Monday, September 30, 2024
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“Prefería limpiar los cristales de un McDonald’s que seguir pasando trabajo en Cuba”

MATANZAS, Cuba. – La doctora en Medicina María Eugenia Lima Pimentel se especializó en Cardiología en Cuba en el año 1997. Aunque el balance de su experiencia en el sector de la salud en la Isla es positivo por los conocimientos y la enseñanza de sus profesores, apunta que tanto los estudios como el trabajo en la mayor de las Antillas fueron periodos “difíciles” y “agotadores”.

En la actualidad, María Eugenia, de 54 años de edad, vive en Miami, Estados Unidos, y trabaja en el Centro Médico Regional de Kendall, que ofrece atención a un área de la población mayoritariamente hispana.

A pesar de que estaba consciente de que ejercer la medicina en otro país sería complejo, también suponía que podría lograrlo, o al menos trabajar en algún oficio relacionado a su campo de estudios.

―¿Cómo fueron sus primeros años en el sector de la Salud en Cuba?

―Trabajaba mientras estudiaba. Me acuerdo que hacía una guardia en un hospital provincial en Matazas, en aquel momento no existía el Faustino [Pérez]; la única unidad de emergencia era la nuestra, porque el Hospital Militar era muy pequeño y de difícil acceso. Para un día, en una ciudad tan poblada, había solo dos ámpulas de furosemida, dos ampollas de broncodilatadores, dos rayos X de tórax; no había carro con desfibrilador para sacar al paciente de paro…

Cuando teníamos una alarma de paro en el hospital era a los gritos tratar de alertar a la anestesióloga de guardia que tenía las condiciones y estaba en el tercer piso y debía bajar con el carrito del electro, porque tampoco había una máquina para eso. Mientras todo llegaba, atendíamos al enfermo como podíamos, suministrando oxígeno y dando masajes cardíacos externos.

―¿Cómo eran el resto de las condiciones de trabajo durante las 24 horas?

―No podías ir a tu casa y la comida era realmente mala, terrible. Se pasaba mucho trabajo, era difícil hasta tomar agua. Teníamos que ir lejos, hasta el comedor, para poder conseguir un vaso con agua en el tiempo que estábamos trabajando y era un maratón. Uno lo hacía con los ojos cerrados.

Graduación de María Eugenia Lima Pimentel (Foto: Cortesía)

―¿Qué sucedió al terminar la especialidad de Medicina Interna?

―Me fui a la parte de Cardiología. La docencia estaba en La Habana, en el Instituto de Cardiología y el Hospital Hermanos Ameijeiras. Allí conocí la medicina a otro nivel. Mis profesores viajaban a entrenarse, por lo menos uno o dos meses al año en el extranjero, y regresaban con técnicas nuevas, materiales de estudio.

En La Habana los pacientes eran diferentes, gerentes de firmas extranjeras, militares de alta graduación del Ejército, artistas importantes, ministros, personas con posibilidades… Cuando tenía un paciente de estos y me quería retribuir de algún modo, le daba artículos que traían los profesores y le pedía que me los fotocopiara; era la única manera de estudiar actualizaciones.

―¿Era mejor la situación del sector de la Salud en La Habana?

―Allí había ciertas condiciones, mucho mejor que en Matanzas, pero otras eran iguales; el tema de la comida seguía siendo terrible. El cuarto que teníamos para dormir en una guardia era una cama que estaba dentro de un baño en el primer piso del Instituto. Por otra parte, teníamos una Terapia Intensiva con muchísimos recursos y un salón de hemodinámica que todavía no existe en Matanzas ni en muchas provincias de Cuba. Fue una mezcla de sangre, sudor, lágrimas y conocimientos.

―¿Por qué decidió emigrar?

