LA HABANA, Cuba.- René Gayo es hijo y hermano de cubanos, pero no nació en Cuba. Es más: solo ha estado de visita en la Isla una vez. Vio la luz en Miami, se crio en Chicago y el inglés fue el primer idioma que aprendió. Sin embargo, en los audios con que contesta mis preguntas se siente la nostalgia por la tierra de sus padres. Incluso hay un momento en que casi se le apaga la voz por la emoción.
“Ir a Cuba en 2010 fue una enorme experiencia”, cuenta. “De muchacho mi papá me hablaba de lugares como Tropicana y de tantas otras cosas, así que cuando vi todo eso con mis ojos y pude visitar a la familia que me quedaba allá me sentí muy conmovido. Todavía me dan ganas de llorar al recordar que viví cuanto me habían contado”.
De 61 años y casi 300 libras de peso, Gayo da la impresión de ser más cubano que una palma, aunque igual no se esconde para enorgullecerse de su nacionalidad. De hecho, se autodefine como “un hombre sin país”, toda vez que en Latinoamérica lo tildan de gringo y en Estados Unidos, de latino.
Lo cierto es que le sobra historia en el mundo del béisbol. Como atleta escribió poca, pues debió limitarse a una docena de partidos en el nivel Rookie de los Rojos de Cincinnati. Era 1987, y los problemas de rodilla acabaron con sus sueños de alcanzar las Grandes Ligas. Sin embargo, luego se hizo scout y su nombre creció como la espuma, amparado en la fama de ser capaz de reclutar por bonos bajos.
Así lo hizo para Cleveland, equipo que gracias a él adquirió los servicios de Fausto Carmona (quien luego resultó ser Roberto Hernández) y Jhonny Peralta, Willy Taveras, Rafael Pérez y Héctor Luna, cada uno de ellos por 25 mil dólares o menos. Y así también pasó después con los Piratas, que lo contrataron para encargarse de sus operaciones en América Latina y consiguieron las firmas de gente como Starling Marte (fichado por 85 mil USD), Gregory Polanco (150 mil) y Alen Hanson (90 mil).
“Bono no hace peloteros”, declaró a la sazón. “Que un pelotero reciba un buen bono no quiere decir que será buen jugador”.
Su prestigio en el mundillo llegó a colocarlo como coach de banca de la selección norteamericana que ganó el Panamericano Sub-18 de México en 2016, y de 2021 a la fecha ha ejercido como entrenador de bateo en St. Louis, una escuela secundaria católica en Lake Charles, Louisiana.
Garantizado: Gayo es una cátedra.
—Profesor, ¿cómo y por qué se decidió a ser cazador de talentos?
—Antiguamente en el béisbol profesional de Estados Unidos uno no decidía ser scout o buscador de talentos; más bien era algo que te ofrecían cuando te estaban despidiendo de ser pelotero o técnico. Te lo proponían si consideraban que tenías las cualidades necesarias para el trabajo. Al principio yo lo rechacé y fui a trabajar como ejecutivo en la embotelladora de Coca-Cola en San Antonio, Texas. Me había graduado de Economía en St. Mary’s University, estaba recién casado y pensaba que el béisbol era parte del pasado. Me decía que porque uno maneje una guagua no significa que la pueda arreglar. Pero probé a hacerlo a medio tiempo mientras trabajaba en la embotelladora para ver si me gustaba, trabajé en eso durante dos años con Pittsburgh y luego un año con Texas, y entonces decidí irme a tiempo completo con Cleveland.
—¿Cuánto hay de cierto en esa creencia de que casi todos los scouts son peloteros frustrados?
—La gente habla muy fácil. Si se analiza bien, desde 1876 cuando empezaron las Grandes Ligas hasta hoy —y estamos hablando de parte de tres siglos— menos de 30 mil hombres se han parado en un terreno de esa pelota. En esto sucede como con el cristianismo, que llama a muchos y escoge a pocos. Es más: de toda la gente que juega béisbol amateur, menos del uno por ciento firma un contrato profesional, y muchos menos son los que llegan a Grandes Ligas. Yo sigo siendo pelotero, lo que ocurre es que ya estoy muy viejo para jugar.
—¿Cuán complicado es ser scout?
—Yo junté mi pasión con el conocimiento y me dediqué a buscar talentos. ¿Y qué es ser un buen scout? Pues ser bueno es firmar peloteros que van a llegar a Grandes Ligas. Trabajé en ese negocio 35 años de mi vida y me llegaron 37 peloteros al máximo nivel. Y te aseguro que hay quienes trabajan 20 años y no les llega uno, porque firmar un pelotero de Grandes Ligas es difícil. Muy difícil.
—¿Qué virtudes se necesitan para ejercer esa profesión?
