Thursday, January 23, 2025
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Presos políticos en Cuba: otra moneda en circulación 

LA HABANA, Cuba. – No llegan a 150 los presos políticos excarcelados, y de los que están por ahora en sus casas no se puede decir que estén en “libertad”, en tanto sobre ellos pesa la altísima posibilidad de retornar a prisión en cuanto al régimen se le vuelva a presentar la oportunidad de usarlos como moneda de cambio.

No salieron por indulto, ni bajo ninguna otra fórmula legal que extinga por completo la sanción y haga borrón y cuenta nueva con lo que jamás debió ser considerado un delito (la protesta pacífica, el derecho a la manifestación, la libertad de expresión y de prensa, la oposición política) sino por una treta en la cual mediadores y contraparte terminaron ofreciendo más de lo que recibieron porque, visto desde la perspectiva de que ningún preso fue liberado sino apenas sacado provisionalmente del encierro, bajo la condición del estricto silencio, les han dado gato por liebre.

Quizás para el expresidente Joe Biden, que podría haber castigado a quienes no votaron por él en Florida, lo recibido fue justo y suficiente, pero en realidad lo que le pusieron sobre la mesa de negociaciones es algo así como un fajo de CUC, una mínima transferencia de MLC, pero nada de moneda dura sino apenas esos inventos, esas estafas, que la dictadura crea para simular que paga y quedarse siempre con el dinero real, dejando complacidos a los tontos.

Porque siempre, cuando hablamos de las “monedas de truco” y de “trueque” inventadas por la dictadura castrista (que, entendamos de una vez, es exactamente lo mismo que decir GAESA) olvidamos que más allá de las que circulan o han dejado de circular en las finanzas de la Isla, hay una, la más importante de todas, que son los presos políticos sin los cuales el sistema no lograría funcionar del modo que lo hace, es decir, de mesa de negociación en mesa de negociación ya sea con el Gobierno de Estados Unidos, con la Unión Europea y hasta con cualquier acreedor que saque el tema antes que el talonario de cheques o el compromiso de aplazamiento o condonación de alguna deuda.

Una moneda fácil (que no necesita imprimirse ni respaldarse en dólares efectivos) y sin dudas la más valiosa entre las que guardan en los bolsillos no porque su uso los exonere de usar las otras en las “transacciones” (las dos casi siempre van juntas) sino porque además les sirve para limpiar lo que ensuciarían las demás, es decir, para mostrar una imagen de dictadura que se ablanda, dispuesta a escuchar y a perdonar, porque así les gusta a sus interlocutores, aunque sepan que solo es un disfraz, a fin de cuenta ¿quién no lo usa en estos tiempos?

El régimen es consciente de esas hipocresías políticas, así como del valor de tener siempre unos cuantos presos políticos guardados en sus bóvedas aun cuando estas estén vacías de billetes por completo, porque aquellos son la única garantía de volverlas a llenar con cash, de modo que dólares entrando en la economía cubana siempre será sinónimo de presos políticos saliendo, aunque solo los suficientes para garantizar otra ronda de conversaciones, al mismo tiempo que persiste en la sociedad cubana el miedo a la cárcel como el principal método de control.

Este detalle por supuesto que es del conocimiento de garantes e interlocutores. Se pone como primero sobre las mesas de diálogo, a la vista de todos, y es por eso que cuesta entender que no sean conscientes de la práctica represiva que incentivan (e intensifican) en tanto, al aceptar a los presos políticos como única moneda de cambio, además de convertirse en cómplices de la dictadura, prolongan infinitamente ese ciclo de caza y excarcelación que los pone literalmente a “circular” como cualquier otro recurso monetario.

Si la “transacción” (porque para nada se trata de un intercambio) de presos políticos, no llega acompañada de un obligado proceso de democratización, o al menos de un compromiso de tregua o inmunidad, incluso supervisada por entes externos, no puede ser considerada desde lo ético como un acto de buena voluntad, mucho menos como progreso en las relaciones diplomáticas, y por tanto no representa ni apoyo ni ayuda a las fuerzas que buscan un cambio político en Cuba encaminado al restablecimiento de la democracia.

Todos, incluso las familias que han vuelto a reunirse (aunque solo de manera provisional), deberíamos ser conscientes del daño que provoca el aceptar la “excarcelación” (y no la liberación definitiva de los presos políticos) como moneda de cambio, más cuando en las mesas de conversaciones la verdadera libertad —por cuyo reclamo y ejercicio público hoy continúan cientos de personas encarceladas como criminales— ha sido descartada de plano por las partes, reforzando la estrategia del régimen de mantener siempre a mano un buen stock de presos políticos, lo cual es una práctica indudablemente terrorista.

No hay nada, además del hambre, que provoque más terror entre los cubanos y cubanas que percatarse de que existe un ciclo de represión política asociado al ciclo de necesidad urgente de liquidez por parte de un régimen que no tiene inconveniente alguno en convertir al ciudadano en moneda de cambio, en transformar la “indisciplina política”, la disidencia en crimen, incluso en hacerlo pasar como delito común. 

Nada que aterrorice más que asociar el decrecimiento y los fracasos en la economía, incluso el hambre, al alza de las detenciones y encarcelamientos con el único fin de preparar una nueva carga de reos para la próxima transacción. 

Pero todo conspira a nivel global para la normalización de tales ciclos, y nos toca solo a nosotros ponerles fin con las únicas opciones que nos quedan: la desobediencia, la persistencia en el reclamo de libertad, la necesaria ruptura de esa narrativa que persiste en ver a los militares como fuerza paralela al régimen y no como su verdadero cuerpo, más la negativa a ser tratados por estos como si fuésemos un CUC, una MLC, una tarjeta “Clásica” o cualquiera de los inventos financieros que pongan en circulación con el pretexto de “salvar la economía”, lo que significa perpetuarse ellos en el poder.

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