LA HABANA.-A fines del pasado enero publiqué en estas mismas páginas un trabajo sobre el proceso de alto al fuego acordado entre Israel y el grupo terrorista Hamás, que ha impuesto su dominio sobre el territorio palestino de Gaza. Las más recientes incidencias —canalladas, en realidad— de ese proceso, me motivan a abordar de nuevo este polémico tema.
Deseo puntualizar, ante todo, que, en medio del terrible escenario de imposiciones, miseria y carencias de todo tipo que padece el pueblo cubano a manos de la dirigencia castrocomunista, no me seduce demasiado consagrarme (y hacerlo, además, de forma repetida) a tratar asuntos relacionados con la lejana Asia.
Pero, como veremos, es tanta la inhumanidad mostrada por los aludidos terroristas palestinos, y tanta la manipulación de los hechos que hace el régimen de La Habana en su campaña de agitación, que me parece indispensable volver a abordar ese tema. Mientras más medito al respecto, más me convenzo de una cosa: el odio feroz que la propaganda castrocomunista manifiesta contra Israel se debe a su condición de única democracia del Cercano Oriente y a su firme alianza con Estados Unidos.
Volviendo a la actualidad de la convulsa región, constatamos que, tras un conato de poner fin a la devolución de rehenes, este jueves Hamás reanudó las entregas. En este caso, por desgracia, se trató de cadáveres de antiguos cautivos. Se trataba del octogenario Oded Lifshitz, así como de la señora Shiri Bibas y sus hijos menores Ariel y Kfir.
Los terroristas no perdieron la ocasión de orquestar una obra de teatro de pésimo gusto con este asunto del trasiego de los cuerpos sin vida. El medioThe New York Times, habló de “entrega histriónica”: el escenario fue “decorado” con una “imagen caricaturesca” de Netanyahu; “de fondo sonaba una música triunfal”; un cartel amanazaba con que si Israel volvía a la guerra contra Hamás, aún más rehenes regresarían en ataúdes”…
Las reacciones de rechazo no se han hecho esperar, aunque también ha habido silencios ensordecedores, como el del Secretario General de la ONU. Volker Turk, alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, sí calificó la exhibición de “abominable y cruel”. El alto funcionario del organismo mundial también afirmó que, con ese actuar, se violó el derecho internacional humanitario.
Asimismo la ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, mediante un mensaje de su cuenta en X (antes Twitter) hizo un merecido ajuste de cuentas ideológico con la organización terrorista: “Cuatro ataúdes exhibidos en un escenario: imágenes casi insoportables”. Y también: “Las familias de los rehenes están expuestas al terror ilimitado de Hamás hasta el final”.
Infobae ha consagrado al tema no menos de cinco trabajos periodísticos. Se comprende ese interés: al aspecto humano del asunto se suma que la familia Bibas es de origen argentino. Con respecto al único de los cadáveres que no pertenece a ella, uno de los titulares anuncia: “El forense aseguró que Oded Lifshitz fue asesinado cuando estaba en cautiverio hace más de un año”.
Sobre la señora Bibas y sus dos pequeños hijos, los portavoces de Hamás insisten en su versión: murieron como consecuencias de un bombardeo israelí. Haría falta saber qué hay de cierto en esa afirmación. En lo personal (y mientras no me demuestren lo contrario), seguiré pensando que se trata de un intento, burdo y transparente, por hacer recaer las culpas sobre el enemigo israelí.
Porque el hecho cierto es que los combatientes de Hamás, junto a otros muchos ciudadanos israelíes, tomaron como rehenes a Ariel Bibas, de dos años de edad, y a su hermanito Kfir, que era por entonces… ¡un bebé de ocho meses! Y aquí, claro, se impone que nos preguntemos: ¿De qué clase de material humano están hechos individuos que son capaces de tomar, en calidad de rehenes, destinados a malvivir en túneles infectos, a niñitos de esa edad!
Pero es que, para ser objetivos, tenemos que ir más allá. Se hace ineludible una interrogante más: Admitamos la existencia de lo que, con tremenda buena voluntad, pudiéramos calificar como “exceso de celo” de los soldados de Hamás al cargar con los hermanitos Bibas hasta Gaza, ¿entonces qué decir de sus jefes, quienes, en lugar de procurar una salida rápida a ese encierro, mantuvieron presos a esos angelitos durante meses! ¿Los exoneraremos también a ellos de su triste final?…
En el ínterin, ¿qué podemos decir de la campaña propagandística castrocomunista? Los plumíferos y cotorrones del régimen de La Habana se han empleado a fondo para despertar simpatías por Hamás (aunque ellos prefieren hablar siempre de “Palestina”). Y justo es reconocer que, por desgracia, esa campaña tendenciosa ha alcanzado cierto éxito, al menos entre aquellos compatriotas nuestros que no se han ocupado de obtener una información más exhaustiva sobre el tema.
Para alcanzar ese relativo triunfo, claro, han eludido hablar del brutal ataque a Israel escenificado por Hamás del 7 de octubre de 2023, de las muertes de más de mil personas (civiles en su mayoría), de la toma de rehenes (incluyendo niños y mujeres, así como algunos hombres, entre quienes los militares constituían una pequeña minoría). ¡Y claro ni pensar en que mencionen a los argentinitos Bibas!
Creo que le asiste toda la razón del mundo al doctor Ariel Gelblung en el artículo de opinión que publicó en Infobae, en el cual afirma que este 20 de febrero fue “un día para ponerse colorado”. Y denuncia que “líderes latinoamericanos y mundiales que hablan de niños asesinados, hoy no hablan, como no hablaron el 7 de Octubre”…
A quien le sirva el sayo, que se lo ponga. Yo, como cubano, invito a que se den por aludidos los inquilinos del habanero “Palacio de la Revolución”.