PUERTO PADRE, Cuba.- La noticia y las fotografías del “suceso” le dieron la vuelta al mundo. La célebre actriz Ana de Armas fue “sorprendida” por la revista ¡Hola!, besándose en Madrid con un oficial del Ministerio del Interior cubano, Manuel Anido Cuesta, escolta personal, amanuense de cuaderno de bitácora, asesor jurídico e hijastro del cuasi dictador Miguel Díaz-Canel; y digo “cuasi dictador”, porque el amo del archipiélago es el general Raúl Castro y el poder real lo tiene el alto mando militar, aunque Díaz-Canel y cofradía del Partido Comunista de Cuba (PCC) hagan de “dirigentes superiores”.
Entrecomillé las palabras “suceso” y “sorprendida” en relación al affaire, al flirteo entre Ana de Armas y Manuel Anido, porque conociendo como conozco del control operativo ejercido por las direcciones de inteligencia, contrainteligencia, contrainteligencia militar e investigación criminal, no sólo sobre adversarios políticos y objetivos de interés, sino también sobre sus propios oficiales, resulta que, con tales ordenanzas, técnicamente, es imposible que sin el conocimiento de sus superiores, Anido Cuesta sostuviera relaciones personales con una actriz de Hollywood o con cualquier otra persona capaz de influir, observar o de obtener información por la vía de un militar o un funcionario público, ya fuere en Cuba o en el extranjero, incluso, sin llegar a ser íntimos esos encuentros.
Existe un precedente jurídico que puede llevar al infractor a un delito de insubordinación, el “Ordeno XIII” de la “Orden I del Comandante en Jefe”, que prohíbe -y exige- requerimientos rigurosos en las relaciones personales de los militares.
Y cabe la pregunta, ya que Anido Cuesta conoce secretos de Estado: ¿Qué sucedería si en lugar de ser una procastrista, Ana de Armas estuviera colaborando con los servicios secretos de Estados Unidos o de España para obtener información del régimen cubano…?
El affaire de Ana de Armas con Manuel Anido en Madrid, revelándose como un amorío oculto, es un señuelo para incautos. De ocurrir realmente esa relación amorosa y no ser una medida activa de La Habana en la construcción de una leyenda o de una combinación operativa para la consecución de objetivos estratégicos en una operación de inteligencia, diplomática, o de acercamiento político o económico de mayor trascendencia, debió ser el propio Anido Cuesta quien dijo del ligue a Díaz-Canel, quien, apresuradamente, debió informarlo al ministro del Interior, el general Álvarez Casas, o al mismísimo Raúl Castro, antes de que los oficiales de la Técnica Operativa o de Control Interno redactaran y enviaran al alto mando un informe clasificado como Secreto P (personal).
No. En la nomenclatura castrocomunista no hay nada oculto. Entre ellos todo se sabe. De oficio. No por casualidad.
Y el noviazgo de turno de Ana de Armas con el hijastro-escolta de Díaz-Canel no es una excepción. En la cúpula del poder en La Habana no hay pugnas por hacerse con los poderes del Estado, compréndase el poder político.
Todos o casi todos los jerarcas están muy interesados en lonjas que en un futuro cercano -y más temprano que tarde- se traducirán como ventajas económicas, porque lo que hoy es de propiedad estatal, de cooperativas o de usufructuarios, mañana o pasado mañana, pasará a manos privadas, de millonarios, y en esa puja, hay que estar bien situado.
No sería raro entonces que la fotografía de Manuel Anido, paseando una perra de lujo por Madrid, y la portada de la revista ¡Hola!, sean anuncios comerciales para mañana.