LA HABANA, Cuba. – “¿Mi Sely? ¿Mi Sely? ¿Tú estás seguro?”. Así dice siempre un amigo cuando alguien le habla de Susely Morfa. “¿Mi Sely? ¡Será tu Sely, porque mía no es!”; así dice enfático mí amigo siempre que alguien le refiere, y mirándole a los ojos, el nombre de Susely Morfa, quien se hiciera tan famosa durante aquella cumbre en Panamá, en la que aseguró, enfáticamente, que se había pagado su pasaje a la capital del famoso istmo.
“¿Mi Sely?”. Así pregunta el amigo cuando alguien le hace alguna referencia a esa Susely. El amigo entiende ese su como un pronombre posesivo de la tercera persona del singular. Mi amigo entiende que le están otorgando la posesión de Susely y eso lo arrebata, le produce urticarias. Y es por eso que ahora está celebrando, como yo, su salida del cargo de primera secretaria del Partido Comunista de Cuba (PCC) en Matanzas.
Mi amigo aplaude jacarandoso la lejanía de Susely, y supone que en el nuevo cargo tendrá menos visibilidad. Y, como ejercicio mental, se imagina la llegada a Matanzas de Beatriz Johnson Urrutia, aquella que se subiera a una azotea, allá en Santiago de Cuba, para hablar a sus coterráneos santiagueros, para alejarse de los enardecidos santiagueros.
Y es por eso que me he estado preguntando cómo, y desde qué elevado sitio se dirigirá Beatriz a los matanceros. Porque soy empecinado hurgo en mis recuerdos matanceros y pienso en los trazos de esa ciudad maravillosa en la que a Carilda Oliver se le perdió un hombre. Pienso en Matanzas y en el trazado de sus calles, y en los edificios que desde su fundación, hace ya tiempo, se fueron levantando.
Yo pienso en Beatriz Jhonson Urrutia allá en Matanzas y supongo a esa ciudad que también podría levantarse como se levantó Santiago delante los ojos de Betty; porque de seguro se levantará Matanzas, como se levantarán un montón de ciudades cubanas, contra el gobierno comunista. Y es por eso que me pregunto desde cuál edificio, medianamente elevado hablará Beatriz a los matanceros para calmarlos, y hacer promesas de futuras bienaventuranzas.
¿Desde qué altura hablará entonces Beatriz? ¿Qué altura escogerá? ¿Desde qué elevación matancera hará sus dictados esa Beatriz que no es Cenci, y sí Johnson? Y es que los comunistas siempre necesitaron las alturas, las tribunas, para hacer gobierno. Los comunistas no son capaces de gobernar si no tienen una tribuna, muchas tribunas, a la mano. Los comunistas necesitan ponerse en la altura para discursear, para ejercer sus mandatos. Los comunistas no saben gobernar con los pies sobre el suelo.
Y Beatriz deberá estudiar ahora la ciudad de Matanzas en todos sus trazos. Beatriz deberá encontrar las alturas que podría precisar para ejercer sus mandatos. Beatriz podría escoger de entre los edificios más emblemáticos de la ciudad para hablar y alejarse un poco de sus correligionarios. Sus adeptos, sus adictos, la mirarán en sus alturas, desde abajo. Sus “fieles” necesitarán mirar hacia arriba, que es desde allí desde donde nos llegaron las órdenes desde hace más de sesenta años.
Betty podría subirse a lo más alto del Teatro Sauto y hacer desde esa altura su verbalizado gobierno. Betty no deberá escoger cualquier sitio, y de ahí la importancia de enrolar a sus subordinados en la búsqueda de los sitios en los que mejor ella podría estar, y mandar, discursear. Beatriz podría usar el famoso Cuartel de Bomberos de la Atenas de Cuba, y también podría treparse al edificio La Vigía.
La Johnson podría soñar con el techo de ese recinto que fuera alguna vez una farmacia, que para eso ella es una Johnson. ¿Tan Johnson como la Johnson & Johnson? Y por eso podría treparse Beatriz al techo del museo farmacéutico matancero. Y Betty también podría subir a ese edificio de las bellas Ediciones Vigía, esas que se gestan desde el edifico La Vigía, desde donde salen esas bellas ediciones.
Desde ese punto podría ser mejor escuchada Betty, desde allí podría ser mucho más visible Betty, y sobre todo estará bien protegida de las posibles reacciones de los matanceros cuando descubran que Beatriz es más de lo mismo, que Betty es idéntica a Susely, que ambas son lobas de la misma camada.
Los matanceros y las matanceras entenderán que todos los que lleguen al gobierno o a la dirección del Partido Comunista pondrán distancias con la gente, y esas diferencias serán miradas, sobre todo, en las tribunas. Las tribunas, al menos en este país, tienen siempre la misma intención. Las tribunas ponen distancias entre unos pocos y muchos otros. Las tribunas tienen siempre la mala intención de crear superhéroes de las alturas.
La tribuna es despótica y hace la diferencia entre el que está sobre la tribuna y el que está debajo mirando hacia lo alto, mirando a ese que hace dictados desde arriba, es decir, desde la tribuna. La tribuna es la denotación del poder, es la visibilidad del poder, la extensión del poder. La tribuna es la bota de yeso que distingue, y es la mata o el corral de gallinas que quizá sirvieran al niño Fidel Castro para hacer discurso a las gallinas, a los cerdos y a los guanajos, allá en Birán.
La tribuna es la encarnación de una enorme voluntad de dominio, es el despotismo, el nepotismo; lo mismo en Matanzas que en La Habana o en Birán. Y lo mismo sucede en Cienfuegos o en Las Tunas. La tribuna fue y sigue siendo, para los comunistas, el lugar desde donde hacen sus discursos los que tienen “intereses superiores”, esos que suponen que es dignidad la tribuna, mientras “lo demás” resulta ser lo prescindible, lo que se puede olvidar… Desde la tribuna todo resulta olvidable, y Betty lo sabe.
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