Friday, September 20, 2024
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Radu Jude y el cine postcomunista 

MIAMI, Estados Unidos. – He soñado alguna vez con poder disfrutar el cine postcomunista cubano. Es lamentable que directores talentosos de diversas generaciones debieran contener sus ansias de expresión libre para terminar pergeñando filmografías mediatizadas, francamente olvidables.

Cuánta satisfacción deben sentir los realizadores que lograron marcar el paso de la verdad en el transcurso de estos aciagos 65 años de dictadura, desde el pequeño gran documental PM, de Orlando Jiménez Leal, hasta los vientos huracanados que, afortunadamente, provocaron las imágenes de El caso Padilla, de Pavel Giroud. 

Pensándolo bien, el documental Fiel Castro, de Ricardo Vega, devino, inconscientemente, una pieza potencial de cine postcomunista, luego de la muerte del tirano.

Fue realizado, con los más alucinantes materiales de archivo, desde la libertad. Es cierto que las consecuencias de tal arrebato no se han mitigado y el mal causado por la tozudez criminal de un megalómano sigue vigente, pero cuando este ciclo devastador concluya, habrá que regresar a la periodización del disparate lograda por Vega, de manera fulminante, sin editorializar.

El cine postcomunista puede ser hiriente y grave como La vida de los otros, de Florian Henckel von Donnersmarck, o manifestar el desmadre total del director rumano Radu Jude con su filmografía anárquica que recuerda, de alguna manera, al yugoslavo Dušan Makavejev, un verdadero artista radical adelantado a su tiempo, quien se atrevió a especular sobre el legado de la guerra y lo absurdo en la vida diaria comunista de los años 60.

El documental de Vega, la insólita clase de natación en una piscina sin agua que presenta Los bañistas, de Carlos Lechuga, la “zombificación” urbana en Juan de los muertos, dirigida por Alejandro Brugués, o el aquelarre de país dibujado con saña que propone Alicia en el pueblo de Maravillas, de Daniel Díaz Torres, pudieran inspirar al director postcomunista cubano del futuro que remede de alguna manera la producción más reciente de Jude: No esperes demasiado del fin del mundo. Sin duda, la sociedad cubana tiene mucha tela por donde cortar al respecto.

La película del rumano sigue los avatares de una publicista llamada Angela en la atribulada ciudad de Bucarest contemporánea, quien busca testimonios de personas que hayan sufrido accidentes laborales por no usar cascos de protección. 

La encomienda ha sido encargada por una compañía austriaca que se empeña en demostrar su tesis a toda costa, así como limpiar la imagen pública, sin importarle mucho el padecimiento humano, notorio en casi todos los videos grabados publicitariamente, donde se manipula la realidad de lo ocurrido, sin mucho miramiento.

Jude no tiene piedad a la hora de emplear el sarcasmo para referir sus viñetas. La multinacional de Austria ostenta el desprecio del primer mundo europeo, sin cargo de conciencia, a la hora de tomar ventaja de sociedades que emergieron de la debacle socialista.

Angela trata de lidiar con las consecuencias del naufragio que aún perdura luego de tantos años de la caída del Muro de Berlín y su comparsa proletaria. 

La clase obrera definitivamente “no fue al paraíso” y muchas de las carencias que sufre ―altos precios en la canasta básica y suspensión de la calefacción durante el invierno, por solo mencionar dos circunstancias citadas― se lo atribuyen a la guerra vecina en Ucrania, así como a la galopante corrupción gubernamental.

Hay toda una memorable y simbólica disertación sobre el accidente ocurrido en la talanquera de metal pesado instalada durante el comunismo, en la puerta de una fábrica, que no ha sido enmendada por los nuevos dueños. 

Al mismo tiempo que maneja desesperadamente en un tráfico salvaje, Angela aprovecha sus mínimas pausas para subir a Instagram los comentarios soeces y políticamente incorrectos de una suerte de alter ego masculino que llama Bobita y tiene numerosos seguidores. Entre otros desplantes, el personaje afirma que Rumanía es “una nación de prostitutas y proxenetas”.

Radu Jude tiene 47 años y confiesa preferir las contradicciones y los conflictos. La crítica de cine corporativa lo ve como un comentarista sagaz y devastador del capitalismo contemporáneo. 

Casi ninguna reflexión menciona su especial virtud para recordarnos que donde hubo un comunismo marcadamente siniestro, como en Rumanía, a la hierba le cuesta trabajo crecer.

ARTÍCULO DE OPINIÓN Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

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