LA HABANA, Cuba.- Que las casualidades no existen es una opinión bastante popular. Tal vez por eso nadie ha digerido la historia oficial de que una flotilla militar rusa, con submarino nuclear incluido, llegó al puerto de La Habana el 12 de junio solo para una visita de rutina. La información se hizo aún menos creíble al saberse que un día después el submarino nuclear estadounidense de ataque rápido HSS Helena, apareció en aguas de la bahía de Guantánamo y, apenas 24 horas más tarde, también arribó a La Habana el buque patrullero HMCS Margaret de la Armada de Canadá.
El convite bélico fue justificado con históricas relaciones de amistad, conmemoraciones diplomáticas y recorridos programados; pero de seguro tuvo más que ver con la reacción de Vladimir Putin al pacto del G7 que por esa fecha se hizo público, autorizando un préstamo multimillonario a Ucrania financiado con los activos rusos que permanecen congelados principalmente en la Unión Europea.
A Putin, obviamente, no le sentó bien la noticia y aseguró que las consecuencias serían “extremadamente dolorosas”. Así las cosas, Cuba fue la plaza elegida para desplegar acciones de Guerra Fría, atrapada entre su inmensa deuda con Rusia y su cercanía a los Estados Unidos.
También por “casualidad”, mientras las naves militares extranjeras aparcaban en aguas cubanas, un video apareció en redes sociales para revolver lo que nos queda de vergüenza y dejarnos saber hasta qué punto el Gobierno cubano está obligado a prosternarse ante Rusia para asegurarse su apoyo político y militar, su petróleo, su turismo.
En el video de marras, la actriz rusa de cine para adultos, Monika Fox, protagoniza un modelaje erótico en la fábrica de ron Legendario, sita en la Calzada del Cerro. Según varios cibernautas, el video fue grabado en algún momento de 2023, pero aparece en redes sociales justo ahora, cuando es prácticamente imposible para la nación cubana eludir el calificativo de “meretriz caribeña del Kremlin”, ofrecida en pelotas -como la Fox- y en bandeja por el régimen de Díaz-Canel al camarada Putin y compañía.
Lo que escandaliza del video no es la desnudez de la actriz, ni su profesión; sino el hecho de que los símbolos patrios cuyo uso “inadecuado” ha metido en la cárcel a artistas y ciudadanos cubanos, sirvieron de atrezo, en una institución estatal, a una puesta en escena de contenido lascivo mientras los empleados circulaban alrededor de la diva del porno como quien está muy enterado del asunto.
Algo así solo ocurre en Cuba si lo autorizan “desde arriba”. Nada en ese video fue improvisado. Desde la entrada de la actriz a la empresa y su ascenso escaleras arriba con la cámara descubriéndole al espectador que no llevaba ropa interior, pasando por exhibir el trasero delante de la bandera cubana, lamer un tabaco y derramarse ron encima —guiños a los close-ups más recurrentes del cine porno—, hasta las volutas de humo que salieron de su boca en los segundos finales del audiovisual, fue muy clara la intención de llevar el provocativo mensaje a esos turistas rusos que vendrán, como salvadores, a poner la “locomotora de la economía” de vuelta sobre los rieles.
Tan desesperado está el Gobierno cubano por atraer a los rusos, que ha puesto la carne de once millones en el asador. Por eso permitió a los realizadores del video llevar el estereotipo de Cuba como paraíso de mulatas, tabaco y ron, a un nivel estratosférico. Cuba ha sido vendida, sin el menor recato, como una barra abierta del turismo sexual, donde estamos todos en venta porque así lo grita la rusa en pelotas delante de nuestra bandera y de la efigie del Apóstol, desde una institución estatal que representa a una industria considerada patrimonio nacional.
Mientras hay jóvenes presos por ataviarse con la bandera cubana dentro de sus casas, una empresa del mismo gobierno que encarcela a sus propios ciudadanos por “ultraje a los símbolos patrios”, patrocina un mensaje de contenido sexual más que sugerido —por no decir explícito—, creado por y para hombres en un alarde de machismo y mal gusto como no se ha visto en mucho tiempo.
Aún con lo denigrante que resulta el video, es poca cosa comparado con la desvergüenza de abrir el puerto de La Habana a la bravuconería de Putin en una prueba de fuerza que no puede ser equiparada a la Crisis de los Misiles (1962), pero una vez más deja al pueblo cubano en medio de un conflicto que no propició, como tampoco eligió al régimen que ha pactado en contra de Occidente y que ha arrasado el país hasta el extremo de tener que recurrir a la mendicidad y la prostitución de todos los valores y atributos que alguna vez nos identificaron.
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