SANTIAGO DE CUBA. – Los estudiantes de la Escuela Formadora de Maestros Floro Regino Pérez Díaz, de Santiago de Cuba, no desayunaron este martes porque “no había nada”, según les comunicaron al amanecer las autoridades del centro. Más tarde, en el almuerzo, no había arroz, solo “chícharos duros, picadillo podrido y fongo”, dijo a CubaNet una alumna que pidió el anonimato por temor a ser expulsada.
Por la tarde sí hubo arroz y carne, aunque “supo a poco”, aseveró la joven de 17 años, refiriéndose a la ínfima ración que recibieron.
“Nos están matando de hambre. Ya lo último es dar clases hasta el mediodía sin haber comido nada desde la noche anterior. Así no hay quien se concentre, ni quien aprenda”, lamentó.
También, desde la Facultad No.2 de Medicina, una estudiante universitaria que se identificó como Rachel, cuestionó que hayan reiniciado las clases: “pusieron la corriente, pero seguimos pasando hambre”. “Para no morirnos, tenemos que comprar pizzas de 180 y 200 pesos hasta dos veces al día e inventar comiditas en el dormitorio, algo que está prohibido”, explicó.
Solo han pasado tres días desde el reinicio de las clases tras la suspensión nacional de las actividades docentes desde el 18 al 28 de octubre. Si bien la cancelación se debió a la “emergencia energética”, desde antes los centros escolares de la provincia carecían de insumos, de acuerdo con denuncias en redes sociales. Incluso, algunas instituciones docentes tuvieron que cerrar por falta de comida antes de la declaración oficial.
El 14 de octubre, por ejemplo, el periodista independiente Yosmany Mayeta publicó en su página de Facebook el video en el que la directiva de un politécnico santiaguero comunica al estudiantado la cancelación de las actividades escolares por “una cuestión de disponibilidad alimenticia [sic] de la escuela”. Tres días después, el reportero también denunció el pésimo almuerzo que recibieron los niños de la primaria Raúl Gómez García, que solo constaba de arroz blanco y fufú.
La santiaguera Yenisey Matos ha tenido que garantizar toda la alimentación de su hijo, actualmente en tercer año de la educación preescolar, luego de enterarse por él mismo que “solo les estaban dando viandas y sopa”.
“Para mí es un esfuerzo, pero no estaría tranquila si no lo hago. Mi hijo de tres años está en pleno desarrollo. Siempre tengo que resolver lo que comerá, no hay de otra”, dijo a CubaNet la joven santiaguera.
Nelis Castro es madre de un adolescente que cursa octavo grado en la secundaria Luis Alfonso Silva Tablada, en Songo La Maya. Según cuenta, los estudiantes de ese centro “solo reciben un pan con algo y un vaso de yogurt, generalmente picado, en toda la jornada”.
“Este mismo lunes, cuando comenzaron las clases, mi hijo se fugó de la escuela para comer algo en casa, ya que vivo cerca. Yo no lo regaño, porque el hambre es mala y te nubla los sentidos; imagínese que son nueve turnos de clase. A veces le echo su almuerzo o una merienda, pero la vida está difícil para todo el mundo”, apuntó.
Un estudio de Food Monitor Program, proyecto independiente que monitorea y denuncia la (in)seguridad alimentaria en Cuba, indicó que la alimentación en las instituciones educativas ha empeorado significativamente después de la pandemia. La situación es similar tanto para los estudiantes residentes en becas universitarias como para los infantes en círculos infantiles y alumnos del nivel primario de enseñanza.