―Estaba como en el tercer año de la carrera, mi papá, que era cardiólogo, me estaba dando una clase, él tenía 60 años y recuerdo que dije: “Cuando tenga esa edad no quiero estar en un lugar como este”. Conocía el trabajo que pasaba para atravesar los seis kilómetros que había desde mi casa hasta el Hospital Provincial. Creía que a los 60 años eso era totalmente injusto después de trabajar toda la vida. Recuerdo haberle dicho una vez que prefería limpiar los cristales de un McDonald’s que seguir pasando trabajo en Cuba.

El día que terminé la escuela de Medicina, cuando tuve que empezar a trabajar, no tenía un par de zapatos. Los únicos cerrados que tenía estaban rotos; habían durado tres años conmigo durante la carrera.

No quería lujos ni nada del otro mundo, solo tener una vida con un trabajo que me permitiera vivir de él y tener mis momentos de disfrute como cualquier ser humano. Me impulsó a irme del país la incomodidad, la falta de capacidad para imaginarme un futuro diferente a lo que vivía, lo que la vida me confirmó después, porque nada ha cambiado en mi tierra.

―¿Qué pasó al salir de la Isla?

―Salí de Cuba y fui a vivir a Uruguay en diciembre de 1997, gracias a una carta de invitación. Fui a pasar tiempo como turista y comencé a trabajar como médica al año siguiente. El proceso de homologación de los documentos se demoró más de lo habitual. Tuve que aprender la cultura de trabajo, y cuando llegué a Estados Unidos de todos modos era completamente diferente a lo que conocía.

Llegué al país [EE.UU.] a través de una visa de permiso médico para asistir a un congreso; la pedí y me la dieron sin problemas en el año 2002. Cuando llegué a aquí determiné que no iba a regresar. Al año y un día me dieron la residencia.

―¿A qué se dedica en la actualidad?

―Soy Nurse practitioner [enfermera especializada]. Solo tuve que estudiar 18 meses porque mi título se adaptó al currículo de los graduados de Medicina en el exterior. Lo más difícil fue que el estudio venía mezclado con el ejercicio de la enfermería.

Hay que diagnosticar y tratar, priorizar los pacientes y dar servicios de enfermería. Aquí las enfermeras pueden refutar un tratamiento, tenemos que ser capaces de identificar la enfermedad, tratarla, discutirla con el paciente y su familia, y con médicos de otras especialidades. Tenemos capacidad para ejercer de manera autónoma, puedo tener mi oficina.

La doctora cubana María Eugenia Lima Pimentel en Miami
La doctora cubana María Eugenia Lima Pimentel en Miami (Foto: Cortesía)

―¿Se siente realizada desde el punto de vista profesional?

―Estoy muy realizada, porque trabajo como nurse practitioner en Cardiología y, por otra parte, en mi otro gran amor: la Medicina Interna.

―¿Cómo sería la Cuba de sus sueños?

―La Cuba de mis sueños ya no puede existir, porque incluye personas que no están, unos porque se fueron del país, otros porque se marcharon a otra dimensión. Lo que hace la maravilla de los momentos no es solo el sitio donde estás, sino la gente que experimenta las vivencias contigo. Sin embargo, me gustaría ver un país de personas instruidas y bien educadas; eso te hace libre, y la libertad te da la capacidad de respetar al que piensa diferente sin dejar de defender lo tuyo.

Anhelo el desarrollo de una sociedad civil organizada, donde las instituciones tengan un valor, donde el eslogan de “vergüenza contra dinero” se recupere. Veo con dolor que hacer cosas ilegales para poder mejorar se ha normalizado. El término “resuélveme” no existe en ningún otro país del mundo como en Cuba.

En orden económico, me gustaría ver un país próspero. He visitado casi toda Suramérica y los cubanos que encontré son trabajadores, prósperos; se adaptan, llegan sin perder su cultura, salvo las excepciones de la regla. Me gustaría una Cuba que floreciera, donde los jóvenes no tengan que pensar constantemente en dejar el país para buscar mejores posibilidades de vida. Una Cuba culta, democrática, transparente; y recuperar el nivel de la formación de médicos que ha cambiado mucho desde que estudié a la fecha.

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