Saturday, September 28, 2024
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Sindo Garay: de acróbata errante a genio de la trova cubana

SANTA CLARA, Cuba. – Poco tiempo antes de fallecer, a tan veterana edad como son los 101 años, Sindo Garay accedió a contar minuciosamente todas sus memorias a la investigadora y cantante lírica Carmela de León, a quien también le solicitó que anduviera rápido, antes que se le “descompusiera la chocolatera”. 

En un desdoble testimonial nombrado por la autora como Memorias de un trovador, el que fuera considerado como el bardo más longevo de la historia, dejó claro que el libro serviría para que los cubanos conocieran no solo su grandeza, sino todo lo que luchó para ganarse el sustento, así como la envidia que tuvo que enfrentar por parte de sus coetáneos. 

Antonio Gumersindo Garay García nació en Santiago de Cuba el 12 de abril de 1867 en una familia que él mismo calificara como de “muertos de hambre” en la que nunca faltó, sin embargo, el sonido de una guitarra. De niño apenas pudo aprender a leer y a escribir a su debido tiempo por dedicarse al arte circense, uno de sus primeros trabajos, que le acompañaría y alimentaría buena parte de su vida. “La gente se asombraba cuando me veía tan chiquito allá arriba haciendo aventurados balanceos en el aire”, contó él mismo a Carmela de León.

La primera vez que tomó una guitarra en sus manos fue nada más y nada menos que la que pertenecía al trovador Pepe Sánchez, autor del primer bolero conocido y uno de los cantores que visitaban su casa con asiduidad. “Con mucha timidez, me puse a imitar lo que le veía hacer”, describe en sus memorias. “Mi mamá me reprendió duramente (…). ¡Quién me iba a decir a mí en aquel momento que 100 años después le iban a poner mi nombre a una fábrica de guitarras cubanas!”.

Con el propio Pepe Sánchez, que se convirtió de inmediato en su maestro, Sindo formó un dúo que duró muy poco, pero que le permitió ingresar a los principales escenarios del Oriente y a componer sus primeros temas, posteriormente considerados como obras maestras de lirismo extraordinario, teniendo en cuenta sus escasos estudios.

Declaraciones de Sindo a Carmela de León (Foto del libro Memorias de un trovador, tomada por Laura Rodríguez)

Sobre Sindo Garay existen disímiles anécdotas ciertamente extravagantes, como el hecho de que cruzó a nado la bahía de Santiago en 14 ocasiones para llevar documentos insurreccionales en vejigas impermeables enrolladas a su cintura. Debido a que las autoridades españolas conocían de sus “actividades sospechosas” se enroló nuevamente con el circo ambulante y fue a parar a Haití, una época que describió como “terrible”, plagada de hambre, desaliento y vicisitudes. 

Otro pasaje peculiar de su vida del cual solía ufanarse fue cuando conoció a José Martí, apenas dos meses antes de su caída en Dos Ríos. Asimismo, llamaba la atención de sus allegados y de los propios párrocos que los inscribieron, los nombres aborígenes que eligió para sus hijos: Guarionex, Guarina, Hatuey, Anacaona y Caonao. 

Al tiempo en que continuó trabajando como payaso, gimnasta y trapecista itinerante por toda Cuba, Garay mantenía sus composiciones a memoria, que eran conocidas en la bohemia como “sindadas”. Su llegada a La Habana fue obra de la casualidad: dormía la resaca tras una noche de juerga en un vapor que salía rumbo al occidente y, cuando despertó, ya faltaban pocas horas para tocar puerto capitalino.

A partir de entonces, Sindo fue asiduo a las peñas y tertulias de trovadores y cantantes de la capital, donde también se presentaba en cines e importantes teatros, codeándose con las principales figuras artísticas de aquel entonces, a pesar de que aseguró “las ganancias eran pocas y las necesidades muchas”. 

De esta época datan sus conocidas controversias, como la que sostuvo por espacio dilatado con el caibarienense Manuel Corona. De hecho, el ambiente de la trova cubana se hallaba dividida en dos bandos: los seguidores de Sindo y los que simpatizaban con el autor de Longina. Todos estos compositores se hacían competencia para estrenar cuanto tema se les ocurriera como contestación a los demás, hasta que la rivalidad musical fue prohibida por ley, cuando terminó en una reyerta acalorada en el Parque Trillo, en la que debió intervenir la policía.

Sin formación musical académica, ni conocimiento de notas o partituras, Sindo llegó a componer temas tan complejos de cantar e interpretar como La perla marina o Guarina. Entre los más de 600 que conforman su obra, las más populares son Mujer bayamesa, La tarde y Retorna. En el prólogo del libro citado, la autora describe que Sindo contaba con “intuitivas dotes” para la creación artística que le permitieron concebir verdaderas obras maestras, de riquísimas y hermosas armonías, un secreto inexplicable que se llevó a la tumba.

No fueron pocos los analistas, musicólogos, artistas y duchos trovadores de la época a los que les impresionaba el talento de Sindo para crear aquellas armonías y modulaciones perfectas con sus pequeñas manos, como el afamado pianista Jorge Anckermann, quien lo bautizó como “el genio loco del pentagrama”. Se dice, además, que un alarde de extraordinaria maestría solía tocar con un cigarrillo entre sus dedos, con los mismos que pulsaba los acordes. 

Por muchos años Sindo Garay anduvo errante con sus tres hijos mayores a cuestas, quienes también lo acompañaban en sus presentaciones pues contaban con vasto talento para la música al igual que su padre. En los años 40, gracias al magnate cigarrero Amado Trinidad, impulsor de la radio en Cuba, pudo grabar parte de sus boleros, guarachas y sones. 

Sindo se catalogó a sí mismo como un prolífico compositor. En 1967, un año antes de morir debido a una neoplasia de colon, sentenció públicamente una de sus frases lapidarias: “Ahora que cumplo 100 años es cuando comprendo lo breve que es la vida”. 

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