Sunday, September 22, 2024
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Santería en “la otra orilla”: la religión emigra con sus practicantes

SANTA CLARA, Cuba. – En febrero del año pasado, Yasmani y su hijo de nueve años partieron rumbo a Nicaragua para realizar toda la travesía hasta la frontera mexicana y esperar allí pacientemente el permiso de entrada a EE.UU. En la única mochila que llevó consigo en el trayecto decidió cargar con todas las piedras fundamentadas que recibió cuando “se hizo santo”, más de 30, incluyendo una en específico que pesaba cerca de tres libras. 

Antes de subirse al avión en Cuba tuvo que “darles estropajo” para que perdieran cualquier vestigio de sangre. “Me habían advertido que te las botan en el aeropuerto si tienen sangre. A un amigo le pasó, pero a mí me las dejaron pasar sin problemas, incluyendo mi resguardo y todos mis collares”, cuenta el joven que hoy comparte su trabajo como cocinero con el de tamborero en ceremonias religiosas en Miami y Nueva York.

La partida de miles de cubanos en los 80 y luego en los duros años del llamado Período Especial hacia Estados Unidos condicionó que la Regla de Osha, religión de origen afrocubano, popularmente conocida como santería, se arraigara con tanta fuerza al sur de Florida y que, hasta los días de hoy, con el incremento migratorio, persista como una de las creencias con marcado número de practicantes en esa “otra orilla”.

Según señala un reportaje de BBC sobre la santería en EE.UU., resulta difícil estimar el número exacto de “fieles” debido al carácter privado de sus ceremonias, aunque los propios “jerarcas santeros” en Miami aseguran que tienen datos de la existencia de comunidades sobre todo en Filadelfia, Nueva York, Los Ángeles, Texas y Nueva Jersey.

“Los oficiales de Inmigración de la frontera ni siquiera me tocaron mis cosas, las pusieron aparte y me las devolvieron”, narra Oscar Medero, un cubano radicado en Orlando. “Otras personas no han tenido igual suerte, supongo porque traen algo que está prohibido, pero creo que aquí siento que hay bastante aceptación por parte de los estadounidenses respecto a la religión yoruba”.

Altar dedicado a Oshún en Miami (Foto: Cortesía)

Un hecho en particular ocurrido a principio de los años 90 del pasado siglo sentó un precedente importante alrededor de las prácticas de la Regla de Ocha-Ifá en el condado de Miami-Dade. En 1993, la Iglesia Lukumí Babalú Ayé de Hialeah ganó la batalla legal contra el Gobierno de la ciudad que hasta ese entonces prohibía el sacrificio de animales como parte de rituales religiosos. Amparados por la Primera Enmienda de la Constitución, este grupo de sacerdotes logró ser reconocido como una institución por la Corte Suprema de EE.UU. 

Aun así, muchos devotos de las religiones afrocubanas en la emigración han debido acostumbrarse a un contexto diferente al de Cuba y acatar normas cívicas y leyes estatales que limitan cierto tipo de usanzas que en la Isla resultan completamente habituales. 

“Aquí casi todo lo que se hace allá está prohibido”, cuenta Yasmani a partir de su experiencia tras más de un año residiendo en Miami. “No puedes echar obras para los ríos, ni para el mar, ni tirarlas en cuatro esquinas, y menos en parques, cementerios o en una estación de policías. En todos lados hay cámaras. La gente se las arregla de un modo u otro para darle camino a sus ebbó, pero si te cogen en la gracia son miles de dólares de multa”. 

Otro tamborero, Noriel, aporta que, para realizar estos toques de tambor en condominios, por ejemplo, “hay que solicitar permiso al encargado y tampoco puedes molestar a los vecinos hasta la hora que quieras. No son tan explosivos como en Cuba y cada cual tiene su team”. 

Sobre las prácticas religiosas afrocubanas en Florida, el antropólogo Jesús Fernández Cano arroja en su tesis doctoral que los cubanos históricamente han revivido “situaciones traumáticas” y que la Osha es un punto de referencia en la inmigración que les remite a un país y a una cultura de la que se sienten despojados. A la vez, indica el autor, también es un mecanismo para superar sus problemas y dificultades en un contexto ajeno como lo es el exilio. 

Artículos religiosos en una botánica de Orlando (Foto: Redes sociales)
Artículos religiosos en una botánica de Orlando (Foto: Redes sociales)

“Yo llegué estando de iyawó, o sea, recién consagrada, y todavía no he terminado mi año”, cuenta a CubaNet una joven cubana que pide ser presentada por su nombre de santo Omí Ladde. “Me resolvieron un trabajito vendiendo en un negocio de jugos, pero cuando el dueño me vio así vestida de blanco y con tantos collares, me mandó para la parte de atrás a cortar la fruta, para que no interactuara con los clientes. Todavía hay quien ve esta religión como algo demoníaco”.

