres, o sea, soberanos, pero esa no es la soberanía alimentaria de la que habla el gobierno. Todo huele a disparate repetido, como aquella vez, al principio del desastre, que el Delirante en jefe Fidel Castro lanzó la idea de sembrar café Caturra (muchos pensaban que era un café muy musical y le decían café Caturla) en latas, macetas, lavabos, inodoros, hendijas de las paredes, tanques de agua, maleteros de autos, tibores y pomos de sueros. No nació nunca una sola mata, y el café fue desapareciendo.
Vivir fuera de Cuba, en cualquier país normal. Trabajar, como es normal, para comer como personas normales, y decidir normalmente qué quiere almorzar o qué puede en ese momento (y esforzarse para comer un día lo que ahora no puede), es un acto de independencia, de soberanía gastronómica, pero, sobre todo, de soberanía alimentaria, porque usted se paga lo que decida, libremente, según gana por lo que hace. Y porque hace mucho tiempo que lo que hacía en su país no le daba alimento ni soberanía.
Ellos llaman “soberanía alimentaria” a lo que se pueda cultivar y comer en el interior de la isla. Porque, si antes se labraba la tierra y se exportaba buena parte de lo producido, después de cubrir el mercado local, hoy hay que traer lo que antes se exportaba, porque los locales del mercado local están vacíos. Por eso un sesudo ha dicho que “aún no se comprende la urgencia de que no quede un patio, una parcela o un pedazo de tierra sin sembrar”. La orden está dada, ya lo saben.
Si un cubano no ha perdido los dientes del susto, ni se le ha caído el pelo por vislumbrar el terror, debiera leer esta noticia, que avisa todo lo que viene: “En un momento de crisis económica sin precedentes en la Isla que impacta negativamente la dieta de la población, el Gobierno cubano ha atado la Soberanía Alimentaria a la transformación de los sistemas locales, incapaz de importar lo necesario y con producciones nacionales que históricamente han equilibrado la situación con muy bajos rendimientos”. Eso, más o menos traducido al cubano común, quiere decir: “aprieta aquello y dale a los pedales, pero sin bicicleta”. Y te convida a desayunar el moho del fregadero o decidir merendarte al vecino.
En la isla ha habido, esporádicos y sin mucha consistencia, momentos alimentarios que pudieran ser considerados “soberanos. Muchos recordarán la inigualable destreza con la que los cocineros quemaban la leche en las escuelas al campo (ESBEC). Curiosamente todos eran conocidos como “Oriente”, así que la zona oriental de Cuba puede haber tenido ese “toque” de soberanía. ¿Qué cubano que haya probado aquellos líquidos infectos, como venidos del infierno, que hacían pensar que aquellas vacas habían sido ordeñadas tras el incendio de Bayamo, no soñaron con ser un día completamente soberanos?
Un viceministro de dos cosas inexistentes en Cuba, economía y planificación, fue elegido para sacar su cara de cemento e informar que: “La importación de alimentos ya no puede determinarse por la demanda como se hacía hace cuatro o cinco años, sino por las posibilidades financieras del país…” Es decir, si usted no cría pollos y peces en su casa, si no cultiva tomates, café o malangas, va a recordar todos los días a Valeriano Weyler, porque la isla no tiene plata y le debe a las once mil vírgenes y nadie le dará crédito porque no paga. En fin, que el caballero de Paris ha sido llevado a nivel nacional, y Cubita vive de la mendicidad y la lástima. Y de acusar al norte revuelto y brutal, cuando la brutalidad cerebral la impuso el Delirante en jefe como forma de gobierno.
En el afán de lograr la “soberanía alimentaria” pero con “resistencia creativa” a pesar de “la contingencia”, eso que llaman prensa y medios de comunicación saltan de alegría cada vez que alguien propone un sustituto creado con ingeniosidad para suplir lo que no hay: “En medio de la aguda escasez de café en Cuba, se ha puesto de moda el consumo de una infusión hecha con una planta popularmente conocida como “platanillo”.
Eso califica en la cantidad de bazofia que deberá ingerir el cubano de a pie por culpa de la ineficiencia y la exclusión ideológica. Está todo muy claro si leemos que: “el Foro Mundial sobre este tema, reunido en el año 2001, definió el concepto de soberanía alimentaria como “el derecho de los pueblos a definir sus propias políticas y estrategias sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos que garanticen el derecho a la alimentación para toda la población, con base en la pequeña y mediana producción”. Si usted no entendió nada, ya somos dos.
Pero, calma, no habrá luz, ni medicamentos, ni agua, ni comida, pero hay leyes, y donde hay leyes pudiera brotar un boniato o un racimo de plátano. Y Cuba es soberana, aunque no sea alimentaria. No hay como un tonto o tal vez un cínico, para sentirse confiado en el porvenir en medio de una revolución que ha causado todo esto y que fue, no lo dude nadie, el pretexto para satisfacer el inmenso ego de un hombre.
No hace mucho tiempo se aprobaron leyes importantes en ese órgano de gobierno que es la asamblea nacional del poder nacional que es el poder masticar. Del paquete de leyes aprobado mencionaré tres fundamentales: la soberanía alimentaria, la pesca y la ganadería. Ni vacas, ni peces ni alimentos, así que habrá que desayunar soberanía. “Miguel Díaz-Canel, expresó con entera satisfacción: “Esta legislatura es la mejor expresión de ese ejercicio por el elevado número de leyes aprobadas en cada una de sus sesiones”. Dijo chupando una sabrosa ley.
Tal vez nunca se llegue a la “soberanía alimentaria” si no empiezan a echar tierra en las habitaciones y los baños, aunque se viva en el quinto o noveno piso, pero sí al otro concepto, el de la “seguridad alimentaria y nutricional”. Grite algo en la calle contra la dictadura, rómpale el parabrisas a un carro de policía o tírele una trompetilla al jefe del sector de la PNR y verá usted, con absoluta seguridad, que no lo alimentará nadie en la prisión.
Y en la calle tampoco.