LA HABANA, Cuba. – Como casi siempre sucede antes de que los diputados del régimen se reúnan para celebrar una de las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, ha tenido lugar un Pleno del Comité Central del gobernante Partido Comunista de Cuba. Una cita en la que el heredero de los Castro, Miguel Díaz-Canel, en su discurso de clausura, intentó dar una visión esperanzadora del presente, algo alejada del sombrío panorama derivado de las intervenciones del resto de los participantes en el cónclave.
Uno de los temas que centró la agenda del Pleno fue la producción de alimentos en el país. Hubo consenso en reconocer el estado crítico en que se halla este sector de la economía, en el que las entidades estatales solo producen entre el 15 y el 20% de los alimentos que se consumen en el país. También se habló con pesar de las 2.500.000 hectáreas de tierras entregadas en usufructo, que hasta ahora no han logrado aumentar la presencia de alimentos en la mesa de los cubanos.
Acerca de este tema trascendió uno de los pocos acuerdos derivados de esta cita, que consistió en brindar más autonomía a los municipios con el objetivo de que los territorios contribuyan a elevar la hoy deficitaria producción de alimentos.
El otro tema que destacó en los debates del Pleno fue el combate que el oficialismo piensa librar contra las manifestaciones de corrupción, delitos, ilegalidades e indisciplinas sociales. Específicamente se mencionaron los actos de vandalismo que se han apreciado en la sociedad, el ascendente hurto y sacrificio ilegal del ganado vacuno, así como los que el régimen califica como “precios abusivos y especulativos”. En un momento de los debates, y en medio de una retórica desafiante, la contralora general de la República, Gladys Bejerano, llegó a expresar que “el militante del Partido que no combata la corrupción está haciendo contrarrevolución”.
Sin embargo, nada se dijo en el Pleno de los elementos endógenos que favorecen la aparición e incremento de los delitos en el país. Por ejemplo, esa disfuncionalidad entre el discurso oficial y la realidad que enfrenta el ciudadano promedio. La cúpula del poder insiste en que se construye el socialismo, con justicia social y donde nadie quede desamparado. Mas, cada vez es mayor la brecha que existe entre unos pocos que tienen dinero, y la gran mayoría de la población, a la que no les alcanza el salario ni las pensiones para afrontar la creciente carestía de la vida.
Ese estrato desfavorecido de la sociedad, que tiene que “inventar” para sobrevivir, constituye el caldo de cultivo para la proliferación de los que el régimen califica como “ilegales, pillos, lumpen, vagos y corruptos”, y a los que Díaz-Canel llama ahora a combatir.
En sus palabras de clausura de este VIII Pleno del Comité Central del Partido, el señor Díaz-Canel, tras afirmar que había que salir al combate contra el delito, y que se haría de la rectificación un ejercicio permanente, exhortó a “emprender de inmediato acciones concretas, bien aseguradas, con el debido control, y que sean bien explicadas a la población”. Aunque, a decir verdad, no afloró durante el Pleno ninguna acción específica que fueran a tomar las autoridades.
De esa manera, en medio de un maratón discursivo ―que seguramente será continuado en los próximos días por los obedientes diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular―, pero con pocos acuerdos de próxima implementación, concluyó esta cita de los comunistas cubanos.
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