Los practicantes de la santería radicados sobre todo en el sur de Florida también se enfrentan a fricciones con las instituciones oficiales y prejuicios sociales por algunas malas prácticas que se han hecho públicas en medios de comunicación. Hace un tiempo trascendió el arresto de dos residentes en Hialeah por “arrojar pollos muertos” en la playa de Virginia Key. Ambos se justificaron ante la Policía del condado alegando que estaban ejerciendo su derecho a la libertad religiosa.

La iyawó entrevistada precisa que en Miami como en Cuba abunda el negocio con la religión, la trampa, los clanes y la estafa a personas que no son del todo conocedoras. “Como allá, aquí también se cobran caras las consultas, se vende de todo lo que hace falta para un santo y hay hasta quien vive de alquilar espacios para ceremonias”. 

De Cuba a Miami y viceversa

En las décadas de los años 70 y 80 del pasado siglo en Cuba las religiones afrocubanas eran profesadas en el ostracismo de pequeñas casas y templos. Según destaca el estudio “Obstáculos enfrentados por líderes y miembros de religiones afrocubanas”, no fue hasta la visita a la Isla del sacerdote nigeriano Ooni de Ife en 1987 y la inminente crisis de los 90 que la santería “se estableció dentro del patrimonio cultural, aun cuando anteriormente fuera motivo de marginación”. Llegó, incluso, a “convertirse en una suerte de aliado del poder”.

Tras las reformas económicas que impulsaron el trabajo por cuenta propia, proliferaron en la Isla las tiendas de artículos religiosos que se nutren mayormente de los establecimientos similares en Miami, y que allí son conocidos allí como “botánicas”. Misael es un cubanoamericano que viaja a menudo desde Miami y que surte uno de estos establecimientos en Santa Clara con determinada mercancía que sería imposible hallar a la venta en Cuba en ninguna tienda del Estado. 

Botánica Cuatro Caminos, en Miami
Botánica Cuatro Caminos, en Miami (Foto tomada de su página de FB)

“Se puede decir que Miami y Cuba también están unidas por la religión”, dice. Además, confirma que la mayoría de las cuentas para collares e idés, telas, inciensos o aceites aromáticos se traen desde Florida, pero que existen otros “artículos” que se llevan desde Cuba hasta las referidas “botánicas” o por algún pedido en especial de un amigo santero. 

“Hay gente que ha logrado entrar cositas [a Estados Unidos] que realmente están prohibidas, como algunas semillas, tierra y otros asuntos que mejor no especifico”, cuenta. Al respecto, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) de EE.UU. prohíbe ingresar al territorio cualquier parte o producto derivado de animales como pieles, colmillos, huesos, plumas, así como plantas, esquejes y semillas que puedan reproducirse. 

Tanto en Cuba como en Florida, la celebración de un cumpleaños de santo o los llamados “güiros” constituyen todo un evento para las casas religiosas. Las posibilidades económicas de quienes residen en EE.UU. contribuyen al pago de muchas ceremonias en la Isla que han ganado en despliegue de parafernalia y glamour en los últimos años, a imagen y semejanza de las que se suelen organizar en el exterior. “Aquí en Miami ya se usa el catering y el alquiler de espacios con piscina y patios grandes, siempre en zonas menos elitistas”, confirma Misael. “Eso también lo he visto en Cuba. Hay ahijados que les dan ese gusto a sus padrinos, como agradecimiento y porque están en ventaja económica”.

Productos a le venta en una botánica del sur de Florida (Foto: Redes sociales)
Productos a le venta en una botánica del sur de Florida (Foto: Redes sociales)

Muchas ceremonias en EE.UU., incluyendo los tambores, bembés y wemileres tienen un carácter más discreto en comparación con la costumbre cubana de aunar multitudes. “Aquí los tambores son más finos, algunos parecen fiestas de 15 [años]. Eso sí, más privados, por invitación, y se hacen casi siempre los fines de semana. Esto no es el barrio cubano que todo el que llega, sea religioso o no, se pega por curiosidad o para comer al final”, agrega Yasmani. También detalla que la tarifa de los tamboreros oscila entre los 700 y 800 dólares.

La investigación de Fernández Cano ilustra que las glamurosas fiestas de santo en Florida también parten del deseo de los santeros de mostrar su bonanza o el éxito logrado como migrantes. Sin embargo, su estudio de campo detectó la presencia de algunos religiosos que se hallan en una situación menos favorable al no contar con empleos o permisos de conducción y que aprovechan los tambores como una de las escasas ocasiones para relacionarse, comer en abundancia, o llevarse a casa algo de lo que allí reparten, como también suele ocurrir en Cuba. 

Para los cubanos recién llegados, mantener a sus orishas “bien cuidados” y agasajados representa, además, el agradecimiento por ofrecerles una mejor vida tal y como explica Oscar: “Yo pagué mucho dinero para mandar a buscar mi batería de santo. Si yo no quería estar allá, ¿cómo iba a dejarlos atrás a ellos que me abrieron los caminos para salir de Cuba? Mis santos son también migrantes sin pasaje de regreso”. 

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