Friday, September 20, 2024
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Orestes Ferrara, el mambí italiano

LA HABANA, Cuba.- Este 8 de julio se cumplen 138 años del nacimiento en Nápoles, Italia, en 1876, de Orestes Ferrara Marino, una figura controvertida de la Historia de Cuba.

Proveniente de una familia adinerada, Ferrara, que admiraba a Garibaldi y fue anarquista, en 1896, cuando aún no había cumplido los 20 años, decidió irse a Cuba a pelear con los cubanos en armas contra España. Llegó a la Isla, procedente de Tampa, el 21 de mayo de 1897, en el vapor Dauntless, del que desembarcó con 22 expedicionarios más, por Punta Brava, Camagüey.

Comenzó como simple soldado en la tropa del coronel Javier de la Cruz. Calixto García pidió a este jefe unírsele para atacar la ciudad de Las Tunas. Por su participación en esa batalla, Ferrara, que ya contaba con grados de comandante, fue ascendido a teniente coronel.

Para conocer personalmente al General en Jefe Máximo Gómez, tuvo que sortear un obstáculo inmenso: cruzar la Trocha de Júcaro a Morón. Luego de cruzarla, tomó un rumbo equivocado, se perdió y no logró llegar a donde estaba Gómez, pero este dio la orden expresa de trasladarlo al Estado Mayor del general José Miguel Gómez. El 31 de diciembre de 1897 recibió el nombramiento de Auditor de la Primera División del Cuarto Ejército, y al fin logró encontrarse con el General en Jefe.

Se reincorporó al mando de José Miguel Gómez, y en la batalla de Arroyo Blanco volvió a destacarse. El coronel José Dstrampes, al frente de la artillería mambisa, solicitó la ayuda de Ferrara para corregir el tiro de sus cañones. A riesgo de su vida, Ferrara subió a un árbol para rectificar a los artilleros; por ello lograron abatir el fuerte enemigo. Debido al valor demostrado en la lucha, casi al fin de las hostilidades, fue ascendido por Máximo Gómez al grado de coronel del Ejército Libertador.

En 1899 fue nombrado secretario del gobierno civil de Santa Clara. En dicha ciudad editó el periódico La Nación, y fue uno de los miembros fundadores del Partido Liberal. En 1900 recibe de la Universidad de Nápoles el título en doctor en Jurisprudencia. En 1901 el interventor militar Leonardo Wood lo nombró gobernador interino de Santa Clara, y un año después se diplomó en Derecho Social y Economía por la Universidad de La Habana. Fue Representante de la Comisión Cubana en la Exposición Universal de París.

El 27 de noviembre de 1902 contrajo matrimonio eclesiástico con María Luisa Sánchez, a quien de niña, cuando vivía en Ibor City, Tampa, José Martí dedicó unos versos. Ese mismo año recibe el nombramiento como director del Diario de Sesiones del Senado y la Cámara de Representantes.

En la Segunda Intervención Norteamericana, fue nombrado diputado al Congreso y vocero de la Cámara durante ocho años consecutivos.

Durante la República ocupó numerosos cargos públicos. En el gobierno de José Miguel Gómez, su antiguo jefe militar, Ferrara fue Secretario de Gobernación y Presidente a la Cámara de Representantes por varios períodos.

Fue designado embajador especial de Cuba en los Estados Unidos en 1912. También se desempeñó como secretario de la Comisión Cubana en la Segunda Conferencia de la Paz en La Haya, y como jefe de la delegación cubana en la Liga de las Naciones.

Sus tareas políticas y diplomáticas no interrumpieron sus funciones como periodista. En 1913 creó y costeó con su dinero la revista La Reforma Social, y poco después, el periódico El Heraldo de Cuba, que sería el de mayor circulación del país, con una tirada diaria de 65.000 ejemplares.  

Entre 1927 y 1932 fue embajador en Washington.

Por haber sido Secretario de Estado durante el gobierno de Gerardo Machado, Ferrara ha sido satanizado por la historiografía castrista, un hecho que hace unos años fue lamentado por Eusebio Leal Spengler, jefe de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. 

En realidad, Ferrara se esforzó por convencer a Machado de que renunciara para evitar más derramamiento de sangre, pero no lo logró. Por honrar su palabra empeñada y por su amistad con Machado, que databa de cuando eran compañeros de armas en el Ejército Libertador, estuvo al lado del dictador hasta su caída, el 12 de agosto de 1933. Fue uno de los últimos en abandonar el Palacio Presidencial y estuvo a punto de morir en su fuga espectacular hacia los Estados Unidos, junto a su esposa, en un hidroavión.

En 1939 regresó a la Isla y fue electo delegado a la Asamblea Constituyente de 1940, la más democrática de todas las constituciones cubanas.

Cuando se dirigía al lugar donde se aprobaría la Carta Magna, el auto de Ferrara fue baleado y recibió una herida en el hombro.

Luego de casi catorce años en Europa, donde fungió como embajador en España, Francia e Italia, regresó a Cuba en 1954. En 1955 recibe el meritorio cargo de embajador de Cuba ante la Unesco. Pero en 1959, el recién instaurado régimen revolucionario no lo ratificó en su cargo, y Ferrara optó por no regresar a al país.

Con una vastísima cultura, dominaba cuatro idiomas. Su elegancia al vestir, prestancia física, y corrección al hablar lo distinguían. Ferrara escribió cerca de cincuenta libros en la etapa final de su vida, entre ellos, Martí y la elocuencia, El Papa Borgia, Vida de Nicolás Maquiavelo, Mis relaciones con Máximo Gómez y El siglo XVI a la luz de los embajadores venecianos. 

Murió el 16 de febrero de 1972 en Roma a los 96 años.

La residencia de estilo renacentista donde vivió Ferrara, a un costado de la Universidad de La Habana, y que él llamó la Dolce Dimora (Dulce Morada), fue construida en 1928 por los reputados arquitectos Govantes y Cabarrocas. Hoy, convertida en el Museo Napoleónico, atesora una colección de artículos que pertenecieron a Napoleón Bonaparte y que, antes de ser incautados por el Gobierno castrista, fueron propiedad del magnate Julio Lobo. De Ferrara solo queda su fabulosa biblioteca y un óleo que le hiciera el pintor Francisco Pausas.

Museo Napoleónico. (Foto del autor)

En la autobiografía Una mirada de tres siglos. Memorias, Ferrara se refiere al trato al que fue sometido por el régimen castrista: “Para premiar también mi vida al lado de los héroes de su independencia, me confiscaron todo lo que poseía… sin leyes, sin juicio, sin recibo, sin cuenta, sino entrando en nuestra casa y abriendo nuestra caja del Banco, apoderándose así de todo lo que contenía, y para mayor escarnio, se quedaron hasta con nuestra morada”.

Ferrara, que en su juventud tuvo inclinaciones socialistas, sentenció en sus memorias: “Quien quiera odiar el comunismo debe estudiar su tonta aplicación en nuestra tierra que nos ha valido un terremoto moral, cívico, cultural, económico y político nunca visto a lo largo de los siglos”. 

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