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Tras dos derrotas consecutivas, el equipo Cuba está exigido al máximo en el Premier-12
Falló Liván Moinelo, porque los seres humanos no somos perfectos, mucho menos una máquina robótica. El astro pinareño, líder en efectividad en el béisbol japonés, no estuvo en su día, y Surcorea hundió en el sótano del grupo B del Premier-12 a la selección cubana.
El zurdo vueltabajero se presentó rápido, como de costumbre, pero le faltó un lanzamiento dominante, ese que el avezado profesor José Manuel Cortina califica como el que saca los outs.
Lo cierto es que el revés deja a la escuadra cubana prácticamente fuera de las posibilidades de ascender a la siguiente fase, pues no solo archiva su segundo golpe consecutivo, sino que, además, ha caído con marcadores holgados. Eso la excluye, por ahora, de cualquier perspectiva de avanzar en un hipotético empate, porque no hay fórmula mágica que convierta en clasificación un saldo tan negativo de cinco carreras anotadas y 14 permitidas.
Un equipo no es un hombre, por mucho que su abolengo pese. La pregunta que rondaba antes del torneo: ¿Después de Moinelo, quién?, ha quedado sin respuesta.
No obstante, ha de ponderarse el trabajo, en tres episodios, del derecho Yusniel Padrón, quien toleró una carrera, le pegaron tres incogibles, dio una base y ponchó a dos. También sobresalió, aunque ya con el juego casi decidido, Andy Vargas, al retirar a cuatro de los cinco adversarios que se le pararon delante por la vía de los strikes. No aceptó jit ni boleó a ningún oponente.
Del lado de la ofensiva, al margen de las pinceladas jonroneras de Yoelkis Guibert y Rafael Viñales, una detrás de otra en el octavo capítulo del partido, la deuda con la eficacia es tan grande o mayor que la del pitcheo.
Este conjunto sigue sin producir. En su primera salida, frente a República Dominicana, dejó a diez en las almohadillas, y ante los sudcoreanos 12 quedaron en los senderos. En tres ocasiones con las bases llenas, en esos dos partidos los bates se han congelado, pues en el juego con los asiáticos, aunque se anotó una, fue con un inofensivo machucón del cuarto bate Alfredo Despaigne, que rebotó en el guante del lanzador.
Un paréntesis necesario en este recorrido de falencias, a fin de destacar al propio Despaigne, quien en ese turno desplazó su cargada anatomía de home a primera en modo de bólido para impulsar, más que con su bate o con sus piernas, con su corazón de guerrero, la primera carrera de su equipo. Corrió como si llegar a la inicial decidiera el mismísimo campeonato, aun cuando el marcador reflejaba un 7-0 demoledor e insalvable, a la altura del séptimo acto. Así, como su capitán, queremos ver al Cuba, se gane o no.
En el partido, un solo hombre del elenco rival bastó para inclinar la balanza en la pizarra. El tercer bate de los asiáticos, Kim Doyeong, tuvo balance de tres imparables en cuatro turnos, incluyendo dos jonrones, uno de ellos con las bases llenas; anotó dos e impulsó cinco de los ocho registros de su plantel. Fue tanto lo de este Kim que sin sus aportes Cuba hubiera vencido por 4-3.
La Mayor de las Antillas está obligada a ganar los tres cotejos que le quedan en el calendario de la fase de grupos: vs. Australia (mañana), vs. Taipéi de China, el sábado, y cierra con Japón el domingo.
Pero, incluso, si se concretara esa hazaña, podría hasta no ser suficiente para el tqb (Balance de calidad del equipo), instrumento para romper un empate entre más de dos equipos si persiste la igualada.
Objetivamente, por lo visto en las dos salidas en este torneo, parece quimérico que algo así suceda. Hasta este minuto, la forma deportiva que esperábamos ver no se ha mostrado, y ya estamos en plena competencia y estresados.
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