—Lo primero es que tienes que tener una opinión. Lo segundo, poseer una ética de trabajo organizada, porque no tienes a alguien que te diga ve para aquí o para allá. Te guías por ti mismo. Cuando yo empecé mi territorio de trabajo eran el sur de Texas y Louisiana y a lo largo de ocho años manejé entre 60 mil y 75 mil millas anuales. Entonces tiene que haber un fuego interno. La tercera es ser consciente de que ningún hombre es una isla y que cuatro ojos ven más que dos: hay que tener una opinión firme como te dije antes, pero aceptar que se trabaja para un equipo. Y la última cualidad es la honestidad. Siempre hay que evaluar desde la sinceridad.
—¿Hacia dónde se va la vista del scout cuando ve por primera vez a un prospecto?
—Cuando uno va al terreno está buscando las cinco herramientas (el bate, el poder y las habilidades de fildear, tirar y correr), pero hay una sexta herramienta que es la manera en que el prospecto usa esas cualidades. Uno puede ser muy rápido de piernas, pero realmente no es lo rápido que corre sino también cómo corres, cómo usas esa herramienta en una situación de juego. Eso es clave. Hay que tener herramientas para llegar a las Grandes Ligas, pero las Grandes Ligas no te pagan por tener herramientas: te pagan por jugar bien a la pelota. Otra cosa: para mí era muy importante el carácter del pelotero. A mi juicio esa es una de las razones que ha tenido el cubano para triunfar en la MLB, su carácter de guerrero. Los cubanos son peloteros hábiles en el terreno que saben jugar el juego y son guerreros por la situación que han debido pasar para llegar ahí.
—¿Cuáles son las diferencias fundamentales del trabajo de un scout de la vieja escuela y otro de más reciente promoción?
—Aquello de que el pelotero se iba a retirar y le decían ‘ven que te vamos a poner a buscar talentos porque te conocemos y has sido parte de esta familia’, ya se acabó. Ahora está entrando gente que nunca ha jugado pelota, cosa que es complicada porque no es lo mismo llamar al diablo que verlo llegar. En Estados Unidos tú no puedes ser juez si no has sido abogado. El punto, entonces, es que cuando te pones a emplear fanáticos todo cambia, porque una cosa es sentarse en las gradas a ver el juego y otra cosa es estar parado en la caja de bateo cuando te están tirando a 95 millas por hora. El negocio ha sido secuestrado por gente que no tiene experiencia en el juego de pelota.
—¿Cuáles han sido los peloteros cubanos que más lo han impresionado?
—Ante esos equipos cubanos había que quitarse el sombrero. Les sobraba talento y tenían mucho espíritu. Eran los mejores, y no te lo dice un fanático sino alguien que firmó a 37 bigleaguers. Me acuerdo de Lázaro Valle, Omar Ajete… “El Tifón” Rolando Arrojo si hubiera llegado joven acá habría ganado 300 juegos, lo mismo que José Ariel Contreras. Pero el pelotero más impresionante que vi en Cuba fue Omar Linares. A mí se me aguaban los ojos al verlo. Todo el mundo habla de Hank Aaron pero yo nunca vi a un pelotero así en el terreno. No había nada que no pudiera hacer. Los scouts usamos una escala de 20 a 80, siendo 50 el promedio de Grandes Ligas. Pues bien, el Linares que yo vi era un corredor 60 y ya no estaba en su apogeo; en brazo tenía 80 y lo podían poner como 90, un grado nuevo; el poder era 80, el bate también… Más que gusto, daba miedo verlo.
—¿Intentó usted convencer a alguno para que abandonara el equipo Cuba en una competencia internacional?
—Yo firmé a Danys Báez pero ya él se había escapado. En realidad solo una vez traté de convencer a alguien para que se quedara fuera de Cuba. Fue en 1995 durante el tope en Millington, cuando intenté convencer a Arrojo. Le dije que nos había impresionado y queríamos firmarlo, y él el pobre bajaba la cabeza… Ahora me siento mal por haberlo puesto en esa situación. Cuando yo le hice eso no le hice un bien, realmente le puse una presión por su familia y por todo lo que se sabe que pasaba en ese tiempo. Fuera de él, siempre esperé a que los peloteros desertaran para tratar de firmarlos.
—La sabermetría y la tecnología, ¿acabarán desplazando por completo al scout? ¿Será que se trata de una figura en vías de extinción?
—Ese es el intento de ellos y así están apartando a las personas con experiencia y sabiduría. Siempre han visto al scout como un mal necesario. Pero hasta que el juego no se juegue con máquinas y elimine a los peloteros no va a ser posible prescindir de la figura del scout.
—¿Hasta qué punto pesa Cuba en René Gayo?
—Mis padres nacieron en Cuba y siempre se sintieron cubanos. Ellos emigraron al norte, respetaron el país, lo apreciaron mucho, pero eran cubanos hasta los tuétanos. En una ocasión, Danys Báez me dijo que yo era una persona extraña, le pregunté la razón y me contestó ‘tú naciste en Estados Unidos, pero cuando hablo contigo siento que te criaste en la esquina de mi casa’. Lo que ocurre es que yo, como dice mi hermana, soy nacido en Estados Unidos, pero hecho en Cuba.
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