Thursday, October 24, 2024
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¿Qué busca el Gobierno cubano con su acercamiento a los BRICS?

LA HABANA, Cuba. – Por estos días sesiona en la ciudad rusa de Kazán una nueva Conferencia Cumbre de las naciones que integran el grupo de los BRICS, ese conglomerado de naciones del denominado “Sur Global” que apuestan por abrirse paso en el complejo entramado de las relaciones internacionales.

El régimen castrista, en especial en la persona del gobernante Miguel Díaz-Canel Bermúdez, había manifestado un gran interés en participar en esa cita al más alto nivel. Sin embargo, al final la delegación de la Isla al evento la encabeza el canciller Bruno Rodríguez Parrilla, ante la imposibilidad de Díaz-Canel de salir del país ―¡hombre, qué menos podía hacer!― en medio de la severa crisis energética que atraviesa Cuba.

Mas, sea de una u otra manera, lo que resalta es la gran motivación del castrismo por pertenecer ―en este caso en la categoría de asociado― a esta agrupación de naciones, que tiene en el gran aliado de la dirigencia cubana, el presidente ruso Vladímir Putin, al principal protagonista de este cónclave de Kazán.

Este acercamiento del régimen a los BRICS se asemeja al empeño de La Habana por ser aceptada como miembro observador de la Unión Económica Euroasiática, esa especie de integración económica formada por Rusia y varias de las naciones que integraban la extinta Unión Soviética. En ambos casos se hace evidente el afán del castrismo por conseguir a toda costa algún tipo de ayuda que logre atenuar la desesperada situación económica por la que atraviesa la nación caribeña. 

No obstante, la realidad parece indicar que muy poco va a conseguir Cuba, desde el punto de vista económico, mediante su acercamiento a cualquiera de estos grupos de naciones. Porque para la plena inserción de un país en un determinado mecanismo de integración económica, ese país debe contar, al menos, con algún producto o grupo de productos que puedan exportarse y que interesen al resto de las naciones del referido mecanismo integracionista, como era el caso de la Isla cuando pertenecía al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). Lo contrario sería el papel de mendigo, a la espera de alguna migaja que brote de algún bolsillo generoso.   

Y ese papel de mendigo es el que le corresponde a Cuba al colocarse a la sombra de cualquier mecanismo de integración económica. Sin ningún rubro de exportación que pueda sacar la cara por el honor del país, solo invocaría la lástima del resto de sus contrapartes ante el “recrudecido bloqueo” de Estados Unidos. 

Ah, paro en el caso de los BRICS, más allá de lo económico, tenemos el elemento geopolítico que despierta el interés del castrismo. Si echamos un vistazo a los miembros fundadores del BRICS (Rusia, Brasil, India, China y Sudáfrica) notamos que son naciones de indudable peso económico en el ámbito internacional, pero ―y sobre todo― de no muy buenas relaciones con Occidente. Claro, nos referimos al Brasil de Lula, no al de Bolsonaro.

Un segundo bloque de naciones que integraron los BRICS (Irán, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Egipto) son también naciones no muy identificadas con el mundo occidental. 

En ese sentido el bloque de países que integran los BRICS, por lo general, son condescendientes con Putin en relación a su invasión de Ucrania, apoyan a los terroristas de Hamás y Hezbolá en el Medio Oriente, y manifiestan tolerancia hacia regímenes dictatoriales como los de Venezuela y Nicaragua. 

Como es lógico imaginar, en ese conglomerado de naciones se sienten como peces en el agua el señor Díaz-Canel y su cohorte de seguidores. 

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