LA HABANA.- Hace ya algunos años que los cubanos hemos visto reducido al mínimo nuestro desayuno tradicional: el café con leche y pan con mantequilla se quedó en una simple tacita de café. Para colmo, hoy son cada vez menos los que cuentan siquiera con ese buchito para comenzar el día, aunque sea mezclado con chícharo.
Con la implementación de la libreta de racionamiento en julio de 1963 la dictadura racionó la cantidad de alimentos que podíamos comprar los habitantes de la mayor de las Antillas. La distribución y venta de víveres esenciales quedó regulada mediante la Oficina de Distribución de Alimentos (OFICODA), y uno de los productos afectados fue el café. Al comenzar el racionamiento se vendía un paquete de polvo puro por persona cada diez días a un precio de 30 centavos. Poco después comenzaron a venderlo cada 30 días, y no transcurrió mucho tiempo para que comenzaran a mezclarlo con chícharos, lo cual le confiere un sabor y aroma que nada tienen que ver con el agradable grano. Para muchos, la mejor forma de describirlo es afirmando que “sabe a rayos”. Quién sabe, quizás no anden tan desacertados, pues en los últimos tiempos ni siquiera sabemos con qué “rayos” está mezclado.
En el 2005 se anunció la recuperación de la industria cafetalera y se comenzó a vender nuevamente el café puro a través de la canasta familiar. Pero nuestra alegría duró poco: antes de los cinco años regresaron los chícharos para amargarnos la mezcla. En esa ocasión, además de informar sobre las “dificultades financieras” para adquirir el café en el mercado internacional y la baja producción en el país, se anunció la eliminación de la cuota para los niños de 0 a 6 años.
Contradictoriamente, en las tiendas en moneda libremente convertible (MLC), a las que no todos los cubanos tienen acceso, se vende café cosechado en nuestro país bajo las denominaciones Cubita, Regil, Turquino, Serrano, Arriero y otras. Por otra parte, marcas del patio con reconocimiento internacional son exportadas para importar otras de menor calidad y más baratas. Estas se le venden a la población en las tiendas recaudadoras de divisas y tienen poca aceptación, pues no nos resultan agradables al paladar.
En octubre de 2022, bajo la política de “reordenamiento” económico, el precio del café Hola (el de la bodega) se incrementó de 8 a 11 pesos cubanos (CUP), según informó el Ministerio de Finanzas y Precios (MFP). Sin embargo, no se hizo alusión a mejorar su calidad, que va de mal en peor. Ello ha llevado a los consumidores a dar por ciertos los rumores de que ahora está ligado con palmiche. Naturalmente, los medios oficialistas han desmentido tales aseveraciones. Con todo, ¿por qué no creerlo? De peores cosas ha demostrado el régimen ser capaz.
De momento, marcas preferidas por los cubanos, como La Llave, Pilón y Bustelo, producidas en Estados Unidos, se pueden adquirir en el mercado informal. Esto es, si el bolsillo lo permite. En ocasiones también se puede comprar café cosechado por agricultores independientes, ya sea en grano para tostar y moler, o ya tostado y molido, listo para colar. También en bolsa negra se encuentra con bastante frecuencia el paquetico de Hola, aunque debido a la inflación galopante su precio resulta simplemente absurdo.
En épocas más recientes vuelve a ser noticia reiterada en los medios oficialistas la pronta recuperación de la industria cafetalera. Noticia que se ve desmentida, empero, por la realidad, pues en la distribución del café Hola las demoras prolongadas son más bien habituales. De hecho, en esta ocasión hace siete meses que no lo venden. Es imposible no sospechar que sencillamente ha sido eliminado de la libreta de racionamiento sin informarlo a la población. Al fin y al cabo, no sería la primera vez que esto ocurre con algún producto.